ISAAC ASIMOV HISTORIA DE LOS EGIPCIOS - Sala de Historia
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Isaac Asimov <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> los egipcios<br />
los avaros, y en plena explosión <strong>de</strong> entusiasmo religioso, lanzó a su ejército contra el Asia<br />
Menor. En el 622 y en el 623 limpió <strong>de</strong> persas la península, y tras esto, inició una larga y<br />
ardua penetración hacia el corazón <strong>de</strong> Persia. Nada lo apartó <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>cisión, ni siquiera<br />
la noticia <strong>de</strong> que los avaros habían roto la tregua y, en el 626, estaban tratando <strong>de</strong> asaltar<br />
Constantinopla. Heraclio <strong>de</strong>cidió abandonar a la ciudad a su suerte, en vez <strong>de</strong> aminorar la<br />
presión sobre su principal enemigo.<br />
Constantinopla pudo sobrevivir gracias a que sus murallas aguantaron el asalto<br />
avaro. Luego, hacia finales <strong>de</strong>l 627, junto al lugar don<strong>de</strong> se hallaba la antigua Nínive,<br />
Heraclio <strong>de</strong>rrotó al grueso <strong>de</strong>l ejército persa tras una dura lucha. Los persas tuvieron<br />
bastante con esto; Cosroes fue <strong>de</strong>puesto y muerto, y su sucesor se vio obligado a firmar la<br />
paz rápidamente. Todas las tierras conquistadas por los persas fueron recuperadas,<br />
incluso Egipto. La Vera Cruz fue <strong>de</strong>vuelta también, y Heraclio en persona la llevó a<br />
Jerusalén. Las oleadas avaras <strong>de</strong> los Balcanes comenzaron a refluir, y durante algunos<br />
años pareció que todo había vuelto a su cauce, como había sucedido en tiempos <strong>de</strong><br />
Justiniano (salvo por lo que se refiere a la pérdida <strong>de</strong> Italia y España).<br />
Pero Heraclio se había dado cuenta <strong>de</strong> que existía una grieta fatal en el imperio, y<br />
ésta era la persistente diversidad <strong>de</strong> creencias religiosas. Siria y Egipto habían caído tan<br />
fácilmente por sus contrastes religiosos con la capital <strong>de</strong>l imperio, y Heraclio sabía que<br />
esto se repetiría una y otra vez, siempre que un ejército extranjero se aproximase a esos<br />
territorios, a menos que no se alcanzase algún tipo <strong>de</strong> reconciliación.<br />
Intentó, así, llegar a un compromiso. Constantinopla sostenía que Jesucristo tenía<br />
dos naturalezas, divina y humana, en tanto que Egipto y Siria <strong>de</strong>fendían que tenía sólo una.<br />
¿Por qué, entonces, no podían aceptar todos que aun cuando Jesucristo tuviera dos<br />
naturalezas, tenía una sola voluntad -en otras palabras, ambas naturalezas no podían<br />
entrar en conflicto-. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que había dos naturalezas que actuaban siempre como una<br />
sola se <strong>de</strong>nominó monotelismo («una única voluntad»), y pareció que todos, con<br />
seguridad, tenían que estar <strong>de</strong> acuerdo con este feliz compromiso.<br />
Quizá podría haber sido así, si la disputa religiosa hubiese sido solamente<br />
religiosa. El problema está en que los elementos nacionalistas <strong>de</strong> Siria y Egipto no<br />
estaban interesados en una reconciliación. Es muy posible que si Constantinopla hubiera<br />
aceptado completamente el monofisismo, Siria y Egipto habrían hallado cualquier otra<br />
causa <strong>de</strong> disputa. El contraste subsistió, y nada, ni las palabras ni los hechos, lograron<br />
paliarlo.<br />
Los árabes<br />
Por otro lado, todo el problema <strong>de</strong> la controversia monofisista y <strong>de</strong>l contraste<br />
religioso estaba a punto <strong>de</strong> convertirse en un asunto puramente académico -incluso<br />
cuando Heraclio se hallaba todavía en el trono-. No faltaba mucho para que se produjese<br />
un giro <strong>de</strong>cisivo en la <strong>Historia</strong>.<br />
Los cuatro siglos <strong>de</strong> guerras entre el Imperio y Persia y, en particular, los últimos<br />
veinte años <strong>de</strong> luchas <strong>de</strong>sesperadas, habían privado a ambos bandos <strong>de</strong> sus últimos<br />
residuos <strong>de</strong> energías. Se habían combatido entre sí hasta quedar inertes y ja<strong>de</strong>antes, cada<br />
uno en su rincón y ahora entraba en lid un nuevo combatiente, fanático y con sus fuerzas<br />
intactas.<br />
El nuevo factor provenía, para mayor sorpresa <strong>de</strong> todos, <strong>de</strong> un lugar inesperado: la<br />
península arábiga.<br />
Arabia, en gran parte <strong>de</strong>sértica, había conocido interesantes civilizaciones en sus<br />
regiones marginales más fértiles, y éstas habían incidido <strong>de</strong> vez en cuando con las<br />
regiones <strong>de</strong>l mundo consolidadas. Los reyes egipcios habían comerciado con el sudoeste<br />
<strong>de</strong> Arabia, don<strong>de</strong> estaba la tierra <strong>de</strong> Punt; y allí se localizaban también los países bíblicos<br />
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