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LAS RELIGIONES - FUNDACIÓN OBRA CULTURAL Roger de

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Otros rasgos étnico-políticos<br />

Consecuencia <strong>de</strong> su origen étnico-político es el <strong>de</strong>sconocimiento <strong>de</strong>l fundador <strong>de</strong> estas religiones, en el supuesto <strong>de</strong> que<br />

fuera una persona concreta. Su aparición se pier<strong>de</strong> en la penumbra nebulosa y, con frecuencia, mitificada <strong>de</strong>l grupo<br />

étnico.<br />

Las religiones étnico-políticas tien<strong>de</strong>n a la conservación y prosperidad <strong>de</strong> su<br />

grupo en la tierra.<br />

El fin <strong>de</strong> los ritos y prácticas <strong>de</strong> estas religiones no termina en la salvación individual tras la muerte, meta <strong>de</strong> las<br />

restantes religiones tanto mistéricas como universales y <strong>de</strong>l cristianismo. Tien<strong>de</strong>n a la conservación y prosperidad <strong>de</strong>l<br />

grupo étnico (familia, clan, tribu, nación, imperio). Por su parte, los «pecados» repercuten negativamente en el bienestar<br />

nacional. En cambio, la observancia, aunque fuera exclusivamente ritual y externa, atraía la bendición divina sobre el<br />

pueblo.<br />

La «salvación» en y según estas religiones<br />

a) Ineficacia salvífica <strong>de</strong> estas religiones respecto <strong>de</strong> los individuos. Mansión y <strong>de</strong>stino étnico político tras la muerte.<br />

Más aún, la condición étnico-política se prolonga en el más allá <strong>de</strong> la muerte. La consustancialización entre religión y<br />

grupo étnico-político, así como sus notas <strong>de</strong>finitorias, explican que en ellas que<strong>de</strong> marginada la «salvación» <strong>de</strong> los<br />

individuos en cuanto supervivencia feliz o <strong>de</strong>sgraciada tras la muerte. Lo subsistente <strong>de</strong> cada individuo tras la muerte<br />

permanece en una mansión étnico-política (en general, juntos todos los <strong>de</strong>l mismo pueblo), sin juicio previo, ni premio<br />

ni castigo, don<strong>de</strong> «las sombras, las imágenes umbrátiles» (inmateriales, pero no espirituales), perviven «sin pena ni<br />

gloria». Coinci<strong>de</strong> la realidad <strong>de</strong> la supervivencia y <strong>de</strong>l lugar, difiere su nombre: Ha<strong>de</strong>s (griegos), Orco (latinos), Kigalu<br />

(sumerios), Aralu (babilonios), etc. Queda así proclamada la igualdad básica <strong>de</strong> todas las religiones y la <strong>de</strong> su capacidad<br />

salvífica para los individuos <strong>de</strong> su respectivo grupo étnico-político.<br />

b) La igualdad básica <strong>de</strong> su eficacia salvífica.<br />

Cada una <strong>de</strong> estas religiones reconoce la eficacia salvífica <strong>de</strong> índole étnico-política <strong>de</strong> las restantes religiones <strong>de</strong> esta<br />

constante religiosa. Con otras palabras, admite la existencia <strong>de</strong> los dioses, la legitimidad <strong>de</strong>l culto, etcétera, <strong>de</strong> las otras<br />

religiones, pero únicamente <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su propio ámbito, o sea, para los miembros <strong>de</strong> su grupo étnico-político. Por eso,<br />

en Grecia, Roma, etc., eran con<strong>de</strong>nados a muerte los que introducían dioses y cultos extranjeros a no ser que fueran<br />

oficialmente admitidos por peculiares razones y circunstancias. (El culto <strong>de</strong> la diosa Cibeles fue la primera <strong>de</strong> las<br />

religiones mistéricas introducida en Roma porque se le atribuyó la expulsión <strong>de</strong> Aníbal <strong>de</strong> Italia. Para lograrlo, un<br />

oráculo mandó en el 205 a.C. traer un trozo <strong>de</strong> su roca teofánica <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Pesinunte (Asia Menor). Así se hizo en el 204.<br />

En el 191 se le consagró un templo propio en el Palatino. El culto <strong>de</strong> Asclepio fue introducido oficialmente en Roma<br />

cuando se atribuyó la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> una epi<strong>de</strong>mia al hecho <strong>de</strong> haber traído a este dios en forma <strong>de</strong> una serpiente <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

Epidauro (Peloponeso, en Grecia).<br />

Recuér<strong>de</strong>se la muerte <strong>de</strong> Sócrates «porque no cree en los dioses en los que la ciudad cree, sino en otras divinida<strong>de</strong>s<br />

nuevas»,. Si, por ejemplo, Heródoto rechaza algún rito, comportamiento o creencia <strong>de</strong> una religión distinta <strong>de</strong> la suya: la<br />

griega, no lo hace con un criterio que erija su propia religión en norma <strong>de</strong> verdad y medio universal <strong>de</strong> salvación, sino<br />

por razones ético-morales y <strong>de</strong> verosimilitud <strong>de</strong> acuerdo con su criterio.<br />

Su pragmatismo religioso<br />

El incumplimiento <strong>de</strong> los <strong>de</strong>beres religiosos era una falta personal, pero sobre todo un <strong>de</strong>lito contra la comunidad<br />

étnico-política, pues ponía en peligro la protección <strong>de</strong> los dioses, la pax <strong>de</strong>orum <strong>de</strong> los romanos. Naturalmente, esta<br />

concepción pragmática ahonda más en la mente popular y hasta se vuelve peligrosa, sobre todo en tiempos <strong>de</strong><br />

inestabilidad y <strong>de</strong> guerra. Así se explica la conmoción histérica que siguió en Atenas a la mutilación <strong>de</strong> los Hermes o el<br />

palo <strong>de</strong> ciego <strong>de</strong>scargado sobre Sócrates, así como la horrorosa represión <strong>de</strong>l «escándalo <strong>de</strong> las Bacanales» (año 186<br />

a.C.) y las persecuciones <strong>de</strong> los cristianos. Cada grupo étnico-político constituía una unidad administrativa, social,<br />

política y, sobre todo, religiosa. La religión es un <strong>de</strong>ber y un <strong>de</strong>recho «político», cívico. Esta consustancialización entre<br />

religión y nación explica la realidad y el fundamento teocráticos <strong>de</strong>l Estado y <strong>de</strong> la organización social, así como que la<br />

suprema jerarquía <strong>de</strong> la nación gozara <strong>de</strong> carácter divino, fuera divinizada (los faraones egipcios -i<strong>de</strong>ntificados con Ra,<br />

a veces con Osiris-, los emperadores romanos y los japoneses, etc.),( Los documentos mesopotámicos (sumerios,<br />

babilonios, etc.) testimonian el origen divino <strong>de</strong> la monarquía, una institución <strong>de</strong>scendida <strong>de</strong>l cielo, pero el rey no era<br />

propiamente Dios, sino el «enviado <strong>de</strong>l dios», su representante, también en su unión sexual con una hieródula =<br />

«prostituta sagrada», representante <strong>de</strong> la diosa. en la celebración <strong>de</strong>l día <strong>de</strong>l Año Nuevo. Entre los hititas el rey es<br />

también el vicario, representante, <strong>de</strong> los dioses en la tierra, pero no propiamente dios o un miembro más <strong>de</strong>l panteón<br />

durante su vida terrena, si bien era divinizado tras su muerte. ) y que estuviera investida <strong>de</strong> todos los po<strong>de</strong>res supremos:<br />

supremo gobernante, juez, general en jefe, sumo sacerdote, etc. Con el tiempo, la complejidad <strong>de</strong> esas funciones le<br />

obligó a <strong>de</strong>legar en representantes suyos la dirección militar, la judicatura, el sacerdocio, etc., llegándose a su<br />

«profesionalización».<br />

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