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Formas de sociabilidad y de relación con el territorio urbano - CIMOP

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SEVILLA<br />

ENTRE EL AYER Y EL MAÑANA<br />

El estudio que esta obra ha abordado pue<strong>de</strong> que sea <strong>el</strong> último estudio <strong>de</strong> la Sevilla-ciudad, <strong>de</strong> la Sevilla que fue creciendo<br />

como enclave aislado durante veintitantos siglos y que ha llegado hasta hoy.<br />

A lo largo <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> <strong>el</strong>los, la ciudad fue <strong>con</strong>solidándose no sólo como <strong>con</strong>tenedora <strong>de</strong> habitantes, sino también como<br />

hacedora <strong>de</strong> ciudadanos, algo que no siempre ocurre y que, cuando lo hace, tampoco se sabe muy bien por qué. Sevilla<br />

fue haciendo sevillanos <strong>con</strong> personalidad <strong>de</strong>finida, aunque no en todos los siglos esa personalidad se <strong>de</strong>finiera <strong>con</strong> las<br />

mismas notas.<br />

Pero, así y todo, resulta sorpren<strong>de</strong>nte no sólo que en<strong>con</strong>tremos en Averroes o en Abenarabí características <strong>de</strong> la ciudad y<br />

<strong>de</strong> sus habitantes que guardan similitu<strong>de</strong>s <strong>con</strong> estereotipos actuales, sino que esos autores <strong>de</strong>jaran por un momento <strong>el</strong> hilo<br />

<strong>con</strong>ductor <strong>de</strong> sus argumentaciones para pararse a explicar al lector cómo eran Sevilla y los que la habitaban, algo que no es<br />

frecuente en<strong>con</strong>trar cuando se hacen referencias a otros lugares.<br />

¿Se trataba ya <strong>de</strong> una “cita obligada”, dada la importancia que habían <strong>con</strong>cedido a Isbilia los almoha<strong>de</strong>s, o esa importancia<br />

<strong>de</strong>rivaba <strong>de</strong> que previamente la ciudad y quienes la poblaban había adquirido “imagen”, como diríamos hoy?<br />

Vaya usted a saber. Pero lo cierto es que esa “imagen” –y seguramente lo que la producía– <strong>con</strong>tinuó una vez <strong>con</strong>vertida en<br />

enclave cast<strong>el</strong>lano. Claro que, por muy cast<strong>el</strong>lana que fuera, aparecieron casi inmediatamente (porque, tal vez, <strong>con</strong>tinuaron)<br />

unos gremios hechos y <strong>de</strong>rechos, unas <strong>con</strong>strucciones <strong>con</strong> hu<strong>el</strong>las in<strong>de</strong>lebles <strong>de</strong> su pasado reciente y productos artesanales<br />

<strong>de</strong> trazas andalusíes, señales inequívocas <strong>de</strong> lo mezclado <strong>de</strong> su población y avisos <strong>de</strong> cuanto habría <strong>de</strong> venir.<br />

Las referencias a los sevillanos como sociedad diferenciada saltan por todas partes en <strong>el</strong> siglo siguiente, <strong>el</strong> XIV lleno<br />

míticamente por Pedro I El Cru<strong>el</strong>, y se asientan a partir <strong>de</strong>l siglo XVI, pero para entonces Sevilla era ya una <strong>de</strong> las principales<br />

ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mundo. Tomás <strong>de</strong> Mercado, <strong>el</strong> primer teórico <strong>de</strong> la E<strong>con</strong>omía a juicio <strong>de</strong> Pierre Vilar, captó cómo <strong>con</strong> <strong>el</strong><br />

<strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> América la había cambiado “<strong>de</strong> extremo <strong>de</strong>l mundo a centro”.<br />

Sevilla fue durante siglo y medio <strong>el</strong> centro <strong>de</strong> lo que hemos dado en llamar mundo occi<strong>de</strong>ntal y eso se nota, aunque <strong>el</strong> tiempo<br />

haya puesto cuatrocientos años por medio. La antigua capital almoha<strong>de</strong> <strong>de</strong> extenso recinto y un edificio emblemático –la<br />

Giralda–, levantado <strong>con</strong> <strong>el</strong> mismo carácter <strong>de</strong> señu<strong>el</strong>o <strong>con</strong> que hoy se alzan las torres Petrona en Kuala Lumpur, <strong>el</strong> “pepino”<br />

londinense <strong>de</strong> Foster o la torre Agbar <strong>de</strong> Barc<strong>el</strong>ona, se transformó entre mediados <strong>de</strong>l siglo XV y los <strong>de</strong>l XVI en una ciudad<br />

bien distinta.<br />

Todo <strong>el</strong> mundo labra casas nuevas, <strong>de</strong>cía Pedro Mexía en esa época. Ese “todo <strong>el</strong> mundo” no era una metáfora porque esos<br />

palacios pertenecían a corsos, alemanes, flamencos, catalanes y nobles <strong>con</strong> ascen<strong>de</strong>ncia inglesa. Un poco más tar<strong>de</strong>, Antonio<br />

Domínguez Ortiz, <strong>con</strong> su pasión archivera, nos <strong>de</strong>jó una larga lista <strong>de</strong> ap<strong>el</strong>lidos sevillanos, como Bécquer, Bethoven o Jacops<br />

(Jácome) en uno <strong>de</strong> sus pequeños pero intensos trabajos: Los extranjeros en la vida española durante <strong>el</strong> siglo XVII.<br />

También se labraban nuevas mitologías haciéndolas venir <strong>de</strong> Hércules y Julio César, y Luis <strong>de</strong> Peraza añadía a todo eso en<br />

su Historia <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Sevilla la variedad <strong>de</strong> razas, trajes y costumbres que la llenaban. Sevilla, que había comenzado a<br />

levantar su catedral no para que las generaciones tomaran por locos a quienes la habían proyectado, sino –lisa y llanamente–<br />

para arrebatar a Toledo la primacía eclesiástica, se en<strong>con</strong>tró también <strong>con</strong> que era <strong>el</strong> pilar europeo <strong>de</strong>l Gol<strong>de</strong>ngate que tenía<br />

<strong>el</strong> <strong>con</strong>trario en Veracruz. Remató, pues, la faena gastando sumas ingentes para lograr la boda <strong>de</strong>l Emperador y, a ser posible,<br />

que éste engendrara a su sucesor en <strong>el</strong> Alcázar.<br />

El emporio comenzó a <strong>de</strong>rrumbarse a finales <strong>de</strong>l seiscientos y se <strong>con</strong>virtió en ruina a lo largo <strong>de</strong> los años <strong>de</strong> la centuria<br />

siguiente. Ya en 1521 (<strong>el</strong> mismo año <strong>de</strong> la <strong>con</strong>quista <strong>de</strong> México) se <strong>de</strong>jaron sentir en <strong>el</strong> “motín <strong>de</strong>l Pendón Ver<strong>de</strong>” los efectos<br />

<strong>de</strong>l gasto <strong>de</strong>sproporcionado, pero la dura represión y la llegada <strong>de</strong> metales preciosos acallaron las bocas. Después vendrían<br />

otros inci<strong>de</strong>ntes, epi<strong>de</strong>mias periódicas y, apenas enterrado Carlos V, llegaron los durísimos autos <strong>de</strong> fe <strong>con</strong>tra los círculos<br />

erasmistas y luteranos que, indudablemente, marcaron la <strong>sociabilidad</strong> sevillana, porque es ahora cuando las hermanda<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

penitencia se <strong>con</strong>vierten en pasaportes para <strong>el</strong>udir la presunción <strong>de</strong> culpabilidad. ¿Qué mayor prueba <strong>de</strong> catolicismo podía<br />

haber que la <strong>de</strong> dar prueba pública <strong>de</strong> creer en <strong>el</strong> sacramento <strong>de</strong> la penitencia, negado por Lutero?<br />

Pero eso, naturalmente, no libraba <strong>de</strong> todo lo <strong>de</strong>más. La peste <strong>de</strong> 1640 acabó <strong>con</strong> buena parte <strong>de</strong> la población y <strong>con</strong> las<br />

esperanzas <strong>de</strong> un resurgimiento. Mientras los altos estamentos tomaban <strong>el</strong> camino <strong>de</strong> Cádiz, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los pueblos hambrientos<br />

no cesaban <strong>de</strong> acudir brazos y bocas que no entendían ni <strong>de</strong> e<strong>con</strong>omía ni <strong>de</strong> <strong>de</strong>mografía.<br />

Muchos <strong>de</strong> los antiguos palacios se llenan entonces <strong>de</strong> vecinos en un ambiente que no <strong>de</strong>bería distar mucho <strong>de</strong>l que nos<br />

pintó David Lean en <strong>el</strong> San Petersburgo <strong>de</strong> 1917. Cuando en tiempos <strong>de</strong> Carlos III llegue a la ciudad Pablo <strong>de</strong> Olavi<strong>de</strong> para<br />

tratar <strong>de</strong> organizar aqu<strong>el</strong> caos, veremos la verda<strong>de</strong>ra situación en los informes que hablan <strong>de</strong> las dificulta<strong>de</strong>s para realizar <strong>el</strong><br />

padrón en la mayoría <strong>de</strong> los barrios <strong>con</strong> casas repletas:<br />

“que incluyen tantos vecinos como salas, y especialmente en San Gil, Santa Lucía, San Martín, San Lorenzo y <strong>el</strong> barrio<br />

<strong>de</strong> Triana, don<strong>de</strong> hay casas principales subarrendadas. Así tienen (los vecinos) tan incierta su suerte como su domicilio;<br />

arriendan al que llaman casero (que es <strong>el</strong> que ha tomado <strong>de</strong> su cuenta la casa) salas por meses. Muy luego la necesidad <strong>de</strong><br />

buscar la vida en otra parte o la imposibilidad <strong>de</strong> pagar <strong>el</strong> cuarto les obliga a <strong>de</strong>xarlo; vánse <strong>con</strong> su corto mueble, a veces<br />

ocultando <strong>el</strong> don<strong>de</strong>, <strong>de</strong> forma que los mismos caseros lo ignoran, y aun más los curas; que pasando un mes <strong>de</strong>l cumplimiento<br />

<strong>de</strong> la iglesia se hallan <strong>con</strong> muchos parroquianos menos <strong>de</strong> los empadronados y, en su lugar, otros que no <strong>con</strong>ocen, repitiéndose<br />

estas mudanzas todo <strong>el</strong> transcurso <strong>de</strong>l año, <strong>con</strong> especialidad en los barrios dichos, don<strong>de</strong> por un regulación pru<strong>de</strong>nte, las tres<br />

cuartas partes <strong>de</strong>l vecindario son <strong>de</strong> dicha especie”<br />

Por mucho que los gobernantes intentaran impedirlo o reglamentarlo, era casi in<strong>el</strong>udible que la taberna –para los hombres–<br />

y la iglesia –para las mujeres– se <strong>con</strong>stituyeran en una prolongación <strong>de</strong> la casa, a la cual, por esa pobreza <strong>de</strong>scrita en<br />

<strong>el</strong> párrafo anterior, no se <strong>de</strong>ja penetrar a nadie que no sea <strong>de</strong> la familia o <strong>de</strong> esa asociación <strong>de</strong> familias que instaura<br />

<strong>el</strong> compadrinazgo.<br />

Era la <strong>de</strong>sembocadura <strong>de</strong>l río <strong>de</strong> la <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia que Sevilla no acababa <strong>de</strong> creerse. Casi medio siglo antes, recién terminada la<br />

Guerra <strong>de</strong> Sucesión en la que, como casi siempre, había nadado entre dos aguas, la ciudad c<strong>el</strong>ebró <strong>el</strong> anuncio <strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong><br />

la Corte como quien recibe <strong>el</strong> agua <strong>de</strong> mayo o quien se cree <strong>el</strong> cuento <strong>de</strong> la lechera. Todo se dispuso para recibir al monarca<br />

y su séquito que, en realidad, tan sólo había venido para preparar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>el</strong> Alcázar <strong>el</strong> proyecto <strong>de</strong> <strong>con</strong>strucción <strong>de</strong> una gran<br />

ciudad –lo que luego no fue San Fernando– en la bahía <strong>de</strong> Cádiz.

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