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manuEl VázquEz Portal<br />
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Vuelta a las maniobras seráficas de Ramiro. Ha regresado de Venezuela<br />
bien avituallado. Gafas de sol, reloj de pulsera y caja doradas, zapatos<br />
<strong>sin</strong>téticos afocantes, pull over desmangado, jeans desteñido. Todo un<br />
Dandy Ramiro. Baratijas, subproductos del mercado pero él cree vestir al último<br />
grito de la moda. ¿Sabrá Ramiro lo que son unos zapatos Gucci de 900 dólares,<br />
lo que es un Rolex de 10 mil, lo que son unas Ray Ban? No. Esos son lujos de<br />
Generales y Coroneles. Ramiro es un pobre capitán de provincia. Pero salido<br />
del terrón y la cañada, se piensa en la cima del mundo con sus espejuelitos<br />
plásticos, su reloj de kiosco de baratijas y sus zapatos de colorines.<br />
Ramiro no es mala persona. Yo diría que un guajirito noble. Pero tiene que<br />
hacer su trabajo. Y el trabajo ajeno, por más repulsivo que nos resulte hay que<br />
respetarlo. Ramiro es policía. Tiene que actuar como policía. Si no fuera policía<br />
quizás fuéramos amigos, y a lo mejor lo ayudaría a resolver su trauma con las<br />
mujeres. Ramiro siempre habla de su suerte para conquistar mujeres. Pretende<br />
brindar una imagen de Don Juan. No es más que una proyección psicológica<br />
de su carencia. Si el supiera que el donjuanismo es, en el fondo, debilidad, no<br />
alardearía tanto con su suerte para las mujeres. Lo difícil en el amor es mantener<br />
una sola mujer por mucho tiempo. Ligar putas en cualquier esquina de cualquier<br />
ciudad es fácil. Ramiro no lo sabe. Me doy cuenta que usa a las mujeres como<br />
vertedero. Va a ellas a desahogarse. El día que comprenda que la plenitud del<br />
amor radica en la satisfacción de ambos en la pareja, comprenderá que la mujer<br />
es mucho más que sexo emergente después del estrés cotidiano que le produce<br />
su ajetreo policíaco.<br />
Ramiro protesta por la hora que es y por el lugar donde se halla. ¿Qué hace<br />
él a medianoche en la cárcel de Boniato? Debía ahora mismo estar frente a una<br />
cerveza fría, abacorando una mulata santiaguera y alardeando de su viaje a<br />
Venezuela. Mi huelga no le ha dejado disfrutar de las delicias del viajero que,<br />
como el Marco Polo de los pobres que es, vuelve para contar, entre los parro-<br />
quianos que no han salido nunca de Tivolí o Chicharrones, sus aventuras por<br />
esos mundos de Dios. No ha acabado de bajarse del avión y ya tiene que venir<br />
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