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Escrito sin permiso - Cadal

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manuEl VázquEz Portal<br />

28<br />

Mi primer día de huelga fue domingo. No había podido dormir en<br />

toda la noche. Los huesos no se acostumbraban a la indocilidad<br />

del piso. La piel no se conformaba con el escozor que le proponían<br />

los insectos. El estómago no cesaba en su concierto de tripas bullangueras. Fue<br />

larga la noche. Panza arriba. Duelen los puntos de apoyo de la espalda. De lado,<br />

por la derecha. Duelen los puntos de apoyo del hombro y la cadera. De lado,<br />

por la izquierda. Duele. Cambio de posición. Se resiente de nuevo la espalda.<br />

Las horas lentas, moronas. No pasan. Se alargan. Agradecí la salida del sol. Se<br />

alejaron los bichos. Se disipó el frío. Los huesos se alivian, se acomodan. Pero<br />

las tripas, ¡ay!, las tripas no acallan su inconformidad, su desasosiego.<br />

Llega Roberto a mi celda. Es el oficial de la Seguridad que “atiende” la<br />

prisión de Aguadores, según me dijo. Mulato. Pequeño. Gafas de aumento,<br />

Bigotito.<br />

“Prepárese para que lo vea el médico”, me ordena. Me incorporo.<br />

“Ya estoy preparado”, le respondo.<br />

“¿Usted no tiene ropa?”<br />

“Usted los sabe”. Me mira. Debo estar muy sexy. Rostro grasoso. Ojos<br />

legañosos, dientes <strong>sin</strong> cepillar, pero en calzoncillos. Se va Roberto. Quiere<br />

aparentar laconismo, dureza de carácter.<br />

Regresa Roberto. Trae un short y una camisa <strong>sin</strong> mangas. Me los alcanza<br />

por entre la maraña de cabillas que es la puerta. Me visto. Ordena a un guar-<br />

dián que abra la puerta. Me esposan. Me conducen por el largo pasillo. Una<br />

pared rebrillando de blanco a la izquierda; a la derecha, celdas llenas de presos.<br />

Llegamos a la enfermería. Desalojan. El doctor Matos me ausculta, mide mi<br />

tensión arterial, me pesa. Roberto anota lo que el médico le dice. Va al teléfono<br />

a rendir el parte a sus superiores. A mí me conducen de regreso a la celda. En<br />

el trayecto me entero que las celdas de castigo están tan pobladas porque en el<br />

penal se ha desatado un brote enorme de conjuntivitis, y ese es el único modo<br />

de aislar a los infectados. Al pasar algunos me saludan. Me retiran la ropa que<br />

me habían traído para asistir a la consulta. Otra vez en calzoncillos. Otra vez<br />

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