<strong>TRABAJO</strong> Y <strong>FAMILIA</strong>: HACIA NUEVAS FORMAS DE CONCILIACIÓN CON CORRESPONSABILIDAD SOCIALDurante la mayor parte del siglo XX, la vida familiar y laboral se organizó en tornoal modelo tradicional de familia, bajo la siguiente lógica: el hombre, jefe de hogar,era el encargado de trabajar remuneradamente y percibir un salario con el cualse aseguraba la manutención de todos los miembros del grupo familiar. La mujer,por otra parte, tenía a su cargo las tareas de la casa y el cuidado de los niños/as, acambio de lo cual no recibía ninguna remuneración.Una serie de supuestos caracterizan esta estructura. Por ejemplo, se espera queel hombre cuente con actividad laboral de por vida y a tiempo completo y que lamujer permanezca la mayor parte del tiempo en la casa, concentrada en el cuidadode su familia. Si trabaja fuera del hogar, su ingreso es considerado complementarioal salario percibido por su pareja y, como tal, secundario.El tipo de hogar a partir del cual se construye esta estructura también posee característicasparticulares: se trata de familias biparentales, con matrimonios establesy en las cuales la mujer renuncia a asegurarse una existencia económicamenteindependiente. Su subsistencia y protección social va a estar garantizada, en buenamedida, a partir de los derechos adquiridos por su cónyuge.Hoy este modelo no corresponde con la realidad de las familias ni de la vida ensociedad de América Latina y el Caribe. Ésta ha experimentado, durante las últimasdécadas, una serie de cambios sociales y económicos los cuales, a su vez, hanmodificado las formas de hacer familia y la organización del trabajo.¿Qué ocurrió? Cambió la estructura familiar. Disminuyeron los hogares extendidos–conformados por familias numerosas en las que conviven padres y abuelos– y aumentaronlos monoparentales, por lo que la mayoría de los hogares ya no cuentancon una persona que se pueda dedicar exclusivamente al cuidado u otras tareasreproductivas. También se han registrado transformaciones demográficas ya quela población está envejeciendo, trayendo consigo nuevas demandas de atención.Por otra parte, el mercado laboral no es el mismo de antes, caracterizándose porla inseguridad y la informalidad. Los trabajadores difícilmente pueden controlar laduración e intensidad de sus jornadas. Por último, cambió también la sociedad y losmotores que la empujan: las mujeres poseen hoy más años de educación y valoranla autonomía, los hombres jóvenes tienen expectativas diferentes a las de sus padresy abuelos respecto al papel que quieren cumplir al interior de sus familias.Son enormes las presiones que ambos mundos ejercen sobre trabajadores conresponsabilidades familiares, particularmente sobre las mujeres, pues ellas suelen46
CAPÍTULO IIhacerse cargo de buena parte de las tareas del hogar y, al mismo tiempo, tiendena concentrarse en empleos precarios o mal pagados.Ya está dicho: cambiaron las familias y sus fuentes de ingresos. Pero resta un procesotanto más importante que ese: el de la transformación cultural. De acuerdoa los datos entregados por las encuestas de uso del tiempo, a pesar de la mayorparticipación de las mujeres en el trabajo remunerado, ellas siguen dedicandomuchas horas a las labores dentro del hogar. Es decir, los hombres no han asumidode manera equivalente la corresponsabilidad de las tareas domésticas.El problema cultural no es solamente masculino. El funcionamiento de las sociedadesen general –con sus reglas no escritas, instituciones y horarios– aúndescansa en el supuesto de que hay una persona dedicada completamente alcuidado de la familia. Esta situación afecta especialmente a las mujeres –quienesven limitadas sus alternativas laborales y se enfrentan a jornadas extenuantes– yparticularmente a las más pobres quienes, de acuerdo a las estadísticas que sepresentan, son las que más tiempo destinan a las tareas del hogar ¿Qué implicaesto? Que el uso del tiempo reproduce las desigualdades socioeconómicas y degénero que caracterizan la región.A pesar de la mayorparticipación de lasmujeres en el trabajoremunerado, ellas siguendedicando muchas horasa las labores dentro delhogar.La última parte de este capítulo aborda la situación de la migración femenina. Estetema es una muestra elocuente de los enormes desafíos que tienen las autoridadesde la región a la hora de apuntalar los esfuerzos que realizan las familias, trabajadoresy trabajadoras, para sobrellevar una serie de demandas, por conseguir mejoresingresos, por educar a los niños y niñas, por cuidar a los adultos mayores.Hoy, en América Latina y el Caribe, la migración es crecientemente femenina eimplica extensas cadenas de cuidado encabezadas, en la mayoría de los casos,por madres, hermanas, y abuelas que permanecen en los países de origen. Setrata de mujeres que resuelven enormes vacíos tanto en los países a donde viajancomo en sus naciones de origen y, de esta manera, subsidian a las economías através de su trabajo. Ello, sin embargo, a costa de considerables costos personalesy familiares.47