09.05.2013 Views

Escrito sin permiso - Cadal

Escrito sin permiso - Cadal

Escrito sin permiso - Cadal

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />

Me voy a la celda rebosante de alegría. Iba a abrazar, besar a Yenima pero<br />

sé que si me le acerco demasiado saldrá huyendo. Nuestro amor es totalmente<br />

platónico. No va más allá de miradas arrobadoras, frases galantes, silencios<br />

cómplices. Sin embargo hoy la veo más caderuda que otras veces. Hoy me<br />

parece más bella, más sublime, más elástica, más subyugante. ¡Yenima, por tu<br />

madre! Si yo fuera Micky Mouse.<br />

¡Al fin mi licencia conyugal! Cuatro meses de abstinencia. Estoy nervioso<br />

como un escolar en su primera cita de amor. Me sudan las manos. Me huelo para<br />

comprobar que no apesto a celda. Apenas amaneció me di un baño minucioso,<br />

me revisé las uñas, me cepillé los dientes con esmero, me puse desodorante<br />

en abundancia, lustré los zapatos –única prenda de vestir que me dejaron la<br />

madrugada que me disfrazaron de preso-, me afeité cuidadosamente. Fui al<br />

encuentro con mi esposa.<br />

Las habitaciones de las licencias conyugales son un chiquero. Huelen a<br />

humedad, a fluidos resecos, a orina vieja; apestan a promiscuidad. Me condu-<br />

jeron esposado. Me habían requisado minuciosamente. Mi esposa también fue<br />

requisada humillantemente por una oficial de la penitenciaría. Cuando cerraron<br />

la puerta escuché un friccionarse de cerrojos, un chasquido de candados, un<br />

murmullo de voces cercanas. Quedé pasmado, anonadado. No pude apartar la<br />

idea de que Yolanda en ese momento estaba también presa. Todas las inhibi-<br />

ciones del mundo se apoderaron de mí. No atiné <strong>sin</strong>o a preguntarle si me había<br />

traído café. A<strong>sin</strong>tió, turbadísima. Me alcanzó un pequeño termo. ¡Ah, delicia<br />

del adicto a la cafeína! Sorbí con fruición. Un cigarrillo tras otro. Escuché a<br />

Yolanda contándome las noticias de la familia, de Cuba, del mundo. Se acabaron<br />

las tres horas. Otras requisas. Otra vez las esposas. Otra vez la soledad de mi<br />

celda.<br />

Escribía este poema cuando Sabino, el reeducador, mandó llevarme hasta<br />

su oficina:<br />

AMOR CONTRA RELOJ.<br />

¡Qué hermosa eres, amor mío,<br />

qué hermosa eres!<br />

El Cantar de los Cantares.<br />

51

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!