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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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CAPÍTULO 5 : <strong>La</strong> Dedicación<br />

COMO cuarenta días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong> Jesús, José y María le llevaron a Jerusalén, para<br />

presentarle al Señor y ofrecer sacrificio. Ello estaba <strong>de</strong> acuerdo con la ley judaica, y como<br />

substituto <strong>de</strong>l hombre, Jesús <strong>de</strong>bía conformarse a la ley en todo <strong>de</strong>talle. Ya había sido sometido al<br />

rito <strong>de</strong> la circuncisión, en señal <strong>de</strong> su obediencia a la ley. Como ofrenda a favor <strong>de</strong> la madre, la ley<br />

exigía un cor<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> un año como holocausto, y un pichón <strong>de</strong> paloma como ofrenda <strong>por</strong> el pecado.<br />

Pero la ley estatuía que si los padres eran <strong>de</strong>masiado pobres para traer un cor<strong>de</strong>ro, podía aceptarse<br />

un par <strong>de</strong> tórtolas o <strong>de</strong> pichones <strong>de</strong> palomas, uno para holocausto y el otro como ofrenda <strong>por</strong> el<br />

pecado. <strong>La</strong>s ofrendas presentadas al Señor <strong>de</strong>bían ser sin mácula. Estas ofrendas representaban a<br />

Cristo, y <strong>por</strong> ello es evi<strong>de</strong>nte que Jesús mismo estaba exento <strong>de</strong> toda <strong>de</strong>formidad física. Era el<br />

"cor<strong>de</strong>ro sin mancha y sin contaminación.'* Su organismo físico no era afeado <strong>por</strong> <strong>de</strong>fecto alguno;<br />

su cuerpo era sano y fuerte. Y durante toda su vida vivió en conformidad con las leyes <strong>de</strong> la<br />

naturaleza. Tanto física como espiritualmente, era un ejemplo <strong>de</strong> lo que Dios quería que fuese toda<br />

la humanidad mediante la obediencia a sus leyes. <strong>La</strong> <strong>de</strong>dicación <strong>de</strong> los primogénitos se remontaba<br />

a los primeros tiempos. Dios había prometido el Primogénito <strong>de</strong>l cielo para salvar al pecador. Este<br />

don <strong>de</strong>bía ser reconocido en toda familia <strong>por</strong> la consagración <strong>de</strong>l primer hijo. Había <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>dicado<br />

al sacerdocio, como representante <strong>de</strong> Cristo entre los hombres.<br />

Cuando Israel fue librado <strong>de</strong> Egipto, la <strong>de</strong>dicación <strong>de</strong> los primogénitos fue or<strong>de</strong>nada <strong>de</strong> nuevo.<br />

Mientras los hijos <strong>de</strong> Israel servían a los egipcios, el Señor indicó a Moisés que fuera al rey <strong>de</strong><br />

Egipto y le dijera: "Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito. Ya te he dicho que <strong>de</strong>jes<br />

ir a mi hijo para que me sirva, mas no has querido <strong>de</strong>jarlo ir: he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu<br />

primogénito." * Moisés dio su mensaje; pero la respuesta <strong>de</strong>l orgulloso monarca fue: "¿Quién es<br />

Jehová, para que yo oiga su voz y <strong>de</strong>je ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco <strong>de</strong>jaré ir a<br />

Israel."* Jehová obró en favor <strong>de</strong> su pueblo mediante señales y prodigios, y envió terribles juicios<br />

sobre el faraón. Por fin el ángel <strong>de</strong>structor recibió la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> matar a los primogénitos <strong>de</strong> hombres<br />

y animales <strong>de</strong> entre los egipcios. A fin <strong>de</strong> que fuesen perdonados, los israelitas recibieron la<br />

indicación <strong>de</strong> rociar sus dinteles con la sangre <strong>de</strong> un cor<strong>de</strong>ro inmolado. Cada casa había <strong>de</strong> ser<br />

señalada, a fin <strong>de</strong> que cuando pasase el ángel en su misión <strong>de</strong> muerte, omitiera los hogares <strong>de</strong> los<br />

israelitas. Después <strong>de</strong> enviar este castigo sobre Egipto, Jehová dijo a Moisés: "Santifícame todo<br />

primogénito, . . . así <strong>de</strong> los hombres como <strong>de</strong> los animales: mío es." "Porque . . . <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día que<br />

yo maté todos los primogénitos en la tierra <strong>de</strong> Egipto, yo santifiqué a mí todos los primogénitos<br />

en Israel, así <strong>de</strong> hombres como <strong>de</strong> animales: míos serán: Yo Jehová.* Una vez establecido el<br />

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