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<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />
por la Libreta de Abastecimientos. Los bajos salarios, el poco valor adquisitivo<br />
del dinero cubano, y los elevadísimos precios –la mayoría en dólares- no les<br />
permite a las familias con presos –que son incontables en Cuba- acceder a más<br />
productos. El azúcar parda y las galletas, para amortiguar el hambre: con una<br />
“munga” (en jerga carcelaria: agua endulzada) y un par de galletas la noche<br />
es menos cruel con el estómago. Los cigarrillos son el dinero de la prisión.<br />
Con cigarrillos se compra todo. Un “picho” o “caballo” (punzón fabricado con<br />
alambrón sustraído de las rejas, de las patas de una mesa, de donde aparezca),<br />
cacerolas pequeñas, sacos de nylon para usarlos como combustible, “volca-<br />
nes” (calentador de agua fabricado con dos latas de conservas, una de menor<br />
diámetro dentro de otra, aisladas entre si por cuñas de maderas, y dos cables<br />
eléctricos, <strong>sin</strong> enchufe), un ajuste de cuentas a algún enemigo, en fin, desde la<br />
complicidad hasta la risa. Los jabones, para descansar del escozor que deja en<br />
la piel esa piedra espumosa que en la cárcel brindan con el nombre de jabón.<br />
Yolanda me trajo un cargamento de libros. Todos los dejaron pasar. La<br />
Seguridad no parece preocupada por lo que yo lea <strong>sin</strong>o porque no arme otro<br />
titingó. También me trajo los parches para dejar el hábito de fumar. Está muy<br />
preocupada con mi pulmón. La noticia ya se sabe en el extranjero. Un amigo<br />
ha donado los parches. Son muy caros. De no ser por la bondad de ese amigo<br />
no los hubiéramos podido obtener, además en Cuba no existen. En Cuba, para<br />
dejar de fumar ha de imponerse la voluntad, como todo, a puro cojones. Somos<br />
una sociedad de voluntarismos, caprichos, imposiciones, resoluciones tajantes,<br />
leyes y juicios inapelables, y fundamentalismos baratos. Así nos han educado<br />
durante casi medio siglo.<br />
Después de la visita quedo desasosegado. La celda es muy pequeña para que<br />
quepa mi ansiedad. Desde el día 31 de diciembre estaba fumando muy poco.<br />
Me había propuesto dejar de fumar para año nuevo. Casi lo consigo. Imagino<br />
que para un lince en cautiverio sea muy difícil acostumbrarse a no correr como<br />
una exhalación. Para mí es sumamente arduo no encender un cigarrillo tras otro,<br />
como el lince, fumar en mí, es correr pero con la imaginación, y no me concibo<br />
imaginando <strong>sin</strong> ver ante mi rostro las mil filigranas que pinta el humo en su<br />
aspersión por el aire. Encerrado como estoy en una tumba con vista a un muro<br />
blanco no consigo matar este enemigo que me mata. Fumo como un poseso.<br />
En las volutas que ascienden veo el rostro alegre de Gabriel mientras retoza<br />
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