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Escrito sin permiso - Cadal

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<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />

Ha crecido el rebaño en Boniatico. Son un enjambre. Vistas desde la<br />

ventana, al atardecer, cuando los presos han tirado entre los barrotes<br />

hacia el patio todos los desperdicios de los desperdicios que comen,<br />

parecen centurias romanas a la desbandada. Gruñen, muerden, corren, saltan,<br />

se atacan entre ellas; es la batalla por la supervivencia, la ley de la depredación.<br />

Imposible reconocer a Yenima entre tantas ratas.<br />

He vuelto. Julio y El Tigre me trajeron en un viejo Lada pintado de rojo.<br />

Arrate salio a recibirme envuelto en un paño de barbería, venía a medio pelar.<br />

Otra vez Arrate. Otra vez Boniatico. Otra vez el retrete pegado a la nariz. Otra<br />

vez el carro cochambroso cargado de condumios malolientes chirriando por<br />

el pasillo. Otra vez las esposas, los perros acechantes. Otra vez Kindelán y<br />

Cholo.<br />

El día 10 Reyes y Julio vinieron a avisarme que iba a ser trasladado. Me<br />

dejaron entrever que sería para La Habana. Pensé en el alivio que significaría<br />

para Yolanda. La excursión hasta Santiago de Cuba es una verdadera ordalía<br />

para mis familiares. El transporte en Cuba torna una aventura peligrosa cual-<br />

quier viaje. Hay que prepararse como para atravesar el desierto. Entre trenes<br />

obsoletos y “camellos” atestados de pasajeros se puede perder desde el equipaje<br />

hasta la razón. Los medios de transporte son un espejismo, los itinerarios una<br />

alucinación, las reservaciones un delirio, los precios una locura.<br />

Me dijeron que no me impacientara pero que fuera preparándome. El traslado<br />

se hizo efectivo al otro día. Cuando vi llegar el Lada rojo creí <strong>sin</strong>ceramente que<br />

iba para La Habana. Aunque mecánicamente sonaba pésimo y los neumáticos<br />

se notaban muy gastados, supuse que sería más confortable que el catafalco<br />

celular en que me habían movido hasta ese momento. A Dios gracias que el<br />

recorrido fue hasta Boniato, un neumático llegó de<strong>sin</strong>flado.<br />

En el camino Julio me explicó que, momentáneamente, permanecería en<br />

la enfermería de la prisión. “¡Coño, con ustedes nunca se sabe a ciencia cierta<br />

para dónde uno va!”, le dije. “Medidas de seguridad” me contestó. Empecé a<br />

joder. Saqué de uno de los sacos en que trasladaba mis pertenencias un jabón<br />

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