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LAS RELIGIONES - FUNDACIÓN OBRA CULTURAL Roger de

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Yahvé, divinidad siempre activa y presente en la vida e historia <strong>de</strong> su pueblo<br />

La «inactividad» <strong>de</strong> Urano (= «cielo» en griego) <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su castración, obra <strong>de</strong> su hijo Crono (Saturno entre<br />

los romanos), ilustra, aunque <strong>de</strong> manera brutal, la ten<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los dioses celestes a retirarse al cielo y a<br />

convertirse en un <strong>de</strong>us otiosus, «dios inactivo», una vez concluida su obra cosmogónica o hacedora <strong>de</strong>l mundo. Es<br />

un fenómeno frecuente en la historia <strong>de</strong> las religiones celestes, también en las <strong>de</strong> los actuales pueblos primitivos.<br />

En su lugar reciben culto otras <strong>de</strong>ida<strong>de</strong>s: Zeus, hijo <strong>de</strong> Crono (Grecia), etc., y, no raras veces, los espíritus<br />

intermedios, benéficos o maléficos. Yahvé, en cambio, está siempre presente entre su pueblo y sigue actuando en<br />

el mundo, sobre todo en la historia <strong>de</strong> su pueblo, Israel. Lo hace <strong>de</strong> modo directo. La «historia» <strong>de</strong> Israel es la<br />

historia salutis con el sentido pleno <strong>de</strong> este término, a saber, la «historia <strong>de</strong> la salvación» en esta vida y en la<br />

eterna.<br />

La creación<br />

A la hora <strong>de</strong> explicar el origen <strong>de</strong> las cosas y seres la creación (no el evolucionismo ni el emanacionismo) es<br />

uno <strong>de</strong> los rasgos característicos <strong>de</strong>l judaísmo, al menos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Deutero-Isaías (s. v a.C.). Ignoro si la hacen o no<br />

compatible con la evolución como ocurre en el cristianismo. No es que Dios saque <strong>de</strong> la nada las cosas, como si la<br />

nada fuera la «materia» <strong>de</strong> la cual se hace todo, sino que Dios lo hace todo por su sola voluntad y omnipotencia<br />

mediante su palabra, no <strong>de</strong> la palabra ni <strong>de</strong> la nada; crea sin nada preexistente ni <strong>de</strong> cada cosa en sí ni <strong>de</strong> materia<br />

alguna que le sirva como el bloque <strong>de</strong> mármol al escultor para extraer la estatua <strong>de</strong>l Cid, etc., <strong>de</strong> acuerdo con su<br />

i<strong>de</strong>a o proyecto mental. Es <strong>de</strong>cir, que Dios «llama a la nada» y hace aparecer así el ser, como dice Shelomó ben<br />

Gabirol _Avicebrón- en su poema hebreo La corona <strong>de</strong>l rey. El relato <strong>de</strong> la creación <strong>de</strong>l Génesis aplica el verbo<br />

baca = «crear» sólo al origen <strong>de</strong> lo primigenio («el cielo y la tierra») y <strong>de</strong>l hombre (1,1 y 1, 26). La creación,<br />

como origen <strong>de</strong>l universo, propia <strong>de</strong>l judaísmo y <strong>de</strong>l cristianismo, ha hecho posible el progreso científico y<br />

técnico, incompatible con el emanacionismo <strong>de</strong>l panteísmo (hinduismo, etc.), según el cual todo es divino, así<br />

como con la divinización <strong>de</strong> la naturaleza, vegetación (religiosidad telúrico-mistérica) y <strong>de</strong>l sol, luna, etcétera<br />

(religiones celestes).<br />

Religión revelada<br />

Propio <strong>de</strong> las religiones celestes y étnico-políticas es el <strong>de</strong>sconocimiento <strong>de</strong> su fundador. Sus orígenes se<br />

pier<strong>de</strong>n en la nebulosa prehistórica <strong>de</strong> cada pueblo. Israel es la excepción <strong>de</strong> esta ley general, pues conocemos el<br />

origen <strong>de</strong>l yahvismo: Abrahán (s. XIX-XVIII a.C.), y <strong>de</strong>l <strong>de</strong> su principal conformador e impulsor: Moisés (s. XIII<br />

a.C.). Pero el yahvismo israelita es una religión revelada. Por lo mismo, propiamente su fundador es Yahvé<br />

mismo, aunque se valga <strong>de</strong> mediadores. Mas no se trata <strong>de</strong> una «revelación» por emanación <strong>de</strong> índole panteísta<br />

(hinduismo), ni resultado <strong>de</strong> una experiencia <strong>de</strong> tipo chamánico (caso <strong>de</strong> Mahoma, probablemente también <strong>de</strong><br />

Zoroastro), ni es sólo fruto <strong>de</strong> una vivencia profunda <strong>de</strong> signo específicamente religioso o no (Buda, Jina, Mani).<br />

De hecho se trata <strong>de</strong>l conocimiento experiencial) <strong>de</strong> una relación especialísima con Alguien, «El que es» (=<br />

Yahweh), que se aparece a Moisés en el Sinaí y le revela el núcleo doctrinal y moral <strong>de</strong> la religión yahvista.<br />

La esperanza «mesiánica»<br />

De las tres virtu<strong>de</strong>s teologales (1 Cor 13,13), pue<strong>de</strong> atribuirse la fe a los musulmanes, la esperanza a los judíos<br />

y la caridad/amor a los cristianos al menos como virtud específica e i<strong>de</strong>al, al margen <strong>de</strong> su vivencia por parte <strong>de</strong><br />

los individuos. El pueblo judío está marcado ciertamente por la esperanza <strong>de</strong> algo o <strong>de</strong> alguien, <strong>de</strong> un Mesías<br />

personal o colectivo. El pueblo judío no aceptó una religión ya existente, sino que pueblo y religión se fueron<br />

formando al mismo tiempo. Pues bien, ya en el acto mismo <strong>de</strong> su constitución como pueblo Y como religión, hace<br />

acto <strong>de</strong> presencia la esperanza <strong>de</strong> «la tierra que yo te mostraré, y yo haré <strong>de</strong> ti una gran nación...», como le dice<br />

Dios a Abrahán cuando le manda salir <strong>de</strong> su país y <strong>de</strong> su casa paterna (Gén 12,1). Antes <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> Egipto y, una<br />

vez salidos, caminan durante 40 años movidos por la esperanza <strong>de</strong> la «tierra prometida», A partir <strong>de</strong>l año 587 a.C.,<br />

fecha <strong>de</strong> la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong>l templo por Nabucodonosor y <strong>de</strong> la <strong>de</strong>portación <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong> los judíos a Babilonia,<br />

su país ha estado sucesivamente sometido bajo el dominio babilónico persa, greco-macedonio, romano, árabe,<br />

turco y británico. Tras la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> Jerusalén por los romanos en el año 70 d.C. se vieron obligados a vivir<br />

dispersos por el mundo sin po<strong>de</strong>r volver a su patria hasta la creación <strong>de</strong>l mo<strong>de</strong>rno Estado <strong>de</strong> Israel (a. 1948).<br />

Des<strong>de</strong> el 587 a.C. han estado «esperando» el advenimiento <strong>de</strong>l «Deseado», el Mesías, que o los hiciera retornar a<br />

su tierra o, cuando residían en ella, los librara <strong>de</strong> la dominación extranjera. La subsistencia en el Sheol, tras la<br />

muerte, era <strong>de</strong>masiado sombría como para <strong>de</strong>searla . Tal vez por ello, en la conciencia judía caló con hondura más<br />

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