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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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ayudarles en la dirección <strong>de</strong> sus hijos. <strong>La</strong>s puertas están abiertas para toda madre que quiera poner<br />

sus cargas a los pies <strong>de</strong>l Salvador.<br />

Él que dijo: "<strong>de</strong>jad los niños venir a mí, y no los impidáis,' sigue invitando a las madres a conducir<br />

a sus pequeñuelos para que sean ben<strong>de</strong>cidos <strong>por</strong> él. Aun el lactante en los brazos <strong>de</strong> su madre,<br />

pue<strong>de</strong> morar bajo la sombra <strong>de</strong>l todopo<strong>de</strong>roso <strong>por</strong> la fe <strong>de</strong> su madre que ora. Juan el bautista estuvo<br />

lleno <strong>de</strong>l espíritu santo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su nacimiento. Si queremos vivir en comunión con Dios, nosotros<br />

también po<strong>de</strong>mos esperar que el espíritu divino amoldará a nuestros pequeñuelos, aun <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los<br />

primeros momentos. en los niños que eran puestos en relación con él, Jesús veía a los hombres y<br />

mujeres que serían here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> su gracia y súbditos <strong>de</strong> su reino, algunos <strong>de</strong> los cuales llegarían a<br />

ser mártires <strong>por</strong> su causa.<br />

Él sabía que estos niños le escucharían y aceptarían como su Re<strong>de</strong>ntor con mayor facilidad que los<br />

adultos, muchos <strong>de</strong> los cuales eran sabios en las cosas <strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong> corazón endurecido. en su<br />

enseñanza, él <strong>de</strong>scendía a su nivel. El, la majestad <strong>de</strong>l cielo, no <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñaba contestar sus preguntas<br />

y simplificar sus im<strong>por</strong>tantes lecciones para adaptarlas a su entendimiento infantil. implantaba en<br />

sus mentes semillas <strong>de</strong> verdad que en años ulteriores brotarían y darían fruto para vida eterna. es<br />

todavía verdad que los niños son más susceptibles a las enseñanzas <strong>de</strong>l evangelio; sus corazones<br />

están abiertos a las influencias divinas, y son fuertes para retener las lecciones recibidas. Los<br />

niñitos pue<strong>de</strong>n ser cristianos y tener una experiencia <strong>de</strong> acuerdo con sus años. necesitan ser<br />

educados en las cosas espirituales, y los padres <strong>de</strong>ben darles todas las ventajas a fin <strong>de</strong> que<br />

adquieran un carácter semejante al <strong>de</strong> Cristo.<br />

Los padres y las madres <strong>de</strong>ben consi<strong>de</strong>rar a sus hijos como miembros más jóvenes <strong>de</strong> la familia<br />

<strong>de</strong>l Señor, a ellos confiados para que los eduquen para el cielo. <strong>La</strong>s lecciones que nosotros mismos<br />

apren<strong>de</strong>mos <strong>de</strong> Cristo, <strong>de</strong>bemos darlas a nuestros hijos a medida que sus mentes jóvenes puedan<br />

recibirlas, revelándoles poco a poco la belleza <strong>de</strong> los principios <strong>de</strong>l cielo. así llega a ser el hogar<br />

cristiano una escuela don<strong>de</strong> los padres sirven como monitores, mientras que Cristo es el Maestro<br />

principal. al trabajar para la conversión <strong>de</strong> nuestros hijos, no <strong>de</strong>bemos esperar que emociones<br />

violentas sean la evi<strong>de</strong>ncia esencial <strong>de</strong> que están convencidos <strong>de</strong> pecado. ni tampoco es necesario<br />

saber el momento exacto en que se convierten. <strong>de</strong>bemos enseñarles a traer sus pecados a Jesús, a<br />

pedirle que los perdone, y a creer que los perdona y los recibe como recibía a los niños cuando<br />

estaba personalmente en la tierra. mientras la madre enseña a sus hijos a obe<strong>de</strong>cerle <strong>por</strong>que la<br />

aman, les enseña las primeras lecciones <strong>de</strong> su vida cristiana.<br />

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