08.05.2013 Views

Narciso Y Goldmundo - AMPA Severí Torres

Narciso Y Goldmundo - AMPA Severí Torres

Narciso Y Goldmundo - AMPA Severí Torres

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Hermann Hesse <strong>Narciso</strong> Y <strong>Goldmundo</strong><br />

—Oh sí, te quiero.<br />

—¿Pero adonde nos llevará todo esto?<br />

—No lo sé ni me preocupa. El amarte me hace feliz... no pienso en lo que vendrá. Soy feliz<br />

cuando te veo cabalgar y cuando oigo tu voz y cuando tus dedos me acarician el pelo. Y<br />

seré feliz cuando te pueda besar.<br />

—Sólo se puede besar a la novia, <strong>Goldmundo</strong>. ¿No has pensado nunca en eso?<br />

—No, nunca he pensado en eso. ¿Para qué? Sabes tan bien como yo que no puedes ser mi<br />

novia.<br />

—Así es. Y puesto que no puedes ser mi marido ni quedarte a mi lado para siempre, has<br />

hecho muy mal en hablarme de amor. ¿Acaso creíste que podrías seducirme?<br />

—Yo no he creído ni pensado nada, Lidia. En general, pienso mucho menos de lo que<br />

imaginas. Yo no deseo nada más sino que me beses una vez. Hablamos demasiado. Los que<br />

se aman no hablan tanto. Yo creo que tú no me amas.<br />

—Esta mañana has dicho lo contrario.<br />

—¡Y tú hiciste lo contrario!<br />

—¿Yo? ¿Qué quieres decir?<br />

—Primero huíste de mí cuando me viste aparecer. Entonces creí que me amabas. Luego te<br />

echaste a llorar y yo me figuré que era porque sentías amor por mí. Luego apoyé la cabeza<br />

en tus rodillas y tú la acariciaste y creía que aquello era amor. Mas ahora no procedes como<br />

si me amaras.<br />

—Yo no soy como la mujer cuyo pie acariciaste ayer. Parece que estuvieras acostumbrado a<br />

ese tipo de mujeres.<br />

—No; gracias a Dios, eres más hermosa y más delicada que ella.<br />

—No pienso yo lo mismo.<br />

—Pero es la verdad. ¿Acaso sabes lo hermosa que eres?<br />

—Tengo un espejo.<br />

—¿Has visto en él alguna vez tu rostro, Lidia? ¿Y luego los hombros, y las uñas de las<br />

manos, y las rodillas? ¿Y has visto cómo todo empareja y concuerda entre sí, cómo todo<br />

tiene la misma forma, una forma larga, estirada, firme, sumamente elegante? ¿Lo has<br />

visto?<br />

—¡Qué manera de hablar! En realidad no lo he visto jamás, pero al oírte tales cosas he<br />

descubierto tu intención. Eres, en efecto, un seductor y tratas de hacerme vanidosa.<br />

—Lástima que no te pueda contentar. Pero ¿por qué había de tener interés en hacerte<br />

vanidosa? Eres bella y quisiera que supieses que ello me complace sobremanera. Tú me<br />

obligas a decírtelo con palabras; pudiera decírtelo mucho mejor que con palabras. ¡Con<br />

palabras nada puedo darte! Con palabras tampoco puedo aprender nada de ti, ni tú de mí.<br />

—¿Qué aprendería yo de ti?<br />

—Yo de ti, Lidia, y tú de mí. Pero no quieres. Sólo quieres amar a aquel de quien vayas a<br />

ser novia. Y él se echará a reír cuando vea que no has aprendido nada, ni siquiera a besar.<br />

—Ya, ya. ¿De modo que tú quisieras darme enseñanza en materia de besos, señor profesor?<br />

El le sonrió. Aunque no le agradaran sus palabras, acertaba a rastrear tras su sensato<br />

lenguaje, un tanto vehemente y falso, cómo su juventud era presa de la concupiscencia y se<br />

defendía de ella angustiadamente.<br />

Página 53 de 145

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!