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Narciso Y Goldmundo - AMPA Severí Torres

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Hermann Hesse <strong>Narciso</strong> Y <strong>Goldmundo</strong><br />

Leía con detenimiento en la faz que aparecía en el espejo, como si ¡e interesara<br />

grandemente informarse sobre aquel extraño. Hízole señal con la cabeza y lo reconoció: sí,<br />

era él mismo, correspondía a la sensación que de sí propio tenía. Del viaje había retornado<br />

un anciano ya muy cansado y un tanto decrépito, un hombre insignificante, con el que no<br />

era posible alardear ni presumir, y, sin embargo, no lo aborrecía y aun sentía afecto por él:<br />

tenia en la cara, no obstante su cansancio y arruinamiento, algo que el lindo <strong>Goldmundo</strong> de<br />

antaño no tenía, un aire de contento o, al menos, de serenidad. Rióse entre dientes y<br />

advirtió que la imagen del espejo se reía con él: ¡Vaya apuesto galán con que había<br />

regresado de su viaje! Volvía estropeado y quemado de su breve excursión a caballo, y no<br />

sólo había perdido su jaco y su zurrón y sus táleros sino también otras cosas: la juventud,<br />

la salud, la confianza en sí mismo, los colores del rostro y la fuerza de la mirada. Con todo,<br />

le gustaba la imagen: aquel sujeto viejo y extenuado del espejo le resultaba más grato que<br />

el <strong>Goldmundo</strong> que había sido durante tanto tiempo. Era más viejo, más débil, más mísero,<br />

pero también más dulce y más tranquilo; resultaba ahora más fácil entenderse con él. Se<br />

rió y bajó uno de los párpados, ya cubiertos de arrugas. Luego se volvió a tender en el<br />

lecho, y ahora se durmió.<br />

Al día siguiente, cuando se hallaba sentado a la mesa de su alcoba, intentando dibujar<br />

alguna cosa, llegó <strong>Narciso</strong> a visitarlo. Se detuvo en la puerta y dijo:<br />

—Me anunciaron que habías regresado. Inmensa es mi alegría, bendito sea el Señor. Y<br />

como no has ido a verme, he venido yo junto a ti. ¿Te molesto en tu trabajo?<br />

Se aproximó; <strong>Goldmundo</strong> se puso de pie y le alargó la mano. Aunque Erico ya lo había<br />

preparado, el aspecto de su amigo le produjo honda alarma. Éste le sonrió cordialmente.<br />

—Pues bien, aquí me tienes otra vez. ¿Cómo te va? Hace algún tiempo que no nos vemos.<br />

Perdóname que todavía no hubiese ido a visitarte.<br />

<strong>Narciso</strong> le miró a los ojos. Y no sólo vio el apagamiento y la lastimosa marchitez de su<br />

semblante sino también lo otro, aquel aire extrañamente grato de serenidad, incluso de<br />

indiferencia, de resignación, de apacible ancianidad. Avezado a leer en las caras de los<br />

hombres, vio, asimismo, que aquel <strong>Goldmundo</strong> tan cambiado y que tan extraño se había<br />

vuelto ya no pertenecía por entero al presente y que, o bien su alma se había alejado a<br />

gran distancia de la realidad y vagaba por caminos de ensueño, o bien estaba ya ante la<br />

puerta que conduce a la otra vida.<br />

—¿Te encuentras enfermo? —le preguntó amablemente.<br />

—Sí, también estoy enfermo. Me enfermé al comienzo de mi viaje, ya en los primeros días.<br />

Pero comprenderás que no haya querido regresar en seguida. Os habríais reído de mí si tan<br />

pronto hubiese retornado y vuelto a quitarme las botas de montar. No, me era<br />

imposible. Seguí adelante y anduve vagando un poco; me avergonzaba el fracaso de mi<br />

viaje. Fue una fanfarronada. En fin, que me dio vergüenza. Tú lo comprendes porque eres<br />

un hombre inteligente. Perdona, ¿preguntaste algo? Parece cosa de brujería, a menudo<br />

pierdo el hilo. Ah, en aquello de mi madre procediste con acierto. Me ha hecho sufrir no<br />

poco, pero...<br />

Su murmullo se apagó en una sonrisa.<br />

—Te sanaremos, <strong>Goldmundo</strong>, no té faltará nada. Pero fue una lástima que no regresaras<br />

apenas te sentiste mal. No tienes por qué avergonzarte de nosotros. Hubieras debido<br />

volverte en seguida.<br />

<strong>Goldmundo</strong> se rió.<br />

—Sí, ahora me doy cuenta. No me atrevía a retornar así como así. Me abochornaba. Pero<br />

ahora ya estoy aquí y vuelvo a sentirme bien.<br />

—¿Tuviste dolores?<br />

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