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LAS RELIGIONES - FUNDACIÓN OBRA CULTURAL Roger de

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La aspiración <strong>de</strong> los iniciados en los misterios: la unión con la<br />

divinidad (inmortalidad feliz <strong>de</strong>l alma)<br />

Los ritos mistéricos iban dirigidos al reducto afectivo <strong>de</strong>l individuo más que a su inteligencia. Con acierto sentencia<br />

Aristóteles: «El iniciado nada tiene que apren<strong>de</strong>r (mathein), sino que sentir (pathein)». Es uno <strong>de</strong> los casos prototípicos<br />

<strong>de</strong> irracionalismo en la historia <strong>de</strong> las religiones. En el acto misterioso e íntimo <strong>de</strong> la iniciación, la unión con la<br />

divinidad se operaba en el corazón <strong>de</strong> cada iniciado en un clima <strong>de</strong> emoción y conmoción individualizada, aunque más<br />

o menos compartida por todos los participantes en el mismo rito. Pue<strong>de</strong> verse el relato más completo en la<br />

Metamorfosis <strong>de</strong> Apuleyo. El recogimiento individualizado y feliz <strong>de</strong> la iniciación, a veces, se <strong>de</strong>sborda, convirtiéndose<br />

en viento huracanado que arrastra a la multitud «posesa» y «poseída» por la divinidad (caso <strong>de</strong> las bacantes, ména<strong>de</strong>s,<br />

etc.). Como mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> «misticismo» dinámico, arrebatador, pue<strong>de</strong> leerse Las Bacantes <strong>de</strong> Eurípi<strong>de</strong>s, don<strong>de</strong> aparecen<br />

los síntomas <strong>de</strong> la «locura» mistérica (agitación violenta <strong>de</strong> la cabeza por parte <strong>de</strong> las bacantes, su insensibilidad al fuego,<br />

danzas y carreras frenéticas por el monte Citerón, manipulación inofensiva <strong>de</strong> serpientes, trance extático colectivo<br />

en el que son inconscientes <strong>de</strong> lo que hacen, etc.). «Nuestras mayores bendiciones nos vienen por la locura», afirma<br />

Sócrates en el Fedro platónico. Pero no habla <strong>de</strong> la locura/enfermedad que consi<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>shonrosa , sino <strong>de</strong> «la dada por<br />

don divino».<br />

A continuación Asterio habla <strong>de</strong> un pasadizo subterráneo oscuro en el que tenía lugar el encuentro entre el hierofante y<br />

la sacerdotisa, <strong>de</strong> antorchas que se apagaban, <strong>de</strong> «la gran multitud que cree que su salvación <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> lo hecho por<br />

los dos en las tinieblas» con un verismo más bien crudo, <strong>de</strong> la iluminación posterior. Se hiciera en el eleusinion <strong>de</strong><br />

Alejandría o en el mismo Eleusis, pudo influir en su revelación el que Asterio fue obispo cristiano en torno al 440<br />

cuando el cristianismo era la religión oficial <strong>de</strong>l Imperio romano y ya no corría peligro su vida.<br />

Distingue cuatro clases <strong>de</strong> «locura divina»; la segunda es la «teléstica» o «mistérica», cuyo dios patrono es Dióniso (el<br />

<strong>de</strong> las bacantes). Lo mistérico comportaba gozo y alegría para los iniciados ya en esta vida, pero sobre todo la felicidad<br />

inundaba la subsistencia <strong>de</strong> su alma tras la muerte. En los misterios era básica la creencia en la inmortalidad <strong>de</strong>l alma;<br />

nunca mencionan la resurrección <strong>de</strong>l cuerpo. Los iniciados en los misterios creían en su eficacia salvífica <strong>de</strong> tal suerte<br />

que sólo ellos se salvaban, llegaban a la vida feliz tras la muerte: «El que llega impuro y no iniciado al Ha<strong>de</strong>s yacerá en<br />

el cenagal, pero el que llega allí purificado e iniciado morará con los dioses. Ahora bien, como dicen los <strong>de</strong> las<br />

iniciaciones: «muchos son los portadores <strong>de</strong>l tirso, pero pocos los bacantes» . Numerosos ritos publican la apetencia <strong>de</strong><br />

unión con la divinidad al mismo tiempo que eran medios para alcanzarla.<br />

Los ritos <strong>de</strong> iniciación<br />

En el epígrafe anterior he usado el singular «algo...» para traducir cuatro participios neutros plurales (<strong>de</strong>iknúmena, etc.),<br />

que por lo mismo se refieren a un conjunto <strong>de</strong> acciones, representaciones, palabras, etc. Y siempre «lo mostrado, lo<br />

visto, lo hecho, lo dicho» tiene un valor simbólico. Es como un significante, cuyo significado o lo simbolizado es<br />

siempre, <strong>de</strong> un forma u otra, la unión con la divinidad. En eso consiste el mitologema <strong>de</strong> todos los mitos mistéricos y el<br />

simbolismo, mensaje, <strong>de</strong> sus ritos. Así lo expresa también la conocida fórmula <strong>de</strong> los misterios <strong>de</strong> Cibeles/Atis:<br />

«¡Alegraos, iniciados! Vuestro dios está a salvo. También a vosotros se os conce<strong>de</strong>rá ayuda en la aflicción». La<br />

pronunciaba el sacerdote mientras ungía el cuello y la boca <strong>de</strong>l iniciado. «La aflicción» <strong>de</strong> la que habla es la muerte. El<br />

iniciado trata <strong>de</strong> participar en las peripecias vitales (muerte-resurgimiento) <strong>de</strong>l joven dios o diosa. Tras los sufrimientos<br />

<strong>de</strong> esta vida y tras la muerte llegará también para su alma una vida feliz en la medida <strong>de</strong> su sympathéia (> «simpatía») o<br />

«con-sentimiento» en el sentido etimológico (sinónimo <strong>de</strong> «com-pasión», <strong>de</strong>rivada <strong>de</strong>l latín) <strong>de</strong> los dos componentes, a<br />

saber, <strong>de</strong> su «sentir con» el dios.<br />

La i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> nombre<br />

En la antigüedad el nombre no era sólo la <strong>de</strong>nominación <strong>de</strong> algo o alguien, etc. Asimismo era concebido como algo<br />

inherente a lo nombrado, representativo suyo e i<strong>de</strong>ntificado con ello. En el caso <strong>de</strong>l nombre, aplicado a la divinidad, era<br />

también, al menos a veces, una especie <strong>de</strong> personalización <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r, así como a modo <strong>de</strong> una hipóstasis<br />

distinta <strong>de</strong> Dios mismo. En una súplica hermética 23 el <strong>de</strong>voto manifiesta embelesado la i<strong>de</strong>a, realidad creída, <strong>de</strong> su<br />

unión con la divinidad: «Porque tú eres yo y yo tú; tu nombre es el mío y el mío tuyo». La ley <strong>de</strong>l paralelismo garantiza<br />

la i<strong>de</strong>ntidad semántica <strong>de</strong> las dos proposiciones. El ansia mistérica <strong>de</strong>l endiosamiento no se olvidó <strong>de</strong> este recurso. Por<br />

los testimonios conservados sabemos que los iniciados en los misterios <strong>de</strong> Cibeles recibían el nombre <strong>de</strong> la diosa, así<br />

como el <strong>de</strong> su joven dios Atis. Análogamente, los adoradores <strong>de</strong> Sabos (Sabacio, misterios) se llamaban saboi, grito<br />

reiterado también por las bacantes (Dióniso/Baco). Así pue<strong>de</strong> explicarse el nombre ophieis, usado en algunas tribus <strong>de</strong><br />

Eolia, y el <strong>de</strong> ophítai, atestiguado entre las poblaciones frigias. Eran aplicados a quienes rendían culto a la divinidad en<br />

forma <strong>de</strong> «serpiente (= óphis en griego).<br />

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