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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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CAPÍTULO 18 : A él Conviene Crecer<br />

DURANTE un tiempo la influencia <strong>de</strong>l Bautista sobre la nación había sido mayor que la <strong>de</strong> sus<br />

gobernantes, sacerdotes o príncipes. Si hubiese <strong>de</strong>clarado que era el Mesías y encabezado una<br />

rebelión contra Roma, los sacerdotes y el pueblo se habrían agolpado alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su estandarte.<br />

Satanás había estado listo para asediar a Juan el Bautista con toda consi<strong>de</strong>ración halagadora para<br />

la ambición <strong>de</strong> los conquistadores <strong>de</strong>l mundo. Pero, frente a las evi<strong>de</strong>ncias que tenía <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r,<br />

había rechazado constantemente esta magnífica seducción. Había dirigido hacia Otro la atención<br />

que se fijaba en él. Ahora veía que el flujo <strong>de</strong> la popularidad se apartaba <strong>de</strong> él para dirigirse al<br />

Salvador. Día tras día, disminuían las muchedumbres que le ro<strong>de</strong>aban. Cuando Jesús vino <strong>de</strong><br />

Jerusalén a la región <strong>de</strong>l Jordán, la gente se agolpó para oírle. El número <strong>de</strong> sus discípulos<br />

aumentaba diariamente. Muchos venían para ser bautizados, y aunque Cristo mismo no bautizaba,<br />

sancionaba la administración <strong>de</strong>l rito <strong>por</strong> sus discípulos. Así puso su sello sobre la misión <strong>de</strong> su<br />

precursor. Pero los discípulos <strong>de</strong> Juan miraban con celos la popularidad creciente <strong>de</strong> Jesús. Estaban<br />

dispuestos a criticar su obra, y no transcurrió mucho tiempo antes que hallaran ocasión <strong>de</strong> hacerlo.<br />

Se levantó una cuestión entre ellos y los judíos acerca <strong>de</strong> si el bautismo limpiaba el alma <strong>de</strong> pecado.<br />

Ellos sostenían que el bautismo <strong>de</strong> Jesús difería esencialmente <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Juan. Pronto estuvieron<br />

disputando con los discípulos <strong>de</strong> Cristo acerca <strong>de</strong> las palabras que era propio emplear al bautizar,<br />

y finalmente en cuanto al <strong>de</strong>recho que tenía Jesús para bautizar. Los discípulos <strong>de</strong> Juan vinieron a<br />

él con sus motivos <strong>de</strong> queja diciendo: "Rabbí, el que estaba contigo <strong>de</strong> la otra parte <strong>de</strong>l Jordán, <strong>de</strong>l<br />

cual tú diste testimonio, he aquí bautiza, y todos vienen a él." Con estas palabras, Satanás presentó<br />

una tentación a Juan.<br />

Aunque la misión <strong>de</strong> Juan parecía estar a punto <strong>de</strong> terminar, le era todavía posible estorbar la obra<br />

<strong>de</strong> Cristo. Si hubiese simpatizado consigo mismo y expresado pesar o <strong>de</strong>silusión <strong>por</strong> ser superado,<br />

habría sembrado semillas <strong>de</strong> disensión que habrían estimulado la envidia y los celos, y habría<br />

impedido gravemente el progreso <strong>de</strong>l Evangelio. Juan tenía <strong>por</strong> naturaleza los <strong>de</strong>fectos y las<br />

<strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s comunes a la humanidad, pero el toque <strong>de</strong>l amor divino le había transformado. Moraba<br />

en una atmósfera que no estaba contaminada <strong>por</strong> el egoísmo y la ambición, y lejos <strong>de</strong> los miasmas<br />

<strong>de</strong> los celos. No manifestó simpatía alguna <strong>por</strong> el <strong>de</strong>scontento <strong>de</strong> sus discípulos, sino que <strong>de</strong>mostró<br />

cuán claramente comprendía su relación con el Mesías, y cuán alegremente daba la bienvenida a<br />

Aquel cuyo camino había venido a preparar. Dijo: "No pue<strong>de</strong> el hombre recibir algo, si no le fuere<br />

dado <strong>de</strong>l cielo. Vosotros mismos me sois testigos que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy<br />

enviado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo <strong>de</strong>l esposo, que está en<br />

pie y le oye, se goza gran<strong>de</strong>mente <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong>l esposo."<br />

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