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<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />
Por la mañana terminé de leer Ingeniero de Almas del escritor checo Josef<br />
Skvoresky. El libro es un ladrillo. Gordo y pesado. Pero vale la pena<br />
soportar los inconvenientes para su lectura. Me divertí mucho. Es un<br />
libro que convierte el sufrimiento en ironía, y la ironía en escalpelo para extirpar<br />
el sufrimiento. Desde el mismo título es una burla a la teoría stalinista de que<br />
el escritor, el artista, el intelectual es un “ingeniero de almas”. En él se hacen<br />
palpables las almas construidas por la teoría del “gran líder soviético”. Es una<br />
radiografía del socialismo en checoslovaquia, y me atrevo a decir que en toda<br />
la Europa Oriental. De Skvoresky solo conocía algunas referencias escritas por<br />
Milán Kundera, el escritor checo que más he leído después de Kafka. Milán<br />
Kundera se tornó mi preferido después que leí La Insoportable levedad del ser.<br />
Siempre me han llamado mucho la atención las teorías nietzscheanas sobre el<br />
eterno retorno, ya se sabe, por aquello de nihil novum sub sole. Pero los libros<br />
de Milán Kundera no los dejarían pasar. Los policías políticos son incultos<br />
pero no tanto. Y Milán Kundera ha sonado mucho en los últimos tiempos en<br />
Cuba como para que no lo conozcan. Por eso sugerí a Yolanda me trajera a<br />
otros autores menos connotados del ex bloque socialista. Quiero saber cómo<br />
fueron las cosas por allá después de tantos Sholojov, Babel y Gorki, con las<br />
excepciones de los Bulgakov, los Pasternck y las Ajmatova, claro está. Para<br />
entender los procesos históricos siempre he preferido la literatura a la histo-<br />
ria. El duro y conceptual lenguaje de la historiografía me resulta árido, me<br />
desconcierta con tantas categorizaciones, me enreda con sus periodizaciones,<br />
referencias e interpretaciones, las más de las veces, tendenciosas, me cansa<br />
con su atención sólo a los hechos trascendentes y de élite. Prefiero la misma<br />
historia, pero recreada con imaginación, desenfado del lenguaje y participación<br />
del hombre común.<br />
A las nueve de la mañana ya había terminado el libro. Quería quedarme<br />
rumiando el sabor que me dejó en la memoria. Pero me acordé que hoy, 26<br />
de septiembre, es el cumpleaños de mi sobrina Taira y me levanté para buscar<br />
su número telefónico. No quiero dejar de felicitarla cuando llame esta tarde.<br />
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