Los rasgos caracterizadores <strong>de</strong> la religiosidad telúrica La telúrica no es una religión concreta, sino una «constante religiosa» o una especie <strong>de</strong> familia integrada por numerosas religiones que han perdurado durante varios milenios. Por ello, en unas pocas páginas no es posible tratar <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir los rasgos individuantes <strong>de</strong> cada religión; hay que contentarse con precisar las facetas comunes o el <strong>de</strong>nominador común a formas religiosas distintas por tener cada una un numerador <strong>de</strong> notas más o menos diferentes. La diosa madre Tierra Es la divinidad suprema, probablemente única en sus orígenes, <strong>de</strong> la religiosidad telúrica. a) Sus nombres. La divinidad, en cuanto concebida femenina, maternal y telúrica, <strong>de</strong> esta constante religiosa ofrece <strong>de</strong> ordinario los mismos rasgos básicos, si bien cambia su nombre según los diversos pueblos e idiomas: Deméter, Cibeles, Isis, Atargatis, Semele, Bona Dea, Tellus, Ba-Belona, etc. (distintas regiones <strong>de</strong> la cuenca mediterránea), Ki, Aruru y Ninhursaga (Mesopotamia), Arina -Wurusema en la lengua hatti- (Asia Menor, asumida en gran medida en la diosa <strong>de</strong> los indoeuropeos invasores: los hititas), Anat (cananeos o ugaritas), Inana (sumerios), Astarté (acadios), Isthar (semitas), Durga o Kali (India), Kwan-yi (China), Pachamana (incas, ahora quichuas/Ecuador y quechuas/Perú, mayas), Teteoinnán y las personificaciones <strong>de</strong> diferentes aspectos <strong>de</strong> la diosa madre Tierra en la costa <strong>de</strong>l golfo y en zonas <strong>de</strong>l valle <strong>de</strong> Méjico, asumidas en parte por los aztecas (la joven diosa Xochiquetzal = «Flor preciosa, flor <strong>de</strong>l quetzal», Cihuacóatl = «mujer serpiente», Coatlicue = «la <strong>de</strong> la falda <strong>de</strong> serpientes», Xip Totec o el joven dios <strong>de</strong> la primavera, etcétera); Kannon (Japón), Nerthus (teutones), Aisa (entre los fan <strong>de</strong> Benín, Africa), Asase (entre los fanti-ashanti llevados <strong>de</strong> África a la Guayana y <strong>de</strong> aquí a EE.UU.), etc. El étimo <strong>de</strong> algunos nombres refleja su condición, por ejemplo Deméter, proveniente <strong>de</strong> Ge-meter = «tierra madre», cuya lectura <strong>de</strong>be invertirse: «madre tierra» en griego como en todas las lenguas (alemán, etc.) que tien<strong>de</strong>n a formar palabras por composición, no por el sistema <strong>de</strong> preposiciones. b)Su figuración y restos arqueológicos. Pue<strong>de</strong> afirmarse que el pospaleolítico heredó <strong>de</strong>l paleolítico la figuración (estatuas, etc.) <strong>de</strong> la diosa madre. La conexión entre las representaciones (estatuas, etcétera) <strong>de</strong> la diosa madre Tierra, aunque <strong>de</strong> existencia prolongada durante tantos milenios, se opera en la semejanza <strong>de</strong> las líneas y características <strong>de</strong> las imágenes, al menos en no pocas <strong>de</strong> ellas, así como en su entorno y contexto. Peter J. Ucko (o.c.) elabora un estudio exhaustivo <strong>de</strong> las estatuillas femeninas encontradas en Creta, Egipto, Grecia, las Cícladas, Asía Menor, Mesopotamia, etc., cuya datación oscila entre el año 9000 y el 2500. Si se valoran todas las circunstancias, admiten una amplia gama <strong>de</strong> interpretaciones. Pero la primera y básica las vincula con la fecundidad y las <strong>de</strong>scribe como diosas madres, compaginables con su relación con la fertilidad agraria, con la fecundidad humana y con la subsistencia <strong>de</strong>l hombre tras la muerte, o sea, la vida en el más acá y en el más allá <strong>de</strong> la muerte, sin contar otros posibles y variados <strong>de</strong>stinos . En esas regiones, también en España, aparecen esas o similares estatuillas también en la Edad <strong>de</strong> Bronce. Aunque totalmente vestidas, pertenecen a este grupo la Dama <strong>de</strong> Elche, la <strong>de</strong> Baza, la Dama sentada <strong>de</strong>l Cerro <strong>de</strong> los Santos, etc. Suele afirmarse el origen oriental (Próximo y Medio Oriente) <strong>de</strong>l culto <strong>de</strong> la fecundidad y su figuración femenina (diosas madres, diosas <strong>de</strong> los muchos pechos, etc.). Pero, no sin razón, reacciona Begouen: «Conocemos numerosos hechos <strong>de</strong>mostrativos <strong>de</strong> que, al menos en esto, Occi<strong>de</strong>nte no necesita ir a recibir lecciones en Oriente». El <strong>de</strong>scubrimiento, incrementado año tras año, <strong>de</strong> la estatuaria femenina y <strong>de</strong> sus símbolos abstractos <strong>de</strong> idénticos temas y signos en la Europa sudoriental (<strong>de</strong>s<strong>de</strong> España hasta los Balcanes), Asia Menor, etc., permite trazar el itinerario <strong>de</strong>l culto <strong>de</strong> la diosa madre en su ida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte al Oriente. Como eco y por reflujo habría retornado más tar<strong>de</strong> (pospaleolítico) <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Oriente a Occi<strong>de</strong>nte. Seguramente pue<strong>de</strong> generalizarse la cuestión planteada sobre las figuras <strong>de</strong> la diosa madre en Creta, a saber, si las llamadas «diosa <strong>de</strong> las serpientes, señora <strong>de</strong> los animales, diosa madre <strong>de</strong> las montañas, diosa <strong>de</strong>l mar, diosa <strong>de</strong>l árbol, etc.», representan a distintas <strong>de</strong>ida<strong>de</strong>s femeninas (opinión <strong>de</strong>l historiador <strong>de</strong> las religiones Martin P. Nilsson) o a la misma aunque con diferentes advocaciones, atributos e indumentaria (el arqueólogo especializado en lo cretense: A. Evans). Aun en la interpretación <strong>de</strong> Nilsson, la divinidad más elevada <strong>de</strong>l panteón cretense continúa siendo una diosa madre, personificación <strong>de</strong> la fuerza telúrica y <strong>de</strong> la vida total tanto humana como <strong>de</strong> la naturaleza. En contra <strong>de</strong> la disociación conviene insistir, aparte <strong>de</strong> otras razones arqueológicas, en la conveniencia, más aún, en la necesidad humana <strong>de</strong> concebir por separado lo que objetivamente es una unidad siempre que ésta sobrepase la capacidad <strong>de</strong> nuestra inteligencia. Éste es el caso <strong>de</strong> lo divino y <strong>de</strong> sus atributos. A veces, la diferenciación cultual, iconográfica y <strong>de</strong> nombres proviene <strong>de</strong> la diversidad <strong>de</strong> nuestras necesida<strong>de</strong>s y activida<strong>de</strong>s puestas bajo el patronato divino; otras, <strong>de</strong> una diversificación localista en atención a los lugares <strong>de</strong> culto, así como a las distintas teofanías. Según Persson ", los distintos adjetivos y genitivos aplicados a la diosa en las tablillas micénicas <strong>de</strong>l lineal B (<strong>de</strong> mediados <strong>de</strong>l segundo milenio a.C.) <strong>de</strong>signan la diversidad <strong>de</strong> sus funciones más que <strong>de</strong> divinida<strong>de</strong>s. En algunos 24
casos se conoce la unificación <strong>de</strong> diosa a pesar <strong>de</strong> la variedad <strong>de</strong> advocaciones, por ejemplo en Mesopotamia, Ninhursaga (= «madre Tierra») se llama Ninsikilla (= «señora virgen») hasta que se casó con Enki, dios <strong>de</strong>l agua y <strong>de</strong> la sabiduría; Dam-gal-nunna (= «la gran señora <strong>de</strong>l príncipe») en cuanto esposa; Nin-hur-sag-ga (= «señora <strong>de</strong> la montaña») por haber dado a luz a la vegetación, etc. Es un fenómeno presente en casi todas las religiones, también en el cristianismo. Piénsese, por ejemplo, en las incontables advocaciones y representaciones <strong>de</strong> la Virgen María, madre <strong>de</strong> Jesucristo. c) Su venerabilidad en los textos literarios posteriores. No ha faltado quien haya atribuido a Homero la responsabilidad <strong>de</strong> haber eliminado <strong>de</strong>l panteón celeste, olímpico, a las <strong>de</strong>ida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>masiado vinculadas con lo telúrico, o sea, específicas <strong>de</strong> la religiosidad telúrica, propia <strong>de</strong> los dominados por los indoeuropeos. Pero no es <strong>de</strong>l todo exacto. Es preciso admitir algunas interferencias más o menos sincretistas en los aproximadamente 500 años <strong>de</strong> intervalo entre las últimas tablillas micénicas y Homero. A<strong>de</strong>más, a partir <strong>de</strong> Homero y en tiempos plenamente históricos, la diosa madre Tierra resplan<strong>de</strong>ce aureolada por una venerabilidad y majestad a través <strong>de</strong> las cuales se adivinan <strong>de</strong>stellos arcaicos. Así el «homérico» Himno a la Tierra la canta como «Madre universal, anciana venerable, que nutre todo lo que existe sobre el suelo... De ti proce<strong>de</strong> la fecundidad (buenos hijos) y la fertilidad (buenas cosechas y los frutos), ¡oh Soberana!, y <strong>de</strong> ti proviene el dar la vida y el arrebatársela a los mortales..., iDiosa augusta, generosa divinidad! ¡Salve, Madre <strong>de</strong> los dioses!..». «La más venerada <strong>de</strong> todos los dioses, la incorruptible e infatigable» ". «Sagrada diosa Tierra, madre <strong>de</strong> la vegetación, que vas generando y regenerándolo todo..., y que, cuando se retire el alma, nos acoges en tu seno... Con razón tú eres llamada Madre Gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> los dioses... Tú eres la Madre <strong>de</strong> los hombres y <strong>de</strong> los dioses, sin la cual nada nace ni alcanza la madurez. Tú eres la Gran<strong>de</strong>... ¡Diosa! Te adoro e invoco tu divinidad». Entre otros, dos epitafios, latino el primero <strong>de</strong> una mujer y griego el segundo <strong>de</strong> un varón, proclaman la condición divina <strong>de</strong> la tierra, el origen y <strong>de</strong>stino terrenos <strong>de</strong>l hombre, así como su i<strong>de</strong>ntificación con ella y consecuente <strong>de</strong>ificación tras la muerte: «Soy polvo, la tierra es polvo, la Tierra es diosa, luego yo no estoy muerta»; «Estoy muerto, el muerto es polvo y el polvo es tierra. Pero, si la Tierra es la diosa, no soy un muerto, sino un dios». 25
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