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Escrito sin permiso - Cadal

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El Diario.<br />

3 de junio.<br />

20<br />

<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />

Me duele un poco el brazo. Debe ser por la vacuna que me aplicaron ayer.<br />

¡Qué bueno es tener café! Bebí. Lástima que no tenía agua caliente. Sabría<br />

mejor. Oré y leí un pasaje de la Biblia. Sobre la resurrección de Dorca por<br />

parte de Pedro, y el viaje de éste hasta casa de Cornelio, el capitán romano.<br />

Luego emprendí la relectura de los cuentos de Carpentier. Yoly me los trajo.<br />

No pude dejar de recordar la tarde en que conocí a “Don Gil de la Boina<br />

Negra” (Baguer). Fue en la Sala de Té de la Unión de Periodistas (23 e I).Yo<br />

estaba recién llegado a la Habana y mis cicerones eran Raúl Rivero y Bernardo<br />

Marqués. Raúl entonces se desempeñaba como Jefe de Relaciones Públicas<br />

y Divulgación de la Unión de <strong>Escrito</strong>res y Artistas. Era toda una celebridad.<br />

Bernardo trabajaba en la redacción de la revista Bohemia. Llegamos y la Sala<br />

de Té se conmocionó. Todos los “guatacas” de Raúl se levantaron a saludarle.<br />

Entre ellos “Don Gil de la Boina Negra”, que a esa sazón gastaba su dinero<br />

invitando a almorzar y a beber a Raúl, para que éste le ayudara a publicar<br />

un libro (pésimamente escrito) sobre el poeta y periodista José Z. Tellet. Al<br />

fin consiguió que Raúl se lo publicara en la editorial de la UNEAC. Cuando<br />

nos sentamos a la mesa, “Don Gil”, que siempre ha sido un buen cazador de<br />

oportunidades, se las arregló para ocupar la cuarta silla. Raúl me lo presentó:<br />

“Néstor Baguer, periodista y académico de la lengua”, me dijo. El anciano,<br />

que ya lo era entonces, me hizo una reverencia casi cortesana. Yo sabía que<br />

la verdadera miembro de la Academia de la Lengua era Dulce María Loynaz,<br />

pero en esa época era peligroso hablar de ella. Bueno, a falta de Dulce María<br />

Loynaz, Baguer venía siendo como el casabe para una tertulia. ¡Qué fiasco! El<br />

anciano se impostó de tal manera que Don Gil de las Calzas Verdes era menos<br />

hispano que él, hasta las zetas pronunciaba en su afectación. No sé por qué<br />

razón la conversación se encaminó por la ruta de Carpentier. Y fue que conocí<br />

verdaderamente al “genial académico”. Su único aporte a la tertulia fue decir<br />

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