ISAAC ASIMOV HISTORIA DE LOS EGIPCIOS - Sala de Historia
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Isaac Asimov <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> los egipcios<br />
la majestad <strong>de</strong>l monarca.<br />
En siglos posteriores los griegos crearon mitos relativos a monstruos con cuerpo<br />
<strong>de</strong> león y cabeza humana (<strong>de</strong> mujer más que <strong>de</strong> hombre, sin embargo), que se inspiraron<br />
probablemente en las esculturas egipcias. Los griegos <strong>de</strong>bieron consi<strong>de</strong>rar que tales<br />
monstruos eran peligrosos para el hombre, pues llamaron a estas mujeres-león esfinges,<br />
término <strong>de</strong>rivado <strong>de</strong> la palabra griega que significa «el que estrangula». Existe un famoso<br />
mito referido a una esfinge griega; según aquél, el monstruo obligaba a los que pasaban<br />
por el lugar a <strong>de</strong>scifrar enigmas, y mataba a los que no los acertaban. Por esta razón, <strong>de</strong><br />
toda persona que cultiva un aire misterioso se dice que es como la esfinge.<br />
Los griegos aplicaron el mismo nombre a las estatuas egipcias que representaban<br />
a leones con cabeza humana, <strong>de</strong> las que había miles en la región. Aunque sólo una era <strong>de</strong><br />
gran tamaño, y ésa era la construida por Jafre. Se trata <strong>de</strong> la «Gran Esfinge», y su<br />
silencioso cavilar en el <strong>de</strong>sierto refuerza la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> misterio que evoca la palabra. El rostro<br />
<strong>de</strong> la Gran Esfinge se encuentra hoy gravemente <strong>de</strong>teriorado, <strong>de</strong>bido a que los soldados <strong>de</strong><br />
Napoleón, haciendo gala <strong>de</strong> un comportamiento criminal, se divirtieron en utilizarlo<br />
como blanco en sus prácticas <strong>de</strong> tiro.<br />
También las pirámi<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las dinastías posteriores, aunque <strong>de</strong> menor tamaño y<br />
más toscas, nos son útiles, ya que sus muros interiores están cubiertos <strong>de</strong> himnos y<br />
encantamientos <strong>de</strong>stinados a facilitar la entrada <strong>de</strong>l rey o <strong>de</strong> la reina en el más allá. Los<br />
Textos <strong>de</strong> las Pirámi<strong>de</strong>s, como se los llama, son guías valiosos para el conocimiento <strong>de</strong>l<br />
pensamiento religioso egipcio. A<strong>de</strong>más, los textos en cuestión, junto al Libro <strong>de</strong> los<br />
Muertos, son los documentos religiosos más antiguos <strong>de</strong> que disponemos.<br />
Deca<strong>de</strong>ncia<br />
La IV Dinastía terminó sus días hacia el 2500 a. C., pocos años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />
muerte <strong>de</strong> Menkure y tras un espléndido siglo lleno <strong>de</strong> hechos grandiosos. ¿Sé <strong>de</strong>bió esto<br />
a la prematura muerte <strong>de</strong>l sucesor <strong>de</strong> Menkure y a la falta <strong>de</strong> un here<strong>de</strong>ro masculino, o tal<br />
vez al triunfo <strong>de</strong> una rebelión? No hay manera <strong>de</strong> saberlo. Incluso la leyenda permanece<br />
silenciosa.<br />
No hay dudas <strong>de</strong> que había facciones. Egipto había permanecido bajo un único<br />
po<strong>de</strong>r durante cinco siglos antes <strong>de</strong> la IV Dinastía, pero ello no había podido acabar<br />
completamente con las tradiciones separadas <strong>de</strong> las distintas ciuda<strong>de</strong>s ni con la rivalidad<br />
entre ellas. Dicha rivalidad cobraba expresión en el ámbito <strong>de</strong> lo religioso, ya que cada<br />
ciudad poseía sus dioses particulares, como resto <strong>de</strong> los viejos días <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sunión. Un<br />
cambio dinástico significaba a menudo un cambio en el carácter <strong>de</strong>l culto religioso, lo que<br />
a su vez podía inducir a los diferentes grupos <strong>de</strong> sacerdotes a intrigar con el fin <strong>de</strong> cambiar<br />
la dinastía al primer signo <strong>de</strong> <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong>l monarca reinante.<br />
Así, los reyes <strong>de</strong> la IV Dinastía rendían culto a Horus, en particular, y lo<br />
consi<strong>de</strong>raban el antepasado real. Y como el dios <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Menfis era Ptah, creador<br />
<strong>de</strong>l Universo según la tradición menfita, y patrón <strong>de</strong> las artes y oficios, a éste también se<br />
le hacía objeto <strong>de</strong> culto especial.<br />
Sin embargo, treinta millas al norte <strong>de</strong> Menfis, estaba Onu, don<strong>de</strong> el dios-sol Ra<br />
gozaba <strong>de</strong> especial consi<strong>de</strong>ración. La ciudad permaneció fiel a Ra durante miles <strong>de</strong> años,<br />
por lo que los griegos, siglos más tar<strong>de</strong>, la llamaron Heliópolis, esto es, la «ciudad <strong>de</strong>l<br />
sol».<br />
Los sacerdotes <strong>de</strong> Ra eran po<strong>de</strong>rosos; tan po<strong>de</strong>rosos, que incluso los gran<strong>de</strong>s reyes<br />
<strong>de</strong> la IV Dinastía consi<strong>de</strong>raron oportuno halagarlos incorporando el nombre <strong>de</strong>l dios-sol a<br />
sus nombres reales, como fue el caso <strong>de</strong> Jafre y <strong>de</strong> Menkure.<br />
Por esto, cuando la IV Dinastía se fue <strong>de</strong>bilitando —por las razones que sean—,<br />
tras la muerte <strong>de</strong> Menkure, los sacerdotes <strong>de</strong> Ra aprovecharon el momento y <strong>de</strong> alguna<br />
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