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Escrito sin permiso - Cadal

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manuEl VázquEz Portal<br />

marginal de cuanto lo rodeaba. Su futuro era la inmediatez; su método vital,<br />

el pillaje y la fuerza.<br />

112<br />

Cuando los pasilleros me traían el sancocho del penal lo botaba por el tra-<br />

gante del retrete. Nunca pude comerlo. Abel Domínguez Portuondo y Branly<br />

Arnal se habían encargado de alimentarme mientras mi jaba no había llegado.<br />

Ellos también botaban la comida que brindaba la prisión. Se me ocurrió que<br />

podíamos ayudar a Yan que siempre trinaba de hambre. Su corpachón joven<br />

necesitaba una cantidad de alimentos que, ni por asomo, satisfacía la exigua<br />

ración que le otorgaban. Acordamos no verterla más por el retrete. Branly se<br />

la llevaría a Yan.<br />

“Gracias, papá Manuel”, me gritó Yan desde su celda cuando Branly llegó<br />

con el cargamento.<br />

Aquella noche el negro estuvo cantando hasta después del toque de silencio.<br />

Su alegría era incomparable. Al final de su concierto, impuesto por los guar-<br />

dianes que, entre divertidos e imperiosos, le ordenaron callara, anunció que<br />

se masturbaría a costa de la madre de Fidel Castro, rió estruendosamente y la<br />

sección de castigo de la prisión de Aguadores cayó en el letargo que antecede<br />

a los ronquidos, quejas de pesadillas y flatos sonoros de una noche de cárcel.<br />

Yo no sospechaba entonces el triste destino que se le avecinaba a Yan.

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