ISAAC ASIMOV HISTORIA DE LOS EGIPCIOS - Sala de Historia
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Isaac Asimov <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> los egipcios<br />
<strong>de</strong>sempeñan un papel en la guerra psicológica. En la época mo<strong>de</strong>rna, Napoleón III<br />
embelleció París por esta razón y hace unos años las potencias occi<strong>de</strong>ntales han<br />
promovido <strong>de</strong>liberadamente —y, por cierto, con notable éxito— la prosperidad <strong>de</strong> Berlín<br />
Occi<strong>de</strong>ntal al objeto <strong>de</strong> minar la moral <strong>de</strong> la Alemania Oriental.<br />
La gran reina<br />
A Tutmosis I le sucedió un monarca aún más notable. Este no fue Tutmosis II, su<br />
hijo y sucesor. Tutmosis II gobernó en unión <strong>de</strong> su padre hasta el fin <strong>de</strong>l reinado <strong>de</strong> este<br />
último y en nombre propio durante muy corto tiempo, si es que lo llegó a hacer.<br />
El verda<strong>de</strong>ro sucesor fue, más bien, una mujer, hija <strong>de</strong> Tutmosis I y esposa <strong>de</strong><br />
Tutmosis II.<br />
Era bastante común que los príncipes egipcios se casasen con sus hermanas,<br />
costumbre que hoy nos parece extraña. Al respecto po<strong>de</strong>mos aducir todo tipo <strong>de</strong> razones.<br />
Pue<strong>de</strong> que la herencia <strong>de</strong> la tierra pase originalmente a través <strong>de</strong> las hijas, procedimiento<br />
antiguo, proveniente quizá <strong>de</strong> un período primitivo anterior al establecimiento <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a<br />
<strong>de</strong> la paternidad, o incluso <strong>de</strong> una época en la que las mujeres controlaban las labores<br />
agrícolas (mientras los hombres continuaban cazando) y por ello eran propietarias <strong>de</strong> la<br />
tierra. Los anticuados y ultraconservadores egipcios pudieron haber perseverado en esta<br />
antigua i<strong>de</strong>a y haber pensado que el hijo <strong>de</strong>l rey no sería nunca verda<strong>de</strong>ramente rey hasta<br />
que no se hubiese casado con la hija <strong>de</strong>l rey, que era la auténtica here<strong>de</strong>ra.<br />
También pue<strong>de</strong> ser que los príncipes egipcios consi<strong>de</strong>rasen necesario casarse sólo<br />
con sus iguales —actitud presuntuosa que suele darse en las casas reales—. Ciertamente,<br />
dicha actitud era común entre la realeza europea y se mantiene hasta nuestros días. Los<br />
matrimonios reales europeos se realizaban frecuentemente entre primos hermanos, o<br />
entre tíos y sobrinas. El dogma <strong>de</strong> la Iglesia no permitía tales alianzas entre las personas<br />
corrientes, pero el escaso número <strong>de</strong> individuos <strong>de</strong> sangre real las hacían, en este caso,<br />
necesarias, por lo que la Iglesia concedía dispensas especiales.<br />
Sin embargo, para la casa real egipcia no existía otra <strong>de</strong> igual rango, en todos sus<br />
días <strong>de</strong> gloria. Así, pues, la presunción pudo dictar el matrimonio entre hermana y<br />
hermano, o hermanastra si el padre tenía más <strong>de</strong> una esposa, como solía ser el caso.<br />
Tutmosis II se había casado con su hermanastra Hatshepsut. Cuando Tutmosis II<br />
murió, en el 1490 a. C, a su joven hijo, cuya madre era una concubina (y no Hatshepsut),<br />
le correspondía, en teoría, ser el nuevo faraón con el nombre <strong>de</strong> Tutmosis III, pero éste era<br />
<strong>de</strong>masiado joven para reinar y Hatshepsut, su tía y madrastra, actuó como regente.<br />
Hatshepsut fue una mujer enérgica y pronto asumió los plenos po<strong>de</strong>res <strong>de</strong> un<br />
faraón. En los monumentos que construyó, se representa a sí misma con vestiduras<br />
masculinas y con forma <strong>de</strong> varón —omitiendo incluso los pechos e incluyendo una barba<br />
postiza—. Fue la primera mujer importante en la historia que llegó a gobernar, cuyo<br />
nombre conocemos.<br />
Por supuesto que una barba falsa no pue<strong>de</strong> lograrlo todo. Así Hatshepsut no podía<br />
mandar a<strong>de</strong>cuadamente un ejército ni esperar que los generales (e incluso aún más quizá<br />
los soldados comunes) obe<strong>de</strong>ciesen a una mujer. O tal vez se <strong>de</strong>biese a que no tuvo<br />
especiales <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> hacerlo. Su reinado representa un intervalo <strong>de</strong> paz en la belicosa<br />
historia <strong>de</strong> la dinastía, y Hatshepsut se <strong>de</strong>dicó a enriquecer el país mediante la industria en<br />
vez <strong>de</strong> hacerlo mediante el saqueo. Por ejemplo, estuvo especialmente interesada en las<br />
minas <strong>de</strong>l Sinaí y trató <strong>de</strong> expandir el comercio egipcio.<br />
Edificó un hermoso templo al otro lado <strong>de</strong>l río, frente a Tebas y sobre sus muros<br />
pintó cuidadosamente escenas <strong>de</strong> una expedición comercial a Punt patrocinada por ella.<br />
Los productos importados están cuidadosa e incluso bellamente dibujados e incluyen una<br />
pantera y algunos monos (¿<strong>de</strong>searía Hatshepsut estos animales como mascotas o tendría<br />
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