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Escrito sin permiso - Cadal

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manuEl VázquEz Portal<br />

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La ola represiva se encrespaba, crecía, se acercaba. Tomó dimensiones<br />

de Tsunami política. Llegó a mi casa por la tarde. Cuenta Yolanda:<br />

“Cuando el 1 de marzo de 2003, entre las 5:30 y 5:45 de la tarde<br />

abrí la puerta de mi casa a la policía política, supe que mi familia iba a ser<br />

cercenada y mi hijito de años condenado a sufrir vejaciones. Esa tarde<br />

será inolvidable para nosotros, y sobre todo para nuestro hijo. Mi esposo,<br />

Manuel Vázquez Portal, y yo estábamos en el cuarto conversando cuando<br />

llamaron a la puerta. No fueron toques fuertes, más bien mesurados, lo que<br />

se contradice con el despliegue policíaco que hicieron al llegar al edificio los<br />

agentes de la Seguridad del Estado, según me contaron los vecinos. Muchos<br />

de ellos me comentaron que parecía que iban a capturar a Bin Laden: tres<br />

carros, dos motos. Catorce hombres subieron a mi apartamento con cáma-<br />

ras fotográficas, de video y otros artefactos propios e impropios de lo que se<br />

proponían realizar, todos vestidos de civil. El responsable del “operativo”<br />

me metió un papel por los ojos y terminó de empujar la puerta que yo sólo<br />

había abierto a medias. Me siguieron hasta el cuarto donde estaba Manuel<br />

y le mostraron la orden de registro. A partir de ese momento se dividieron en<br />

cuatro bandos, uno con Manuel en la habitación donde escribía, otro con-<br />

migo en el dormitorio, un grupo estaba en la sala con el jefe, quien se sentó<br />

a nuestra mesa a recopilar las “evidencias” y un último bando que entraba<br />

y salía de la casa <strong>sin</strong> cesar. Abajo había otro grupo más, en los alrededores<br />

del edificio, pero entonces yo no lo sabía. El niño estaba en ese momento<br />

en casa de un vecino y le pedí “al jefe” que me permitiera salir a decirle a<br />

éste que retuviera lo más posible al niño para que no estuviera presente en<br />

nuestra casa durante el registro. Ellos accedieron, recalcando que no eran<br />

monstruos y que no deseaban hacer daño a un niño. Me dejaron salir <strong>sin</strong> el<br />

carnet de identidad y así pude avisar a alguien quien se encargó de divulgar<br />

la noticia. Revisaron minuciosamente, con verdadera habilidad, mueble por<br />

mueble; gaveta por gaveta; hojeaban los libros, escudriñaban entre las ropas,<br />

leían los papeles, miraban las fotografías.(…) Nuestro hijo llegó por fin al<br />

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