ENCUENTROS SOCIALES Y DIVERSIONES - Gobierno de Jalisco ...
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MEMORIAS DE UN ANTRONAUTA<br />
La fachada <strong>de</strong> la casona en ver<strong>de</strong> ban<strong>de</strong>ra, con ribetes blancos, que constituye<br />
la se<strong>de</strong> <strong>de</strong> este bar <strong>de</strong> postín, no parece distraer la elegante discreción<br />
que se vive en su interior. Ni siquiera el anuncio luminoso con un gato vestido<br />
<strong>de</strong> frac, <strong>de</strong>tenido junto a un farol y ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> notas musicales, <strong>de</strong>sentona<br />
con la burbuja <strong>de</strong> melancólica alegría que espera al que traspasa el cancel <strong>de</strong><br />
barrotes blancos, último vínculo entre el mundo <strong>de</strong> las calles y los cálidos<br />
rincones <strong>de</strong> El Gato Ver<strong>de</strong>.<br />
Al introducirse al bar uno tiene que acce<strong>de</strong>r a la condición felina: agrandar<br />
las pupilas, evadir con agilidad una silla o un mesero, levantar las orejas<br />
para <strong>de</strong>scubrir quién se escon<strong>de</strong> tras los murmullos e intentar ver en la sabia<br />
penumbra que le inva<strong>de</strong> las entrañas al Gato Ver<strong>de</strong>.<br />
Pero la oscuridad no es tan terrible para que no permita verle el rostro a<br />
la persona que nos hace compañía. Tampoco por la falta <strong>de</strong> luz pier<strong>de</strong> sabor la<br />
espléndida cerveza <strong>de</strong> barril que amenaza <strong>de</strong>rramarse a lo largo <strong>de</strong> la noche,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> las siete a la una <strong>de</strong> la madrugada.<br />
En el interior <strong>de</strong>l bar la memoria y el placer hacen <strong>de</strong> las suyas. No<br />
podía ser <strong>de</strong> otra forma con las viandas y las bebidas en las mesas <strong>de</strong> los<br />
clientes y las nostálgicas canciones <strong>de</strong> Mari Tere, la anfitriona y dueña <strong>de</strong> El<br />
Gato Ver<strong>de</strong>.<br />
No se crea que las únicas aves que cruzan la jaula <strong>de</strong> este bar son el<br />
pájaro <strong>de</strong> la melancolía y el mirlo <strong>de</strong> la tristeza. Lo único que suce<strong>de</strong> es que la<br />
alegría <strong>de</strong> El Gato Ver<strong>de</strong> tiene un signo contrario: no es a la presencia <strong>de</strong> lo<br />
amado a lo que se le canta, sino a su ausencia; no se invoca el mo<strong>de</strong>rno y<br />
posmo<strong>de</strong>rno aquí y ahora, sino un tiempo que correspon<strong>de</strong> irremediablemente<br />
al pasado. Pero este no produce por necesidad la pesadumbre o dolorosos<br />
recuerdos en los parroquianos, más bien la sauda<strong>de</strong> los reconforta y los hace<br />
pasar un buen rato.<br />
Ciertamente en El Gato Ver<strong>de</strong> cada cual busca su paraíso en el arcón <strong>de</strong><br />
los recuerdos, pero viviendo con intensidad el momento presente, la copa que<br />
habla a través <strong>de</strong> su espuma cervecera o <strong>de</strong>l vino escanciado, la compañía que<br />
hace posible el diálogo, la otra voz que nos jala a orillas insospechadas. Tal<br />
vez por eso tantos clientes no le pue<strong>de</strong>n ser infieles al Gato Ver<strong>de</strong>: sería como<br />
negar la capacidad <strong>de</strong>l sentimiento para propiciar el asombro, el gozo a pesar<br />
<strong>de</strong>l dolor o la gracia inconmensurable <strong>de</strong>l placer.<br />
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