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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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con la diestra <strong>de</strong> mi justicia." "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos <strong>de</strong> la tierra: <strong>por</strong>que yo<br />

soy Dios, y no hay más." Tal es el mensaje que fue escrito en la naturaleza y que el sábado está<br />

<strong>de</strong>stinado a rememorar.<br />

Cuando el Señor or<strong>de</strong>nó a Israel que santificase sus sábados, dijo: "Sean <strong>por</strong> señal entre mí y<br />

vosotros, para que sepáis que yo soy Jehová vuestro Dios."* El sábado fue incor<strong>por</strong>ado en la ley<br />

dada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Sinaí; pero no fue entonces cuando se dio a conocer <strong>por</strong> primera vez como día <strong>de</strong><br />

reposo. El pueblo <strong>de</strong> Israel había tenido conocimiento <strong>de</strong> él antes <strong>de</strong> llegar al Sinaí. Mientras iba<br />

peregrinando hasta allí, guardó el sábado. Cuando algunos lo profanaron, el Señor los reprendió<br />

diciendo: "¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes?"* El sábado no era<br />

para Israel solamente, sino para el mundo entero. Había sido dado a conocer al hombre en el Edén,<br />

y como los <strong>de</strong>más preceptos <strong>de</strong>l Decálogo, es <strong>de</strong> obligación imperece<strong>de</strong>ra. Acerca <strong>de</strong> aquella ley<br />

<strong>de</strong> la cual el cuarto mandamiento forma parte, Cristo <strong>de</strong>clara: "Hasta que perezca el cielo y la<br />

tierra, ni una jota ni un til<strong>de</strong> perecerá <strong>de</strong> la ley." Así que mientras duren los cielos y la tierra, el<br />

sábado continuará siendo una señal <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Creador. Cuando el Edén vuelva a florecer en la<br />

tierra, el santo día <strong>de</strong> reposo <strong>de</strong> Dios será honrado <strong>por</strong> todos los que moren <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l sol. "De<br />

sábado en sábado," los habitantes <strong>de</strong> la tierra renovada y glorificada, subirán a adorar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

mí, dijo Jehová." * Ninguna otra institución confiada a los judíos propendía tan plenamente como<br />

el sábado a distinguirlos <strong>de</strong> las naciones que los ro<strong>de</strong>aban. Dios se propuso que su observancia los<br />

<strong>de</strong>signase como adoradores suyos. Había <strong>de</strong> ser una señal <strong>de</strong> su separación <strong>de</strong> la idolatría, y <strong>de</strong> su<br />

relación con el verda<strong>de</strong>ro Dios. Pero a fin <strong>de</strong> santificar el sábado, los hombres mismos <strong>de</strong>ben ser<br />

santos. Por la fe, <strong>de</strong>ben llegar a ser partícipes <strong>de</strong> la justicia <strong>de</strong> Cristo. Cuando fue dado a Israel el<br />

mandato: "Acordarte has <strong>de</strong>l día <strong>de</strong>l reposo, para santificarlo," el Señor también les dijo: "habeís<br />

<strong>de</strong> serme varones santos" * Únicamente en esa forma podía el sábado distinguir a los israelitas<br />

como adoradores <strong>de</strong> Dios. Al apartarse los judíos <strong>de</strong> Dios, y <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> apropiarse la justicia <strong>de</strong> Cristo<br />

<strong>por</strong> la fe, el sábado perdió su significado para ellos. Satanás estaba tratando <strong>de</strong> exaltarse a sí mismo,<br />

y <strong>de</strong> apartar a los hombres <strong>de</strong> Cristo, y obró para pervertir el sábado, <strong>por</strong>que es la señal <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> Cristo.<br />

Los dirigentes judíos cumplían la voluntad <strong>de</strong> Satanás ro<strong>de</strong>ando <strong>de</strong> requisitos pesados el día <strong>de</strong><br />

reposo <strong>de</strong> Dios. En los días <strong>de</strong> Cristo, el sábado había quedado tan pervertido, que su observancia<br />

reflejaba el carácter <strong>de</strong> hombres egoístas y arbitrarios, más bien que el carácter <strong>de</strong>l amante Padre<br />

celestial. Los rabinos representaban virtualmente a Dios como autor <strong>de</strong> leyes cuyo cumplimiento<br />

era imposible para los hombres. Inducían a la gente a consi<strong>de</strong>rar a Dios como un tirano, y a pensar<br />

que la observancia <strong>de</strong>l sábado, que él les exigía, hacía a los hombres duros y crueles. Era obra <strong>de</strong><br />

Cristo disipar estos conceptos falsos. Aunque los rabinos le perseguían con una hostilidad<br />

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