ISAAC ASIMOV HISTORIA DE LOS EGIPCIOS - Sala de Historia
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Isaac Asimov <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> los egipcios<br />
bajo la recelosa mirada <strong>de</strong> los romanos.<br />
Los cristianos<br />
La difusión <strong>de</strong> la cultura griega entre los pueblos que habían creado las más<br />
antiguas civilizaciones <strong>de</strong> África y Asia <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Alejandro Magno, no se<br />
realizó, obviamente, sin contrapartida. Los griegos entraron en contacto con culturas<br />
extranjeras y, a su pesar, fueron atraídos por ciertos aspectos <strong>de</strong> éstas.<br />
Las religiones extranjeras eran particularmente interesantes, pues con frecuencia<br />
solían ser más coloristas, más intensamente ritualistas y más emotivas que los cultos<br />
oficiales <strong>de</strong> griegos y romanos. (Los griegos tenían también sus «religiones mistéricas»<br />
populares relacionadas con el ciclo agrícola, pero eran más bien algo así como socieda<strong>de</strong>s<br />
secretas y no religiones generalizadas). Las religiones <strong>de</strong> Oriente comenzaron a penetrar<br />
en Occi<strong>de</strong>nte.<br />
Una vez que Roma hubo impuesto su dominio sobre todo el Mediterráneo e<br />
impreso sobre el mundo el sello <strong>de</strong> la paz, la mezcla <strong>de</strong> culturas continuó incluso con<br />
mayor rapi<strong>de</strong>z y facilidad, y lo que en su día habían sido religiones locales extendieron su<br />
influencia <strong>de</strong> un extremo a otro <strong>de</strong>l imperio.<br />
Durante los dos primeros siglos <strong>de</strong>l imperio, Egipto fue el origen <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las<br />
más vitales <strong>de</strong> estas religiones en expansión. El helenizado culto egipcio <strong>de</strong> Serapis<br />
(véase pág. 88) se difundió primero por Grecia y <strong>de</strong>spués por Roma. Augusto y Tiberio lo<br />
<strong>de</strong>saprobaron, pues abrigaban el vano sueño <strong>de</strong> restaurar las primitivas virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Roma,<br />
pero el culto se difundió <strong>de</strong> todas maneras. En tiempos <strong>de</strong> Trajano y <strong>de</strong> Adriano no<br />
quedaba un solo rincón en el imperio que no contase con sus <strong>de</strong>votos <strong>de</strong> esta forma <strong>de</strong><br />
religión, que se remontaba a la época <strong>de</strong> los constructores <strong>de</strong> pirámi<strong>de</strong>s y <strong>de</strong> sus<br />
pre<strong>de</strong>cesores tres mil años antes.<br />
Más atractivo aún fue el culto <strong>de</strong> Isis, la principal diosa egipcia, a la que se pintaba<br />
como la hermosa «Reina <strong>de</strong> los Cielos». Su influencia comenzó a penetrar en Roma ya en<br />
los oscuros días <strong>de</strong> Aníbal, cuando los romanos pensaban que la <strong>de</strong>rrota era segura si no<br />
contaban con algún tipo <strong>de</strong> ayuda divina y estaban dispuestos a probar fortuna con<br />
cualquier divinidad. Con el tiempo se edificaron templos <strong>de</strong> Isis y se celebraron sus<br />
rituales incluso en la lejana isla <strong>de</strong> Britania, a dos mil millas <strong>de</strong>l Nilo.<br />
Pero si Egipto dio una religión al mundo, también recibió una <strong>de</strong>l exterior: <strong>de</strong><br />
Ju<strong>de</strong>a.<br />
En el último siglo <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> Ju<strong>de</strong>a, cuando muchos afirmaban ser el<br />
mesías que el pueblo judío esperaba tan ansiosamente, surgió uno que se llamaba Joshua.<br />
Había nacido durante el reinado <strong>de</strong> Augusto, hacia el 4 a. C, y fue aceptado como Mesías<br />
por sus discípulos. Dicho <strong>de</strong> otro modo: se trataba <strong>de</strong> Joshua el Mesías, o, en su forma<br />
griega, Jesucristo. En el 29, durante el reinado <strong>de</strong> Tiberio, fue crucificado como opositor<br />
político que aspiraba a ser rey <strong>de</strong> los judíos.<br />
La creencia en el carácter mesiánico <strong>de</strong> Jesús no terminó con su crucifixión, pues<br />
se difundió la historia <strong>de</strong> que había resucitado <strong>de</strong> entre los muertos. A las diversas sectas<br />
judías que florecieron en esta época, se añadió así una más: la <strong>de</strong> los seguidores <strong>de</strong> las<br />
enseñanzas <strong>de</strong> Jesucristo, o, como pronto se los llamaría, la <strong>de</strong> los cristianos.<br />
En los primeros años <strong>de</strong> existencia <strong>de</strong> esta secta, nadie podía pensar que fuera a<br />
tener futuro, excepto en el seno <strong>de</strong>l judaísmo. Y el propio judaísmo distaba mucho <strong>de</strong><br />
haber tenido éxito en su penetración <strong>de</strong>l pensamiento griego y romano como lo habían<br />
tenido, por ejemplo, los ritos egipcios.<br />
No obstante, el firme monoteísmo <strong>de</strong> los judíos y su elevado código moral<br />
constituían un factor <strong>de</strong> atracción para numerosos individuos hastiados <strong>de</strong> las<br />
supersticiones y <strong>de</strong>l sensualismo <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong> las religiones <strong>de</strong> la época. De ahí que<br />
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