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La Vida de Jesus por Elena de White

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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CAPÍTULO 40 : Una Noche Sobre el <strong>La</strong>go<br />

SENTADA sobre la llanura cubierta <strong>de</strong> hierba, en el crepúsculo primaveral, la gente comió los<br />

alimentos que Cristo había provisto. <strong>La</strong>s palabras que había oído aquel día, le habían llegado como<br />

la voz <strong>de</strong> Dios. <strong>La</strong>s obras <strong>de</strong> sanidad que había presenciado, eran <strong>de</strong> tal carácter que únicamente<br />

el po<strong>de</strong>r divino podía realizarlas. Pero el milagro <strong>de</strong> los panes atraía a cada miembro <strong>de</strong> la vasta<br />

muchedumbre. Todos habían participado <strong>de</strong> su beneficio. En los días <strong>de</strong> Moisés, Dios había<br />

alimentado a Israel con maná en el <strong>de</strong>sierto, y ¿quién era éste que los había alimentado ese día,<br />

sino Aquel que había sido anunciado <strong>por</strong> Moisés? Ningún po<strong>de</strong>r humano podía crear, <strong>de</strong> cinco<br />

panes <strong>de</strong> cebada y dos pececillos, bastantes comestibles para alimentar a miles <strong>de</strong> personas<br />

hambrientas. Y se <strong>de</strong>cían unos a otros: "Este verda<strong>de</strong>ramente es el profeta que había <strong>de</strong> venir al<br />

mundo." Durante todo el día esta convicción se había fortalecido. Ese acto culminante les<br />

aseguraba que entre ellos se encontraba el Libertador durante tanto tiempo esperado. <strong>La</strong>s<br />

esperanzas <strong>de</strong> la gente iban aumentando cada vez más. El sería quien haría <strong>de</strong> Ju<strong>de</strong>a un paraíso<br />

terrenal, una tierra que fluyese leche y miel. Podía satisfacer todo <strong>de</strong>seo. Podía quebrantar el po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> los odiados romanos. Podía librar a Judá y Jerusalén. Podía curar a los soldados heridos en la<br />

batalla. Podía pro<strong>por</strong>cionar alimento a ejércitos enteros. Podía conquistar las naciones y dar a Israel<br />

el dominio que <strong>de</strong>seaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho tiempo.<br />

En su entusiasmo, la gente estaba lista para coronarle rey en seguida. Se veía que él no hacía ningún<br />

esfuerzo para llamar la atención a sí mismo, ni para atraerse honores.<br />

En esto era esencialmente diferente <strong>de</strong> los sacerdotes y los príncipes, y los presentes temían que<br />

nunca haría valer su <strong>de</strong>recho al trono <strong>de</strong> David. Consultando entre sí, convinieron en tomarle <strong>por</strong><br />

fuerza y proclamarle rey <strong>de</strong> Israel. Los discípulos se unieron 341a la muchedumbre para <strong>de</strong>clarar<br />

que el trono <strong>de</strong> David era herencia legítima <strong>de</strong> u Maestro. Dijeron que era la mo<strong>de</strong>stia <strong>de</strong> Cristo lo<br />

que le hacía rechazar tal honor. Exalte el pueblo a su Libertador, pensaban. Véanse los arrogantes<br />

sacerdotes y príncipes obligados a honrar a Aquel que viene revestido con la autoridad <strong>de</strong> Dios.<br />

Con avi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>cidieron llevar a cabo su propósito; pero Jesús vio lo que se estaba tramando y<br />

comprendió, como no podían hacerlo ellos, cuál sería el resultado <strong>de</strong> un movimiento tal. Los<br />

sacerdotes y príncipes estaban ya buscando su vida. Le acusaban <strong>de</strong> apartar a la gente <strong>de</strong> ellos. <strong>La</strong><br />

violencia y la insurrección seguirían a un esfuerzo hecho para colocarle sobre el trono, y la obra<br />

<strong>de</strong>l reino espiritual quedaría estorbada. Sin dilación, el movimiento <strong>de</strong>bía ser <strong>de</strong>tenido. Llamando<br />

a sus discípulos, Jesús les or<strong>de</strong>nó que tomasen el bote y volviesen en seguida a Capernaúm,<br />

<strong>de</strong>jándole a él <strong>de</strong>spedir a la gente. Nunca antes había parecido tan imposible cumplir una or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

Cristo.<br />

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