d) Jesucristo nace <strong>de</strong> la Virgen, pero es concebido por obra <strong>de</strong>l Espíritu Santo, <strong>de</strong> Dios. También en este punto existe una diferencia esencial entre su concepción y la mítica <strong>de</strong> algunos héroes (Aquiles, Eneas, etc.), semidioses, nacidos <strong>de</strong> una divinidad y <strong>de</strong> un ser mortal, sobre todo <strong>de</strong> acuerdo con los relatos mitológicos. Pues, en la narraciones extrabíblicas, paganas, la divinidad es padre o madre en el sentido biológico <strong>de</strong> estos términos, mediante la función sexual procreadora, acompañada <strong>de</strong> placer. Pero no hay procreación en el ser Dios <strong>de</strong>l Lógos, <strong>de</strong> Jesucristo. Dios no es «padre» <strong>de</strong> Jesús <strong>de</strong> Nazaret en el sentido biológico <strong>de</strong> esta palabra. La filiación divina <strong>de</strong> Cristo no es un hecho biológico, sino ontológico, «<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la eternidad». Lo mismo cabe <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> Jesucristo en cuanto hombre. La concepción <strong>de</strong> Jesucristo no implica el nacimiento <strong>de</strong> un nuevo «Dios-hijo», sino que Dios en cuanto Hijo, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser Dios, se encarna, asume la naturaleza humana en Jesús <strong>de</strong> Nazaret, <strong>de</strong> suerte que éste es al mismo tiempo Dios y hombre. La mitología nunca diviniza a los dioses mistéricos antes <strong>de</strong> su nacimiento. e) Otra diferencia básica es la carencia <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a y realidad <strong>de</strong>l «reino <strong>de</strong> Dios» en los misterios. Los iniciados en las diversas formas mistéricas se preocupaban únicamente <strong>de</strong> la salvación individual, concretamente <strong>de</strong> sola su alma, o sea, <strong>de</strong> su liberación <strong>de</strong>l mundo material, <strong>de</strong>l cual tenían un concepto absolutamente pesimista en consonancia con su concepción dualista <strong>de</strong>l hombre. En este sentido, los gnósticos <strong>de</strong>l s. II (Valentín, Basíli<strong>de</strong>s, etc.), obsesionados por liberar lo espiritual humano <strong>de</strong> la materia, el alma <strong>de</strong>l cuerpo, para po<strong>de</strong>r retornar a las esferas superiores o celestes, se mueven en planos afines y pue<strong>de</strong>n ser consi<strong>de</strong>rados como una reinterpretación <strong>de</strong>l cristianismo al trasluz <strong>de</strong>l dualismo cosmológico y antropológico tan incrustado en los misterios. En cambio, el cristiano, en cuanto tal, se nutre <strong>de</strong> la esperanza <strong>de</strong> un mundo mejor iniciado ya aquí, en esta tierra, y se encuentra inmerso en el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> la humanidad y <strong>de</strong>l universo, a fin <strong>de</strong> transformarlos transfigurándolos. Cristo ora al Padre: «No pido que los saques <strong>de</strong>l mundo, sino que los guar<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mal» (Jn 17,15). El cristiano <strong>de</strong>be luchar contra el mal y preocuparse no sólo <strong>de</strong> que el hombre prospere en lo material (a<strong>de</strong>lantos técnicos, etc.), sino sobre todo <strong>de</strong> que sea mejor. Y lo es no a solas, sino como miembro <strong>de</strong>l Cuerpo místico <strong>de</strong> Cristo: la Iglesia en su realidad visible e invisible, en cuanto cuerpo-alma, institución-Misterio, etcétera, zambullido en la corriente caudalosa y gozosa <strong>de</strong> la Comunión <strong>de</strong> los Santos. 9 -Existe otra diferencia esencial, que prodría reducirse a formulación gramatical, si bien con un trasfondo teológico mucho más profundo <strong>de</strong> lo que a primera vista pudiera parecer. Cuando alguien, <strong>de</strong> acuerdo con su creencia mistérica, <strong>de</strong>cía <strong>de</strong> Mitra, <strong>de</strong> Osiris, etc., por ejemplo: «es Dios», no significaba lo mismo que si un cristiano reemplaza el nombre <strong>de</strong>l dios mistérico por el <strong>de</strong> Jesucristo. En el primer supuesto, el «es» implica la ecuación absoluta y como en bloque, una i<strong>de</strong>ntificación mitológicamente real entre el sujeto y el predicado. Y esto no sólo porque aquí no hay Trinidad <strong>de</strong> personas divinas. Aunque en planos distintos, es lo mismo que acaece con la afirmación: «Juan es hombre» por el hecho <strong>de</strong> haber nacido <strong>de</strong> un hombre y <strong>de</strong> una mujer. Al contrario, la relación <strong>de</strong>l sujeto/predicado y el valor <strong>de</strong> «es» en la verdad y realidad histórica: «Jesucristo es Dios», adquiere matizaciones muy peculiares. Aquí no se da una ecuación como en bloque. Jesús <strong>de</strong> Nazaret es Dios, pero con cinco presentaciones diferenciadas. Al principio, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre, el Lógos, la Palabra, el Hijo <strong>de</strong>l Padre, era Dios, sólo Dios. Después, en un momento <strong>de</strong>terminado <strong>de</strong> la historia, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser Dios, el Hijo <strong>de</strong>l Padre es también hijo <strong>de</strong> María, la Virgen. Más aún, tras su resurrección, Jesucristo sigue siendo Dios-Hombre; su existencia resucitada es igual y, a la vez, diferente <strong>de</strong> la que tenía antes <strong>de</strong> su resurrección; es invisible para los sentidos, pero pue<strong>de</strong> hacerse visible siempre que lo <strong>de</strong>sea y a<strong>de</strong>más, con una existencia extramental, <strong>de</strong> la cual son «testigos» los Apóstoles. Y uno es testigo o da testimonio <strong>de</strong> lo extramental, <strong>de</strong> lo captado por los sentidos fuera <strong>de</strong>l yo. Por otra parte, hasta su venida gloriosa tiene la presencia sacramentada en la sagrada Eucaristía. Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su Ascensión le es propia para siempre la existencia gloriosa. ¿Un hombre mitificado? Ésta suele ser la respuesta <strong>de</strong> cuantos no creen en la divinidad <strong>de</strong> Jesucristo en nuestros días, a saber, Jesucristo es un hombre: Jesús <strong>de</strong> Nazaret, mitificado u objeto <strong>de</strong> un proceso <strong>de</strong> fabulación magnificadora, operado con el paso <strong>de</strong>l tiempo por la fe y la admiración <strong>de</strong> los primeros cristianos. Precisamente las Vida <strong>de</strong> Jesús (Strauss, Renan, etc.) <strong>de</strong>l siglo pasado se empeñan en distanciar los acontecimientos <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> Jesús y su consignación por escrito a fin <strong>de</strong> hacer posible el proceso mitificador en el seno <strong>de</strong> la tradición oral. Pero van en contra <strong>de</strong> la realidad histórica y, a<strong>de</strong>más, <strong>de</strong>sconocen las leyes <strong>de</strong> la transmisión oral y escrita vigentes en la antigüedad, tanto en las escuelas judías rabínicas como en las filosóficas, etc., greco-romanas. Jesucristo sería un hombre excepcional, un superstar o «superestrella», único, pero un hombre y sólo hombre en el mismo estrato -aunque en un plano más o menos elevado- que los fundadores <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s religiones: Buda, Jina, Lao-zi, Zoroastro, Mahoma, etcétera. Cada corriente <strong>de</strong>l pensamiento religioso trata <strong>de</strong> apropiarse <strong>de</strong> la figura <strong>de</strong> Jesucristo, adaptándola a su talante y configuración. 162
Por eso, según la ariosofia habría pertenecido a la raza <strong>de</strong> los theozoa o «vivientes/hombres dios», la <strong>de</strong> cualida<strong>de</strong>s superiores, la específica <strong>de</strong> la raza aria. Un «ario», no «judío», según el Ku-klux-klan. Un Esprit <strong>de</strong> élite, «Espíritu selectísimo», médium y reformador, mientras estuvo en Palestina, ahora un espíritu muy a<strong>de</strong>lantado que mora en la esfera sexta (espiritismo kar<strong>de</strong>ciano, iglesia espiritista progresista, etc.), Principio cósmico y energético (David Spangler, i<strong>de</strong>ólogo <strong>de</strong> Nueva Era). Uno <strong>de</strong> los Gran<strong>de</strong>s Maestros ascendidos o instructores, nacido en Lod o Lida en el año 120 d.C. según la fundadora <strong>de</strong> la teosofia: Blavatsky -1831-1891- (que dudaba mucho <strong>de</strong> su existencia histórica), en el 105 d.C. según A. Besant (18471933), presi<strong>de</strong>nta <strong>de</strong> la Sociedad teosófica <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1907, fundadora <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l Temple <strong>de</strong> la Rosacruz en 1912, etc. Hijo <strong>de</strong> la Virgen María y <strong>de</strong> un iniciado también virgen, tan elevado que era capaz <strong>de</strong> engendrar sin ningún <strong>de</strong>seo ni pasión personal, educado por los esenios, sobre el cual habría <strong>de</strong>scendido el Cristo en el Jordán (rosacrucismo). Para las sectas ufónicas, habría sido un extraterrestre venido <strong>de</strong> otro planeta e incluso <strong>de</strong> otra galaxia para transmitirnos normas edulcoradas <strong>de</strong> comportamiento, centradas en al amor sentimentaloi<strong>de</strong> <strong>de</strong>l prójimo. Jesucristo habría nacido <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> los Elohim (extraterrestres) y <strong>de</strong> una israelita (Movimiento raeliano y restantes sectas ufónicas). Ciertamente, los fundadores <strong>de</strong> las religiones actuales coinci<strong>de</strong>n en un rasgo importante, a saber: en su ser personas y personajes históricos. Pero los trazos diferenciales impi<strong>de</strong>n su nivelación. He aquí los principales: a) Pobreza integral. Jesucristo nace en la más completa pobreza <strong>de</strong> una familia ordinaria <strong>de</strong> su tiempo, vive exiliado durante un tiempo, resi<strong>de</strong> y trabaja hasta los 30 años <strong>de</strong> edad en una al<strong>de</strong>a insignificante, jamás mencionada antes en el A. Testamento: Nazaret; muere <strong>de</strong>snudo, negado, traicionado y abandonado en una cruz, el tormento más <strong>de</strong>shonroso <strong>de</strong> entonces. Sus convecinos, los naturales <strong>de</strong> Nazaret, se preguntan extrañados:
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