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<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />
Juan Carlos me felicita. Ileana, su mujer le contó sobre el diario. No estoy<br />
contento, debía estarlo, pero no lo estoy. Yo había preparado el segundo<br />
envío con mucho cuidado. Pero me confié. No tuve en cuenta que esta<br />
vez no serían Sabino y los otros fronterizos los únicos que requisarían. La<br />
oficial del pabellón de licencias conyugales fue más lista que ellos. No tuve en<br />
cuenta esa posibilidad. Cuando hablé con Yolanda, por teléfono, bajo la atenta<br />
mirada de Sabino, que anotaba mis palabras en una agenda, supe que la mayor<br />
parte del segundo envío del diario había sido descubierto. Solos los primeros<br />
días de junio se habían salvado. Qué lastima. Cuando lo cuente nuevamente<br />
ya no tendrá la frescura de esas páginas escritas bajo la presión de la cárcel y<br />
la enamorada mirada de Yenima.<br />
Yolanda se preocupa mucho por las amenazas de castigo que me hizo<br />
Sabino. Traté de restarle importancia al asunto. Le expliqué que lo más que<br />
podían hacer era “jalarle las orejas” a Sabino, por torpe en su trabajo, y suspen-<br />
derme una visita o una licencia conyugal a mí. A ella le pareció desastroso. No<br />
comprendía cómo yo lo tomaba con esa calma. Al fin, el embrollo quedó <strong>sin</strong><br />
consecuencias, pero Sabino me tenía el naipe guardado. Lo que decía el diario<br />
echaba por tierra todo el cacareo del gobierno cubano y su principal vocero,<br />
el canciller Felipe Pérez Roque, a sólo tres meses de los sucesos de lo que ya<br />
la prensa internacional llamaba “La Primavera Negra de Cuba”. En él se des-<br />
mentían todos los argumentos esgrimidos para encarcelarnos y se mostraban<br />
las verdaderas condiciones en que extinguíamos nuestras condenas. Pero sobre<br />
todo, había puesto en ridículo la infiltrabilidad del sistema de máxima severidad<br />
en que nos mantenían y la eficiencia de los carceleros. Sabino, el reeducador, y<br />
Arrate, el oficial de la policía política que “atiende” la cárcel de Boniato, deben<br />
haber recibido un buen rapapolvos por parte de sus superiores. Lo intuí por lo<br />
frecuentes que se tornaron las visitas de altos oficiales de la dirección nacional<br />
del país a la cárcel.<br />
En esos días desfilaron por Boniatico Generales y Doctores en procesiones<br />
abundantes. Parecían estar corroborando lo que decía el diario. El último en<br />
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