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Escrito sin permiso - Cadal

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manuEl VázquEz Portal<br />

Cumple 40 años, y dicen, que los 40 años en una mujer son difíciles, más si el<br />

marido ha muerto hace poco. Taira es la primera sobrina de toda mi familia.<br />

Fue para nuestra infancia y adolescencia como un juguete más con su hechizo<br />

de niña encantadora. Nació unos días antes de que el asolador ciclón Flora, que<br />

arrasara la antigua provincia de Oriente, comenzara a azotar Cuba. Creció, fue<br />

pionera, estudió e hizo un gran matrimonio a la manera socialista: con apenas<br />

21 años se casó con un anciano coronel. Eso nos separó. Cuando me dijo que lo<br />

haría, y me presentó a su esperpento con entorchados, le pregunté si se habían<br />

acabado los jóvenes en Cuba. El resto de la cena que habíamos preparado para<br />

la presentación transcurrió en silencio. Y ese silencio entre nosotros se alargó<br />

por mucho tiempo. No porque el hombre fuera coronel, comunista o malo, si<br />

no porque me parecía hallar algo de oportunismo o prostitución moral en la<br />

actitud de mi sobrina. Ya en ese tiempo había dos tipos de jineteras en el país:<br />

las que negociaban con extranjeros, y las que cazaban a un alto funcionario o<br />

militar. No obstante una parte de mi amor le siguió perteneciendo, le pertenece.<br />

Y por eso no quiero que se me olvide felicitarla precisamente hoy que cumple<br />

40 años, y debe haber madurado mucho.<br />

14<br />

Cuando tuve el teléfono de Taira pensé en Yolanda, en su honradez, su<br />

altivez, su dignidad y decidí escribirle otra carta para patentizarle mi respeto y<br />

mi amor. Usé el resto de la mañana ensartando palabras.<br />

“Te tengo una noticia”, me dijo Yolanda apenas Gabriel la dejó hablarme<br />

por teléfono. El niño siempre es quien comienza las conversaciones y resulta<br />

difícil que deje hablar a los demás. Es como si tuviera hambre de mí, como si<br />

quisiera que los 25 minutos de llamada fueran eternos.<br />

“¿Buena o mala?<br />

“¡Buenísima!”<br />

“Suelta”<br />

“Te dieron el premio internacional de Libertad de Expresión que otorga<br />

cada año El Comité de Protección a los Periodistas, con sede en New York.<br />

Son cuatro los premiados: un ruso, un marroquí, un afgano y tú”.<br />

“¡Ñoooooooo!”<br />

Regresé a la celda entre feliz y atormentado. El desfollamiento abrupto<br />

de mi anonimato internacional me sumía en un piélago de preocupaciones e<br />

inquietudes. No sabía si merecía tal reconocimiento o si el tal honor redundaría

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