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Narciso Y Goldmundo - AMPA Severí Torres

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Hermann Hesse <strong>Narciso</strong> Y <strong>Goldmundo</strong><br />

—Ciertamente, si no tenía poder bastante para impedirlos... ¿Viste alguna vez quemar a<br />

judíos, <strong>Goldmundo</strong>?<br />

—Sí, lo vi.<br />

—¿Y lo has impedido?.. . ¿No?... Ya lo ves.<br />

<strong>Goldmundo</strong> refirió con detalle, apasionado y dido, la historia de Rebeca.-<br />

—Y ahora yo me pregunto —concluyó vehemente—, ¿qué mundo es este en el que tenemos<br />

que vivir? ¿No es realmente un infierno? ¿No es algo indignante y abominable?<br />

—En efecto. Así es el mundo.<br />

—¡Ah! —exclamó <strong>Goldmundo</strong> con enojo—. ¿Eso dices ahora? Sin embargo, antaño muchas<br />

veces me aseguraste que el 'mundo era divino, que era una inmensa armonía de esferas<br />

desde cuyo centro señoreaba el Creador, y que todo lo existente era bueno y otras cosas<br />

por el estilo. Sostenías que así se leía en Aristóteles o Santo Tomás. Espero con ansia que<br />

me expliques esa contradicción.<br />

<strong>Narciso</strong> se rió.<br />

—Tu memoria es pasmosa; y, sin embargo, te ha engañado un poco. Siempre he<br />

considerado al Creador como un ser perfecto, mas nunca a la creación. Jamás negué la<br />

existencia del mal en el mundo. Ningún verdadero pensador ha sostenido, amigo mío, que<br />

la vida en la tierra sea armónica y justa y que el hombre sea bueno. Y, por el contrario, que<br />

los pensamientos y anhelos del corazón humano están llenos de maldad,<br />

es cosa que se declara expresamente en la Escritura y vemos confirmada cada día.<br />

—Perfectamente. Por fin veo claro cómo pensáis vosotros, los doctos. Reconocéis, pues, que<br />

el hombre es malo y que la vida sobre la tierra está llena de vileza y basura. Pero detrás de<br />

eso, en vuestros pensamientos y tratados, existe la justicia y la perfección. Existen, se<br />

puede probar su existencia; lo que sucede es que no se hace uso de ellas.<br />

—¡Mucho rencor has acumulado contra nosotros los teólogos, mi buen amigo! Pero sigues<br />

sin ser un pensador, pues todo lo confundes y trastocas. Necesitas aprender algunas cosas<br />

más. ¿Por qué dices que no hacemos uso de la idea de la justicia? Cada día y a cada hora<br />

usamos de ella. Veamos lo que ocurre en el convento que tengo que regir como abad. En<br />

este convento existe la imperfección y el pecado, como en el mundo exterior. Sin embargo,<br />

al pecado original oponemos constantemente la idea de la justicia y tratamos de acomodar<br />

a ella nuestra vida imperfecta, y corregir el mal y poner nuestra vida en permanente<br />

relación con Dios.<br />

—Comprendo, <strong>Narciso</strong>. Pero yo no me refiero a ti ni dudo que seas un abad excelente y<br />

ejemplar. Pienso en Rebeca, en los judíos quemados, en las fosas colectivas, en el inmenso<br />

fenecer, en las calles y aposentos en que yacían y se pudrían ios muertos de peste, en<br />

aquella espantosa desolación, en los niños huérfanos y desamparados, en los perros de las<br />

alquerías que murieron de hambre atados a la cadena. Y cuando pienso en todo eso y<br />

contemplo esas imágenes, siento dolor en el corazón y tengo la impresión de que nuestras<br />

madres nos dieron a luz en un mundo sin esperanza, horrible y demoníaco, y que hubiese<br />

sido mejor que no lo hubiesen hecho y que Dios no hubiese creado este mundo terrible y<br />

que el Salvador no se hubiese dejado crucificar en vano.<br />

<strong>Narciso</strong> hizo al amigo un amable gesto aprobatorio con la cabeza.<br />

—Tienes razón —declaró efusivo—; habla sin reservas, dímelo todo. Pero hay una cosa en<br />

que te engañas de medio a medio. Crees que lo que acabas de expresar son pensamientos<br />

cuando, en realidad, son sentimientos. Son los sentimientos de un hombre angustiado por<br />

el horror de la existencia. Mas no debes olvidar que a esos tristes y desesperados<br />

sentimientos se contraponen otros enteramente distintos. Cuando vas cabalgando en tu<br />

caballo por una hermosa comarca con el cuerpo fresco y animado, o cuando, con harta<br />

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