LAS RELIGIONES - FUNDACIÓN OBRA CULTURAL Roger de
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germen o semilla <strong>de</strong> lo otro, que es complementario, no antitético. Más aún, las cosas pue<strong>de</strong>n cambiar <strong>de</strong> signo. Así la<br />
ma<strong>de</strong>ra, que es yin, se cambia en yang en la medida en que se quema, convertida en ascua ardiente o en hoguera<br />
<strong>de</strong>voradora. En un gobierno el ministro es yin respecto <strong>de</strong>l rey o <strong>de</strong>l jefe superior, yang en cuanto a sus súbditos.<br />
El hombre, originaria y naturalmente bueno<br />
El pensamiento chino tradicional, así como las dos formas religiosas nacidas en China: el confucianismo y el taoísmo,<br />
creen en la bondad originaria <strong>de</strong>l hombre, doctrina especialmente vigente en Mencio. Excluyen cualquier clase <strong>de</strong> culpa<br />
o pecado original y, como consecuencia lógica, proclaman su bondad natural. ¿Se inspiró Rousseau en esta concepción<br />
china? El hombre es bueno <strong>de</strong> suyo, por sí mismo. Si se hace malo, hay que <strong>de</strong>scubrir la causa fuera <strong>de</strong>l hombre mismo,<br />
a saber, en la herencia, en la educación o en el entorno éticamente contaminado que contagia. De ahí brota el principio,<br />
ya expuesto, a saber, que <strong>de</strong>be obrarse <strong>de</strong> acuerdo con la naturaleza <strong>de</strong> cada uno. Pero, como en toda regla general,<br />
tampoco falta aquí la excepción confirmatoria <strong>de</strong> la misma. Xun Zi (Hsun-Tse, también Hsun-Tzu (313-230 a.C.)<br />
empieza un capítulo titulado: La naturaleza <strong>de</strong>l hombre es mala, <strong>de</strong> su libro, conocido por el nombre <strong>de</strong>l autor, con estas<br />
palabras: «La naturaleza <strong>de</strong>l hombre es mala. Lo que pue<strong>de</strong> haber <strong>de</strong> bueno en él es resultado <strong>de</strong> la formación adquirida».<br />
Según él, «lo que no pue<strong>de</strong> ser adquirido por el estudio, ni por el esfuerzo, sino que es innato en el hombre, eso es<br />
la naturaleza». Y ésta es «la que se hace buena únicamente por medio <strong>de</strong> la educación adquirida», o sea, «trabajada por<br />
los maestros y por las leyes con el fin <strong>de</strong> en<strong>de</strong>rezarla». De ahí la importancia <strong>de</strong>l maestro y su elogio. En esto coinci<strong>de</strong><br />
con el confucianismo y con todos los pensadores chinos. El «filósofo, maestro» y consejero <strong>de</strong> los monarcas y príncipes<br />
no era su súbdito, sino su superior y como su padre, merecedor <strong>de</strong> todos los respetos y honores. Esta y otras causas<br />
explican que todos los pensadores chinos ilustres y muchos <strong>de</strong> sus discípulos fueron consejeros, tanto <strong>de</strong> los señores<br />
feudales como <strong>de</strong> los emperadores. Al morir Confucio, al menos 70 <strong>de</strong> sus discípulos directos llegaron a ser maestros <strong>de</strong><br />
príncipes o, también, sus ministros. Al comienzo triunfó el pesimismo <strong>de</strong> Xun Zi (dinastías Qin: 221-206 a.C., y Han:<br />
206 a.C.-220 d.C.), pero luego se impuso el optimismo <strong>de</strong> Mencio (618-1279 y posteriores), que es catalogado como «el<br />
segundo sabio» chino y el auténtico, legítimo, discípulo y continuador <strong>de</strong> Confucio.<br />
Los antepasados<br />
Los muertos están muertos o privados <strong>de</strong> la vida sensible, terrena, pero algo suyo sigue vivo e influyente sobre todo en<br />
su círculo familiar, tribal, etc., o nacional si se trata <strong>de</strong> los emperadores fallecidos. Cada hombre consta <strong>de</strong> lo corporal y<br />
<strong>de</strong> dos almas, subdividida en siete la bo (traducido generalmente por «alma corpórea), en tres la hun = «alma<br />
espiritual». Es el pluralismo antropológico, presente también en la Grecia arcaica, etc. Al morir, una <strong>de</strong> ellas (la llamada<br />
bo <strong>de</strong> naturaleza yin) permanece junto al cadáver en las entrañas <strong>de</strong> la diosa Tierra (yin); la otra (hun) se separaba <strong>de</strong>l<br />
cuerpo para ascen<strong>de</strong>r al Cielo (yang).<br />
El alma hun, <strong>de</strong> signo yang, disfrutaba <strong>de</strong> la felicidad en calidad <strong>de</strong> huésped <strong>de</strong>l dios Cielo. La otra necesitaba los<br />
alimentos, armas, caballos e incluso mujeres que había usado o tenido a su servicio durante su existencia terrena. De ahí<br />
que, al morir el hombre, sobre todo el señor o noble feudal y el emperador, fueran sacrificados su esposa, sus<br />
servidores, su caballo, etc., al principio <strong>de</strong> modo real (en los funerales <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Wu, año 678 a.C., se enterraron con<br />
él 70 víctimas humanas, 177 en el <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> Meng, año 621 a.C.), más tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> modo simbólico (rasuración <strong>de</strong> la cabellera,<br />
vestir ropas <strong>de</strong> luto, que en China, como en Japón, son las <strong>de</strong> color blanco) o sustitutorio (figuras antropomórficas<br />
<strong>de</strong> arcilla, <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra o paja; en algunas tumbas se han encontrado varios centenares). La celebración central <strong>de</strong>l Año<br />
Nuevo consiste en un banquete <strong>de</strong> toda la familia en honor <strong>de</strong> los dioses y <strong>de</strong> los antepasados. Una vez concluido, el<br />
patriarca les encien<strong>de</strong> unas varillas <strong>de</strong> incienso. A continuación, todos los miembros <strong>de</strong> la familia, por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> edad, se<br />
van postrando ante las estatuas <strong>de</strong> los dioses y ante las tablillas <strong>de</strong> los antepasados. Luego los niños y sirvientes<br />
manifiestan el testimonio <strong>de</strong> su respeto ante el patriarca o más anciano.<br />
En China la familia está integrada por todos los <strong>de</strong>scendientes <strong>de</strong> un antepasado común, tanto vivos (abuelos, padres,<br />
hijos, nietos, etcétera) como muertos (los antepasados y familiares fallecidos). Todavía hoy el criterio <strong>de</strong>l patriarca o<br />
familiar vivo <strong>de</strong> más edad sigue siendo <strong>de</strong>cisivo en momentos importantes <strong>de</strong> la vida personal: matrimonio, conversión<br />
a otra religión, etc. Un familiar muerto se convierte en antepasado cuando se coloca una tablilla con su nombre en la<br />
capilla familiar, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber transcurrido el tiempo <strong>de</strong> luto (49 días) y <strong>de</strong> haber realizado todas las ceremonias<br />
tradicionales. El último muerto tenía su tablilla en el centro, don<strong>de</strong> recibía ofrendas, flores, etc., individualmente. Su<br />
tablilla (con su nombre, apellido, acontecimientos más importantes <strong>de</strong> su vida, etc.) era retirada cuando moría otro y<br />
colocada en los laterales, don<strong>de</strong> ya recibía sólo «culto» (no <strong>de</strong> adoración como si fueran dioses, sino como recuerdo honorífico<br />
y manifestación <strong>de</strong> la piedad) colectivo junto con todos los antepasados. En el año 1530 fueron <strong>de</strong>struidas las<br />
estatuas <strong>de</strong> los antepasados, puestas en el período prece<strong>de</strong>nte incluso en los templos confucianos, y se volvió a la<br />
práctica tradicional (tablillas lisas). Las gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cisiones, negocios, etc., solían tomarse en presencia <strong>de</strong> los<br />
antepasados, incluso reunidos los familiares vivos en la capilla familiar, si la tenían. Los antepasados protegían a sus<br />
<strong>de</strong>scendientes y sus pertenencias (casa, tierras, etc.) con tal que no se olvidaran <strong>de</strong> presentarles las ofrendas rituales. En<br />
nombre <strong>de</strong> todos los familiares vivos las ofrecía el here<strong>de</strong>ro varón; si no lo había, se extinguía el culto <strong>de</strong> los<br />
antepasados y la familia misma. Entre otras, es una <strong>de</strong> las razones <strong>de</strong> la inferioridad <strong>de</strong> la mujer en China, así como <strong>de</strong><br />
la importancia <strong>de</strong> tener al menos un hijo varón.<br />
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