Narciso Y Goldmundo - AMPA Severí Torres
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Hermann Hesse <strong>Narciso</strong> Y <strong>Goldmundo</strong><br />
a la vida errante a que estabas acostumbrado. Si vuelves a aparecer por las cercanías de mi<br />
casa, te matarán de un tiro. No quiero tomarme venganza de ti; hubiese debido ser más<br />
prudente y no permitir que un sujeto tan mozo se acercara a mis hijas. Pero si osas<br />
regresar, perderás la vida. Vete, pues, y que Dios te perdone.<br />
Permanecía quieto y erguido, y a la pálida luz de la mañana de nieve su rostro de barba gris<br />
parecía apagado. Como un espectro, permanecía quieto y erguido, y no se movió del lugar<br />
hasta que <strong>Goldmundo</strong> desapareció tras el primer cerro. Habíanse desvanecido los fulgores<br />
rojizos en el cielo nublado, no lució el sol, empezó lentamente a nevar con copos tenues,<br />
vacilantes.<br />
CAPÍTULO IX<br />
<strong>Goldmundo</strong> conocía la comarca por haberla recorrido en sus paseos a caballo; sabía que<br />
pasando el helado juncal se encontraba uno de los graneros del caballero, y más allá una<br />
alquería donde le conocían; en cualquiera de estos lugares podía descansar y pasar la<br />
noche. Lo demás ya se vería mañana. Poco a poco le volvió el ansia de libertad y de tierras<br />
extrañas que por un tiempo había perdido. Las tierras extrañas no tenían un sabor muy<br />
grato en aquel día de invierno gélidamente hosco, olían demasiado a penalidades, a hambre<br />
y estrechez, mas, sin embargo, su lejanía, su grandeza y su áspero rigor sonaban en el<br />
delicado y confuso corazón del joven con un tono sedante y casi consolador.<br />
Estaba fatigado de tanto correr. Se acabó el cabalgar, pensaba. ¡Oh ancho mundo! Caía<br />
poca nieve; en lontananza las crestas de los bosques y las nubes se confundían en una<br />
masa gris, la quietud se extendía indefinidamente, hasta los confines del mundo. ¿Qué sería<br />
ahora de Lidia, de aquel pobre corazón angustiado? Sintió compasión de ella; en ella<br />
pensaba con ternura mientras descansaba sentado en medio del desierto juncal bajo un<br />
fresno solitario y pelado. El frío le obligó, finalmente, a abandonar el lugar, se irguió con las<br />
piernas entumecidas, fue apretando gradualmente el paso, la escasa luz de aquel día<br />
nebuloso parecía ya declinar. Mientras avanzaba a buen tranco por los campos desiertos, se<br />
le disipaban los pensamientos. Lo que ahora importaba no era pensar o alimentar<br />
sentimientos, por tiernos y hermosos que fuesen, sino mantenerse caliente, encontrar a<br />
tiempo un lugar para pasar la noche, arreglárselas, como las martas y los zorros, para vivir<br />
en aquel mundo helado e inhóspito y evitar sucumbir en medio del campo; lo demás carecía<br />
de valor.<br />
Como creyera oír un lejano batir de cascos, miró sorprendido a su alrededor. ¿Sería posible<br />
que alguien lo siguiera? Echó mano al cuchillo de monte que llevaba en el bolsillo y lo aflojó<br />
de su vaina de madera. Ahora veía ya al jinete; a distancia descubrió que montaba un<br />
caballo de la cuadra del caballero y que venía en derechura hacia él. Hubiese sido inútil<br />
huir; se detuvo y esperó, sin sentir realmente miedo, aunque estaba tenso y curioso y le<br />
palpitaba el corazón. Una idea le cruzó fugaz e impetuosamente por la cabeza: "No me<br />
vendría mal liquidar a este jinete; tendría un jaco y el mundo sería mío." Mas cuando<br />
reconoció al jinete, que no era otro que Juan, el mozo de cuadra, con sus ojos zarcos, como<br />
de agua, y su semblante bondadoso y tímido, no pudo menos de echarse a reír; para matar<br />
a este hombre bueno y dulce sería menester tener el corazón de piedra. Saludó<br />
cordialmente a Juan y también saludó con cariño al caballo Aníbal, que lo reconoció en<br />
seguida, y le acarició el cuello caliente y húmedo.<br />
—¿Adonde vas, Juan? —le preguntó.<br />
—En tu busca —respondió el mozo con una risa que le hacía enseñar los dientes<br />
blanquísimos—. ¡No has corrido poco, en verdad! En fin, no puedo detenerme; vengo,<br />
únicamente, a traerte un saludo y entregarte esto.<br />
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