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Audiencias y pantallas en América - Revista Comunicar

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25poder simbólico no impide, reduce o neutraliza necesariam<strong>en</strong>tela pres<strong>en</strong>cia del poder absoluto o la efectividadg<strong>en</strong>eral de los grupos sociales de elite y las institucionesdominantes. Por el contrario, el poder simbólicoa m<strong>en</strong>udo refuerza las relaciones ya exist<strong>en</strong>tes depoder. No debemos malinterpretar el papel o importanciadel poder simbólico. Que el individuo t<strong>en</strong>gamás libertad para crear y comunicar –incluso <strong>en</strong> lasformas más resist<strong>en</strong>tes– no puede reemplazar ni reducesiempre la influ<strong>en</strong>cia del poder. Las naciones, losgrupos religiosos, las multinacionales, los partidos políticosy las fuerzas militares usan recursos simbólicos ytecnologías de la comunicación para resaltar y ext<strong>en</strong>dersu influ<strong>en</strong>cia. Mi<strong>en</strong>tras las bombas caían <strong>en</strong>Bagdad, por ejemplo, las autoridades de Estados Unidosy de Gran Bretaña se apresuraron a lanzarse a losfotógrafos y cámaras oficiales para contrarrestar consus campañas fotográficas las alarmantes imág<strong>en</strong>esmostradas por la Middle East News y distribuidas atodo lo largo y ancho del mundo por la CNN y muchasotras cad<strong>en</strong>as.La creatividad simbólica y el poder simbólico, sinembargo, no se originan <strong>en</strong> y no solam<strong>en</strong>te b<strong>en</strong>eficiana aquellas instituciones o personas que asociamos conprivilegios sociales o con el poder. Incluso las formassimbólicas más claras pued<strong>en</strong> ser interpretadas <strong>en</strong> formascon las que poco ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que ver o incluso de formaopuesta a las int<strong>en</strong>ciones del emisor.Toda forma simbólica se expone a una lecturaradical o a una reinterpretación. Aún más, el hardwarey el software, tan fácilm<strong>en</strong>te accesibles hoy, están adisposición de aquéllos que no pert<strong>en</strong>ec<strong>en</strong> a las elitesy que no son especialistas para que expres<strong>en</strong> sus propiasideas. La g<strong>en</strong>te normalm<strong>en</strong>te inicia estas comunicacionesd<strong>en</strong>tro de redes sociales que crec<strong>en</strong> <strong>en</strong> elproceso, algunas veces hasta proporciones increíbles.Otras veces los símbolos surg<strong>en</strong> de movimi<strong>en</strong>tos organizados.La compañía Orange, surgida <strong>en</strong> la revoluciónUcrania y la revolución del Cedro <strong>en</strong> El Líbano,ejemplifica cómo el poder simbólico organizado puedefuncionar de forma contagiosa y rápida hasta unaescala regional y global.Las formas simbólicas, que de forma rutinaria circulana través de los mass media y las tecnologías de lainformación como cultura popular –shows de televisión,CDs de música, software de ord<strong>en</strong>ador, películas,páginas webs y muchas más–, b<strong>en</strong>efician a sus múltiplesusuarios y ti<strong>en</strong><strong>en</strong> un pot<strong>en</strong>cial expresivo casi ilimitado.Primero sirv<strong>en</strong> a sus emisores institucionales–las industrias de la cultura, la comunicación y la información–creando dinero e influy<strong>en</strong>do <strong>en</strong> la política y<strong>en</strong> la cultura. Las formas simbólicas funcionan de estemodo como una «propiedad tangible» (Soros, 2002:46). Esta materialización de productos culturalescomo mercancías industriales refleja lo que Paul Willis(2000) llama su «forma portadora». De esta manera,productos originados por las industrias de la cultura, lacomunicación y la información no difier<strong>en</strong> mucho delas mercancías ofertadas por otras industrias. Pero lacultura popular también responde a los intereses diversosde los consumidores como «propiedad intelectual»ayudando a los individuos a amasar un capital cultural.Por su propia naturaleza, los usos y significados de estas<strong>en</strong>tidades simbólicas, a las que Willis llama su «formacultural» están mucho m<strong>en</strong>os restringidos. Su disponibilidaduniversal los ha convertido <strong>en</strong> los recursosexpresivos preferidos <strong>en</strong> la rutina social de la comunicación.Ofrec<strong>en</strong> v<strong>en</strong>tajas especiales a los consumidores.Porque «el uso de un artículo cultural como un CDo un DVD no se agota con su consumo (...) estas manifestacionesde comunicación se usan una y otra vezsin que disminuya su poder» (Willis, 2000: 55). Losconsumidores habituales se compromet<strong>en</strong> con los bi<strong>en</strong>esculturales de forma s<strong>en</strong>sual y emocional y <strong>en</strong> ext<strong>en</strong>sosperiodos de tiempo, se trata de mucho «másque actos singulares de consumo o uso realista de objetosinanimados» (Willis, 2000: 55).Nunca está claro a quién pert<strong>en</strong>ec<strong>en</strong> <strong>en</strong> últimotérmino las formas simbólicas o quién obti<strong>en</strong>e másv<strong>en</strong>taja de ellas <strong>en</strong> una situación dada, especialm<strong>en</strong>tehoy. Incluso <strong>en</strong> el caso de arte con mayúsculas, las culturasque originalm<strong>en</strong>te crean estos productos no ti<strong>en</strong><strong>en</strong>derechos pl<strong>en</strong>os sobre ellos (Appiah, 2006). Enlas calles de hoy, los consumidores de la cultura popularreclaman su derecho a la propiedad de todo tipo deformas culturales al interpretarlas de forma altam<strong>en</strong>temotivada y utilizarlas para su propio b<strong>en</strong>eficio <strong>en</strong> sociedad.La multiplicidad de usos y significados que seda a los productos simbólicos los «des-materializa»(Caney, 2002: 80) y los «re-materializa». Todo tipo deg<strong>en</strong>te produce y reproduce hoy arte, música y todo lodemás, a m<strong>en</strong>udo sin la más mínima int<strong>en</strong>ción de serfieles a los autores «originales», incluso cuando estosautores puedan id<strong>en</strong>tificarse. La propuesta tan a m<strong>en</strong>udoreiterada de Walter B<strong>en</strong>jamin (1970) de que lareproducción mecánica del arte aburre a los s<strong>en</strong>tidos ylimita el pot<strong>en</strong>cial humano ciertam<strong>en</strong>te no significamucho <strong>en</strong> el mundo actual de la reproducción digitaly la conectividad global.La gama completa de formas simbólicas y de herrami<strong>en</strong>tastecnológicas –no sólo Internet sino el panoramacompleto de recursos culturales contemporáneos–nos provee de oportunidades sin preced<strong>en</strong>tespara la expresión humana y para contactar con g<strong>en</strong>te<strong>Comunicar</strong>, 30, XV, 2008© ISSN: 1134-3478 • Páginas 21-26

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