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Escrito sin permiso - Cadal

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manuEl VázquEz Portal<br />

202<br />

La doctora Julliet se preocupa porque ya llevo cuatro días en huelga de<br />

hambre y no he permitido que me ausculte. He perdido bastante peso y he<br />

vuelto a fumar para entretener el hambre. Vuelven los mareos y los escalofríos.<br />

Siento debilidad en todo el cuerpo. Esta vez me retiraron las pertenencias pero<br />

me dejaron la colchoneta de goma y mis sábanas. Parece que las denuncias<br />

anteriores dieron algún resultado. No me han trasladado para la “tola”, que es<br />

lo que yo esperaba y lo que hacen con los que se declaran en huelga de hambre.<br />

Arrate y los de la Seguridad no se han molestado con venirme a ver, ya saben<br />

que perderían su tiempo. Sólo Granja y Ramón acuden a tratar de convencerme<br />

para que vaya a la consulta con Julliet.<br />

Al quinto día acepto que me saquen de la celda para que Julliet me examine.<br />

Tengo la presión arterial muy baja. He perdido cerca de seis kilogramos de peso y<br />

la hipoglicemia me provoca sudoraciones frías. Mi salud se ha ido quebrantando.<br />

Ya no tengo tantas reservas como antes. Un año de mala alimentación ha ido<br />

minando mi organismo. Ella trata de persuadirme para que deponga la huelga<br />

y yo le explico que no desistiré. La falta de alimentos unida a la suciedad de<br />

la celda y el reinicio de mi hábito de fumar me han provocado una abundante<br />

rinorrea así como una tos bastante persiste. Supongo que mi pobre pulmón esté<br />

sufriendo lo indecible pero tiene que resistir un poco más.<br />

Al séptimo día ya siento que las fuerzas me están abandonando. Los ma-<br />

reos han aumentado y el estado de sonnolencia es casi permanente. Estoy muy<br />

preocupado por Yolanda. Su pierna fracturada, su delgadez extrema me dejaron<br />

un sabor de rabia contra el gobierno en la boca. Quisiera hablar con ella por<br />

teléfono pero sé que mientras mantenga la huelga no me lo permitirán. Trato de<br />

forzar la situación. Le explico a Granja, uno de los reeducadores, que necesito<br />

saber de mi esposa, que él conoce que vino a la visita con una pierna enyesada.<br />

El me promete que lo consultará. Lo consulta. Le dicen que no puede ser. Le<br />

digo que voy a armar una tángana. Y antes de que organice el rebumbio con los<br />

otros presos, me sacan esposado de mi celda y me conducen hasta el calabozo<br />

de la dirección de Orden Interior. Allí me aíslan para que no pueda sublevar a<br />

Boniatico. El calabozo de Orden Interior es el lugar más sucio apestoso, opre-<br />

sivo y torturante que se pueda imaginar. Un acre hedor de orinas viejas hace<br />

el aire irrespirable, la humedad y la oscuridad lo convierten en una verdadera<br />

tumba, un banco de concreto es el asiento y la cama a la vez. Sobre el banco

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