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Escrito sin permiso - Cadal

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manuEl VázquEz Portal<br />

¡P’a qué fue aquello, compadre! Se armó el titingó vigueta. Don Omni montó<br />

en cólera. Miedo él. ¡No joda! ¿Acaso ha andado con escolta alguna vez? Y<br />

entonces preparó la pachanga. Jolgorio de canallas. Jubileo de traidores. Verbena<br />

de timoratos. Carnaval de rábulas. Procesión de nazarenos.<br />

20<br />

Yo andaba alerta y preocupado. Se preparaba otra candanga donde el Sr<br />

Cason debía estar involucrado para que la emboscada fuera eficaz: un seminario<br />

de ética periodística que, diligentemente, organizaba Manuel David Orrio. Yo<br />

no participaría. Por nada del mundo dejaría de asistir a la fiesta de mi nieto.<br />

Cuando uno tiene el primer nieto cree que es el único en el mundo con ese<br />

orgullo y anda por la vida mostrándolo como un trofeo. ¡Qué bello! ¡Que sim-<br />

pático! ¡Que inteligente! Ah, y si alguien afirma que se parece a ti, entonces<br />

es cuando el pobre niño, que no le ha hecho daño a nadie, todavía, se trasmuta<br />

en el non plus ultra de la infancia. Así que ciego de vanidad me fui a Ciego.<br />

Jugué con Samuel. Bebí cervezas con Isauro, el padre de mi nieto. Bailé con<br />

Tairelsy, mi hija, la madre de mi nieto. Discutí con los otros abuelos sobre los<br />

genes dominantes en mi nieto: mi nieto, mi nieto y mi nieto: nada posesivo que<br />

soy; en fin, la chochera padre.<br />

El 17 de marzo de 2003 era lunes. Regresamos cansados pero contentos. Bajo<br />

un aguacero madrugador y primaveral dejamos Morón atrás. Nos dormimos<br />

en el tren. En Cuba, por muy corto que sea el trayecto, da tiempo para roncar.<br />

Entramos a La Habana al filo del mediodía. ¡Home, sweet home! Mi buró. Mi<br />

silla. Mi vieja máquina de escribir. Esta semana no habrá nada para Cubanet.<br />

Le escribiré una carta a Rosa Berre, ella también es abuela. Me comprenderá.<br />

Duermo de un tirón hasta el atardecer. Me despierta un aguerrido discurso que<br />

pronuncian en La Mesa Redonda. Los panelistas se banquetean con su posibi-<br />

lidad de insultar <strong>sin</strong> posible réplica por parte del agredido. Las diatribas ya son<br />

consuetudinarias en ellos. No me extrañan. Pero me llama la atención el tono<br />

amenazante que usan hoy. Sucede algo diferente. Aquí hay gato encerrado. Lo<br />

comento con Yolanda. Ella también presiente el peligro. Pero el peligro era más<br />

inminente de lo que suponíamos. La guerra que muy pronto se desataría en Irak<br />

tenía al mundo en vilo. En Cuba el asunto tomaba dimensiones exageradas. En<br />

las altas esferas se urdían sabe Dios qué truculencias. Quizás pensaban que se<br />

trataba del momento propicio para asestar un golpe definitivo a la oposición<br />

interna. Muy pronto lo sabríamos.

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