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LAS RELIGIONES - FUNDACIÓN OBRA CULTURAL Roger de

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La ley <strong>de</strong>l arcano<br />

Su significado: «oculto», se adhirió a la palabra «misterio» ya en las mismas religiones mistéricas. Los misterios nacían<br />

<strong>de</strong> los ritos iniciáticos, que separaban al iniciando <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> los no iniciados, <strong>de</strong> los profanos, y lo inscribían en un<br />

círculo más reducido para, juntos, ten<strong>de</strong>r a la unión con la divinidad. Esta segregación se prolongaba en algunos casos<br />

tras la muerte, pues tenían cementerios propios, por ejemplo: los misterios dionisiacos, los órficos en el supuesto <strong>de</strong> que<br />

el orfismo pueda ser llamado misterio, etc. Los ritos mistéricos tenían categoría <strong>de</strong> símbolo, que podía ser mal<br />

interpretado si alguien se fijaba sólo en su significante, elemento inmediato y más fácilmente visible, sin calar hasta su<br />

significado, su valor último e intencional, que era el único válido en el contexto mistérico. La única fuente a<strong>de</strong>cuada <strong>de</strong><br />

conocimiento era la vivencia, su «celebración», <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l ambiente íntimo <strong>de</strong> la experiencia sacral.<br />

Por ello, casi todas las religiones mistéricas terminaron por prohibir la divulgación <strong>de</strong>l contenido y <strong>de</strong> las prácticas <strong>de</strong><br />

los misterios. Hablar <strong>de</strong> ellos o reproducir su ritual era profanarlos. De esta forma, aunque los misterios no fueron<br />

inicialmente ocultaciones ni socieda<strong>de</strong>s secretas, se impuso la ley <strong>de</strong>l arcano, y fue abultándose el carácter oculto <strong>de</strong> lo<br />

realizado en las celebraciones mistéricas. Más aún, la ley <strong>de</strong>l arcano se impuso bajo pena <strong>de</strong> muerte. De hecho no se<br />

conoce con certeza ningún caso <strong>de</strong> profanación abierta <strong>de</strong> este tabú. Alcibía<strong>de</strong>s (sobrino <strong>de</strong> Pericles), jefe ya <strong>de</strong> la<br />

armada ateniense en la guerra <strong>de</strong>l Peloponeso, fue acusado <strong>de</strong> «haber remedado los misterios en estado <strong>de</strong> embriaguez,<br />

revelándoselos a sus amigos...». Para evitar la muerte, sale <strong>de</strong> la nave, se oculta y frustra las diligencias <strong>de</strong> quienes lo<br />

buscan. Alguien lo reconoce y le dice: «¿No te fias <strong>de</strong> tu patria?». Él respon<strong>de</strong>: «en todo lo <strong>de</strong>más, sí, pero, si se trata <strong>de</strong><br />

mi vida, no me fío ni <strong>de</strong> mi madre, no sea que eche la bola negra (con<strong>de</strong>natoria) en vez <strong>de</strong> la blanca por equivocación».<br />

Algunos <strong>de</strong> sus amigos fueron capturados y sufrieron la pena <strong>de</strong> muerte. Des<strong>de</strong> su escondite salió al <strong>de</strong>stierro, pero<br />

«fueron confiscados sus bienes y se <strong>de</strong>cretó que su nombre fuera execrado por todos los sacerdotes y sacerdotisas». Así<br />

lo hicieron, menos una, que alegó haber llegado a ser «sacerdotisa para orar a los dioses, no para mal<strong>de</strong>cir o pedir males».<br />

El esoterismo y esta pena capital son culpables <strong>de</strong> la escasez <strong>de</strong> testimonios y <strong>de</strong> nuestro <strong>de</strong>sconocimiento <strong>de</strong> lo esencial<br />

<strong>de</strong> los distintos misterios. Apuleyo parece ser el que más revela <strong>de</strong> los ritos iniciáticos <strong>de</strong> los misterios (<strong>de</strong> Isis) en su<br />

obra Metamorfosis, vulgarmente El asno <strong>de</strong> oro o, mejor, pelirrojo. Pero llega un momento en que se calla: «Tal vez,<br />

lector, preguntarás con cierta ansiedad qué se dijo, qué pasó luego. Te lo diría si fuera lícito <strong>de</strong>cirlo; lo sabrías si fuera<br />

lícito oírlo. Pero contraerían el mismo pecado tus oídos y mi lengua: impía indiscreción en mi caso, temeraria<br />

curiosidad en el tuyo»<br />

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