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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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CAPÍTULO 69 : En el Monte <strong>de</strong> las Olivas<br />

LAS palabras <strong>de</strong> Cristo a los sacerdotes y gobernantes: "He aquí vuestra casa os es <strong>de</strong>jada<br />

<strong>de</strong>sierta,"* habían llenado <strong>de</strong> terror su corazón. Afectaban indiferencia, pero seguían<br />

preguntándose lo que significaban esas palabras. Un peligro invisible parecía amenazarlos. ¿Podría<br />

ser que el magnífico templo que era la gloria <strong>de</strong> la nación iba a ser pronto un montón <strong>de</strong> ruinas?<br />

Los discípulos compartían ese presentimiento <strong>de</strong> mal, y aguardaban ansiosamente alguna<br />

<strong>de</strong>claración más <strong>de</strong>finida <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> Jesús. Mientras salían con él <strong>de</strong>l templo, llamaron su atención<br />

a la fortaleza y belleza <strong>de</strong>l edificio. <strong>La</strong>s piedras <strong>de</strong>l templo eran <strong>de</strong>l mármol más puro, <strong>de</strong> perfecta<br />

blancura y algunas <strong>de</strong> ellas <strong>de</strong> tamaño casi fabuloso.<br />

Una <strong>por</strong>ción <strong>de</strong> la muralla había resistido el sitio <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong> Nabucodonosor. En su perfecta<br />

obra <strong>de</strong> albañilería, parecía como una sólida piedra sacada entera <strong>de</strong> la cantera. Los discípulos no<br />

podían compren<strong>de</strong>r cómo se podrían <strong>de</strong>rribar esos sólidos muros. Al ser atraída la atención <strong>de</strong><br />

Cristo a la magnificencia <strong>de</strong>l templo, ¡Cuáles no <strong>de</strong>ben haber sido los pensamientos que guardó<br />

para sí Aquel que había sido rechazado! El espectáculo que se le ofrecía era hermoso en verdad,<br />

pero dijo con tristeza: Lo veo todo. Los edificios son <strong>de</strong> veras admirables. Me mostráis esas<br />

murallas como aparentemente in<strong>de</strong>structibles; pero escuchad mis palabras: Llegará el día en que<br />

"no será <strong>de</strong>jada aquí piedra sobre piedra, que no sea <strong>de</strong>struida."<br />

<strong>La</strong>s palabras <strong>de</strong> Cristo habían sido pronunciadas a oídos <strong>de</strong> gran número <strong>de</strong> personas; pero cuando<br />

Jesús estuvo solo, Pedro, Juan, Santiago y Andrés vinieron a él mientras estaba sentado en el monte<br />

<strong>de</strong> las Olivas. "Dinos --le dijeron,-- ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá <strong>de</strong> tu venida, y<br />

<strong>de</strong>l fin <strong>de</strong>l mundo?" En su contestación a los discípulos, Jesús no consi<strong>de</strong>ró <strong>por</strong> separado la<br />

<strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> Jerusalén y el gran día <strong>de</strong> su venida. Mezcló la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> estos dos<br />

acontecimientos. Si hubiese revelado a sus discípulos los acontecimientos futuros como los<br />

contemplaba él, no habrían podido so<strong>por</strong>tar la visión. Por misericordia hacia ellos, fusionó la<br />

<strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> las dos gran<strong>de</strong>s crisis, <strong>de</strong>jando a los discípulos estudiar <strong>por</strong> sí mismos el significado.<br />

Cuando se refirió a la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> Jerusalén, sus palabras proféticas llegaron más allá <strong>de</strong> este<br />

acontecimiento hasta la conflagración final <strong>de</strong> aquel día en que el Señor se levantará <strong>de</strong> su lugar<br />

para castigar al mundo <strong>por</strong> su iniquidad, cuando la tierra revelará sus sangres y no encubrirá más<br />

sus muertos.<br />

Este discurso entero no fue dado solamente para los discípulos, sino también para aquellos que<br />

iban a vivir en medio <strong>de</strong> las últimas escenas <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> esta tierra. Volviéndose a los<br />

discípulos, Cristo dijo: "Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre,<br />

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