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Escrito sin permiso - Cadal

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<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />

Ramiro, al enterarse que era mi cumpleaños, se desmerengó en atenciones.<br />

Quiso ordenar una merienda para festejar pero no se lo permití. Me contó que<br />

el día anterior había sido el suyo y lo había pasado trabajando. Sonreí. Pensé<br />

que el mío también trascurría mientras yo pasaba trabajos con él. Después<br />

de las congratulaciones mutuas, fue al grano. Quería saber sobre la próxima<br />

huelga. Parecía tener toda la información. Sólo lo inquietaba la fecha. Agustín<br />

y yo habíamos tomado esa prevención. La fecha se conocería sólo pocas horas<br />

antes de comenzar. Era una precaución contra Orrios y otros reptiles. Y, como<br />

supusimos, se arrastró el majá. Ramiro, una vez más, caía en trampas elemen-<br />

tales. Allí estaba, haciéndonos saber que había comején en el almácigo. Se fue<br />

sabiendo que yo le mentía, que trataba de manipularlo; vamos, que el hombre<br />

era bruto, pero no tanto. Y tomaron medidas contra la huelga.<br />

Mi próxima visita, según el calendario que me habían entregado en Bonia-<br />

tico, correspondía el 29 de noviembre, así como la licencia matrimonial el 17<br />

del mismo mes. Adelantaron la visita para el 30 de octubre. Suponían que con<br />

la visita tan cerca no me lanzaría a una huelga que me privaría del encuentro<br />

con mis familiares. Suponían mal y bien a la vez. La huelga no sería en la<br />

fecha que ellos preveían. Primero debíamos, Agustín y yo, hacer un trabajo<br />

de decantación de los posibles delatores y luego arrollarlos en una maniobra<br />

de de<strong>sin</strong>formación para que no la estropearan o malograran. Necesitábamos<br />

tiempo. Y ellos mismos nos lo habían proporcionado adelantándome la visita.<br />

Se lo informé a Yolanda por teléfono y le expliqué que iba a hacer gestiones<br />

para que nos adelantaran también la fecha de la licencia conyugal para el día<br />

primero de noviembre, alegando que era su cumpleaños, y para evitarle tan<br />

largo viaje, uno tan cercano al otro.<br />

Todo funcionó de maravillas. La huelga no sería en octubre. Ramiro volvía a<br />

estar pletórico de satisfacción. Su trabajo de “profilaxis”, así lo llaman, había dado<br />

los resultados esperados. El Tigre recibió a mis familiares desbordante de simpa-<br />

tías. ¡Qué distinto el tratamiento de Aguadores! Aceptaron a todos mis visitantes:<br />

Yolanda, Gabriel, Tairelsy, Samuel, Isauro, mi yerno, Darío, mi sobrino, hijo de<br />

Xiomara. Eso sí. La visita separada del resto de los visitantes a otros presos. Nada<br />

de esposas, nada de perros de presa, requisas menos vejatorias, más privacidad,<br />

ni un caramelo rechazado de la jaba. ¡Y magia de la benevolencia! Aceptaron<br />

que la licencia conyugal se propiciara el día del cumpleaños de Yolanda<br />

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