ISAAC ASIMOV HISTORIA DE LOS EGIPCIOS - Sala de Historia
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Isaac Asimov <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> los egipcios<br />
disputa, ni le interesaban, pero comprendía perfectamente cuáles podían ser los peligros<br />
políticos. Dependía <strong>de</strong> los cristianos <strong>de</strong>l imperio, que le daban su apoyo, pero sólo a<br />
cambio <strong>de</strong> su actitud pro-cristiana. Ahora bien, si los cristianos comenzaban a pelear entre<br />
sí, su apoyo per<strong>de</strong>ría eficacia. A<strong>de</strong>más, sus oponentes políticos podrían siempre ofrecer<br />
su apoyo a una <strong>de</strong> las facciones, prometiéndole la supresión <strong>de</strong> la otra.<br />
Por ello, en el 325, Constantino I convocó una gigantesca reunión <strong>de</strong> obispos en la<br />
ciudad <strong>de</strong> Nicea, a unas treinta y cinco millas al sur <strong>de</strong> su capital, Nicomedia, a quienes<br />
or<strong>de</strong>nó que resolvieran la cuestión <strong>de</strong> una vez por todas. Fue éste el primer «Concilio<br />
ecuménico» —es <strong>de</strong>cir, el primero «a escala mundial»—, al participar en él obispos <strong>de</strong><br />
todo el Imperio, y no sólo <strong>de</strong> una o dos provincias.<br />
La disputa quedó zanjada, al menos sobre el papel. El Concilio votó la adopción<br />
<strong>de</strong> una fórmula («la doctrina <strong>de</strong> Nicea») a la que todos los cristianos <strong>de</strong>bían adherirse, que<br />
aceptaba el trinitarismo. Arrio y muchos <strong>de</strong> los más inveterados arrianos fueron enviados<br />
al exilio.<br />
Teóricamente, el punto <strong>de</strong> vista trinitarista fue aceptado por toda la Iglesia, por la<br />
Iglesia universal o, para usar el término griego que significa «universal», por la Iglesia<br />
católica. Por ello se llama católicos a los que apoyaron el trinitarismo y se consi<strong>de</strong>ra al<br />
arrianismo como una herejía (un sector minoritario, cuyas opiniones no han sido<br />
aceptadas oficialmente por la Iglesia).<br />
En el 325, pues, Alejandría parecía haber alcanzado un nuevo momento cumbre.<br />
La propia Roma le estaba a la zaga. El medio siglo <strong>de</strong> caos político que había precedido a<br />
la subida al po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Diocleciano había llevado a la ciudad <strong>de</strong> Roma a un serio <strong>de</strong>clive en<br />
su riqueza y prestigio. En el 271 Aureliano se vio obligado a construir murallas alre<strong>de</strong>dor<br />
<strong>de</strong> Roma —lo que significaba una tácita admisión <strong>de</strong> que la ciudad ya no estaba tan a<br />
salvo como antes <strong>de</strong> sus enemigos.<br />
Luego, cuando Diocleciano fijó su capital en Nicomedia, Roma perdió algo más<br />
<strong>de</strong> su prestigio, pues no era ya la se<strong>de</strong> <strong>de</strong>l emperador. Pero tampoco Nicomedia se<br />
benefició gran cosa: pese a la presencia <strong>de</strong>l emperador, esta ciudad siguió siendo una<br />
ciudad <strong>de</strong> provincia <strong>de</strong> segunda fila.<br />
Esto <strong>de</strong>jó a Alejandría sin rival. Esta era la gran ciudad <strong>de</strong>l imperio, el centro que<br />
irradiaba influencia, la cabeza <strong>de</strong> la teología cristiana, la fuerza que respaldaba la victoria<br />
trinitarista <strong>de</strong> Nicea. Nunca, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tiempos <strong>de</strong> Ptolomeo III, seis siglos antes, había<br />
parecido tan gran<strong>de</strong> el dominio <strong>de</strong> Alejandría y Egipto sobre el mundo.<br />
Constantinopla<br />
Y entonces Constantino I tomó una <strong>de</strong>cisión que asestó un tremendo golpe a la<br />
posición <strong>de</strong> Alejandría: <strong>de</strong>cidió crear una nueva capital. El lugar elegido estaba situado en<br />
la orilla europea <strong>de</strong>l Bósforo, el angosto estrecho que separa a Europa <strong>de</strong> Asia menor, y en<br />
el que se levantaba la ciudad griega <strong>de</strong> Bizancio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía casi mil años.<br />
Constantino tardó cuatro años en construir su nueva capital, no escatimando<br />
esfuerzo alguno para que fuera todo lo amplia, pródiga, lujosa que pudiera ser; saqueando<br />
las obras <strong>de</strong> arte <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l imperio para llevarlas a la nueva capital; alentando a<br />
la burocracia y aristocracia <strong>de</strong> Roma para que se instalase en la «nueva Roma». En el 330<br />
la ciudad, <strong>de</strong>dicada al emperador, se <strong>de</strong>nominó Constantinopla (la «ciudad <strong>de</strong><br />
Constantino»). Súbitamente Alejandría se encontró <strong>de</strong>splazada <strong>de</strong> nuevo a un segundo<br />
lugar, pues la nueva ciudad se enriqueció pronto, aumentando su esplendor y población, y<br />
pronto se convirtió en lo que iba a seguir siendo durante casi un milenio: la mayor ciudad<br />
<strong>de</strong>l mundo cristiano.<br />
La situación <strong>de</strong> Alejandría se hizo más insoportable que en el pasado. Ser<br />
segundona respecto <strong>de</strong> Roma, que era una ciudad no griega, cuyo renombre le había<br />
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