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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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discípulos y volvió a Betania. Cuando la gente le buscó para ponerlo sobre el trono, no pudo<br />

hallarle. Toda aquella noche Jesús la pasó en oración, y <strong>por</strong> la mañana volvió al templo. Mientras<br />

iba, pasó al lado <strong>de</strong> un huerto <strong>de</strong> higueras. Tenía hambre y, "viendo <strong>de</strong> lejos una higuera que tenía<br />

hojas, se acercó, si quizá hallaría en ella algo; y como vino a ella, nada halló sino hojas; <strong>por</strong>que no<br />

era tiempo <strong>de</strong> higos." No era tiempo <strong>de</strong> higos maduros, excepto en ciertas localida<strong>de</strong>s; y acerca <strong>de</strong><br />

las tierras altas que ro<strong>de</strong>an a Jerusalén, se podía <strong>de</strong>cir con acierto: "No era tiempo <strong>de</strong> higos." Pero<br />

en el huerto al cual Jesús se acercó había un árbol que parecía más a<strong>de</strong>lantado que los <strong>de</strong>más.<br />

Estaba ya cubierto <strong>de</strong> hojas.<br />

Es natural en la higuera que aparezcan los frutos antes que se abran las hojas. Por lo tanto, este<br />

árbol cubierto <strong>de</strong> hojas prometía frutos bien <strong>de</strong>sarrollados. Pero su apariencia era engañosa. Al<br />

revisar sus ramas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la más baja hasta la más alta, Jesús no "halló sino hojas." No era sino<br />

engañoso follaje, nada más. Cristo pronunció una maldición agostadora. "Nunca más coma nadie<br />

fruto <strong>de</strong> ti para siempre," dijo. A la mañana siguiente, mientras el Salvador y sus discípulos volvían<br />

otra vez a la ciudad, las ramas agostadas y las hojas marchitas llamaron su atención. "Maestro --<br />

dijo Pedro,-- he aquí la higuera que maldijiste, se ha secado." El acto <strong>de</strong> Cristo, al mal<strong>de</strong>cir la<br />

higuera, había asombrado a los discípulos. Les pareció muy diferente <strong>de</strong> su proce<strong>de</strong>r y sus obras.<br />

Con frecuencia le habían oído <strong>de</strong>clarar que no había venido para con<strong>de</strong>nar al mundo, sino para que<br />

el mundo pudiese ser salvo <strong>por</strong> él. Recordaban sus palabras: "El Hijo <strong>de</strong>l hombre no ha venido<br />

para per<strong>de</strong>r las almas <strong>de</strong> los hombres, sino para salvarlas."<br />

Había realizado sus obras maravillosas para restaurar, nunca para <strong>de</strong>struir. Los discípulos le habían<br />

conocido solamente como el Restaurador, el Sanador. Este acto era único. ¿Cuál era su propósito?<br />

se preguntaban. Dios "es amador <strong>de</strong> misericordia." "Vivo yo, dice el Señor Jehová, que no quiero<br />

la muerte <strong>de</strong>l impío."* Para él la obra <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción y con<strong>de</strong>nación es una "extraña obra."* Pero,<br />

con misericordia y amor, alza el velo <strong>de</strong> lo futuro y revela a los hombres los resultados <strong>de</strong> una<br />

conducta pecaminosa. <strong>La</strong> maldición <strong>de</strong> la higuera era una parábola llevada a los hechos. Ese árbol<br />

estéril, que <strong>de</strong>splegaba su follaje ostentoso a la vista <strong>de</strong> Cristo, era un símbolo <strong>de</strong> la nación judía.<br />

El Salvador <strong>de</strong>seaba presentar claramente a sus discípulos la causa y la certidumbre <strong>de</strong> la suerte<br />

<strong>de</strong> Israel. Con este propósito invistió al árbol con cualida<strong>de</strong>s morales y lo hizo exponente <strong>de</strong> la<br />

verdad divina. Los judíos se distinguían <strong>de</strong> todas las <strong>de</strong>más naciones <strong>por</strong>que profesaban obe<strong>de</strong>cer<br />

a Dios. Habían sido favorecidos especialmente <strong>por</strong> él, y aseveraban tener más justicia que los<br />

<strong>de</strong>más pueblos. Pero estaban corrompidos <strong>por</strong> el amor <strong>de</strong>l mundo y la codicia <strong>de</strong> las ganancias. Se<br />

jactaban <strong>de</strong> su conocimiento, pero ignoraban los requerimientos <strong>de</strong> Dios y estaban llenos <strong>de</strong><br />

hipocresía. Como el árbol estéril, extendían sus ramas ostentosas, <strong>de</strong> apariencia exuberante y<br />

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