08.05.2013 Views

Narciso Y Goldmundo - AMPA Severí Torres

Narciso Y Goldmundo - AMPA Severí Torres

Narciso Y Goldmundo - AMPA Severí Torres

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Hermann Hesse <strong>Narciso</strong> Y <strong>Goldmundo</strong><br />

que también nosotros somos transitorios y de que no tardaremos en marchitarnos. Y si<br />

como artistas creamos imágenes o como pensadores buscamos leyes y formulamos<br />

pensamientos, únicamente lo hacemos para salvar algo de la gran danza de la muerte, para<br />

asentar algo que dure más que nosotros. La mujer que sirvió de modelo al maestro para su<br />

hermosa Virgen tal vez esté ya marchita o muerta, y pronto morirá él también, y otros<br />

vivirán en su casa y otros comerán a su mesa... pero su obra permanecerá, seguirá<br />

brillando en la tranquila iglesia conventual cien años después y mucho tiempo más, y<br />

conservará su hermosura, y seguirá sonriendo con la misma boca tan lozana como triste.<br />

Oyó al maestro bajar la escalera y corrió al taller. El maestro Nicolao iba y venía, mirando<br />

una y otra vez el dibujo de <strong>Goldmundo</strong>; finalmente, se detuvo junto a la ventana, y en su<br />

manera un tanto tarda y seca, dijo:<br />

—Es costumbre entre nosotros que el aprendiz pase, por lo menos, cuatro años avezándose<br />

en el oficio y que su padre pague al maestro una cantidad por el aprendizaje.<br />

<strong>Goldmundo</strong> pensaba que, puesto que el maestro había hecho una pausa, sin duda temía<br />

que no le pagara retribución alguna por el aprendizaje. Con la rapidez del rayo, sacó su<br />

cuchillo de la faltriquera, cortó los hilos que sujetaban el escondido ducado y lo extrajo.<br />

Nicolao lo contemplaba asombrado, y cuando <strong>Goldmundo</strong> le ofreció la moneda de oro se<br />

echó a reír.<br />

—¿Ah, era por eso? —profirió—. No, joven amigo, guarda tu moneda. Escucha. Sólo quise<br />

decirte que tal se acostumbra a hacer en nuestro gremio con los aprendices. Pero ni yo soy<br />

un maestro común y corriente ni tú eres tampoco un aprendiz como los demás. Un aprendiz<br />

de éstos suele empezar su aprendizaje a los trece, catorce o, todo lo más, a los quince<br />

años, y la mitad de su aprendizaje se lo pasa haciendo de criado y cabeza de turco. Pero tú<br />

eres ya un rapaz talludo y, por la edad, hace tiempo que pudieras ser oficial y aun maestro.<br />

Nunca se ha visto en nuestro gremio a un aprendiz con barba. Además ya te dije que no<br />

quería aprendices en mi casa. Y, por otra parte, no tienes tú aire de permitir que te manden<br />

y te envíen a un lado y a otro.<br />

<strong>Goldmundo</strong> ardía de impaciencia; las sensatas palabras del maestro lo tenían en vilo y le<br />

parecían tremendamente aburridas y propias de un dómine. Prorrumpió:<br />

—¿Por que me decís todo eso si no tenéis el propósito de darme enseñanza?<br />

El maestro prosiguió impasible, en su acostumbrada manera:<br />

—He reflexionado sobre tu deseo durante una hora y tú debes también escucharme ahora<br />

con paciencia. He visto tu dibujo. Aunque tiene faltas, es, con todo, hermoso. Si no lo fuera,<br />

te daría medio florín y te despacharía, y terminaría olvidándote. Sobre el dibujo no quiero<br />

decir más. Quisiera ayudarte a ser un artista porque esa es quizá tu vocación. Pero no<br />

puedes ser ya un aprendiz. Y el que no ha sido aprendiz ni ha cumplido el período del<br />

aprendizaje tampoco puede ser, en nuestro gremio, oficial ni maestro. Por adelantado te lo<br />

digo. Pero debes hacer una tentativa. Si te es posible quedarte una temporada aquí, en esta<br />

ciudad, ven junto a mí y acaso aprendas algo. No habrá obligación ni contrato de ninguna<br />

especie, y cuando quieras te largas. Te autorizo para que me quiebres un par de gubias y<br />

me eches a perder unos trozos de madera; y si se hace evidente que no naciste para<br />

imaginero, te irás junto a otro. ¿Estás contento?<br />

<strong>Goldmundo</strong> había escuchado las palabras del maestro lleno de vergüenza y emoción.<br />

—Os lo agradezco con toda mi alma —exclamó—. No tengo hogar y sabré defenderme aquí,<br />

en la ciudad, lo mismo que afuera en los bosques. Me explico que no queráis cargaros de<br />

cuidados y responsabilidad por mí como por cualquier jovenzuelo aprendiz. Estimo una gran<br />

dicha poder aprender con vos. De todo corazón os agradezco lo que hacéis por mí.<br />

Página 74 de 145

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!