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<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />
pero sobre todo, Yenima era una ausencia <strong>sin</strong> fondo. Sus tres visitas al día no las<br />
suplía la legión de insectos y alimañas que ahora me visitaba constantemente.<br />
No pude encariñarme con ninguno después del rostro triste que le vi a Yenima<br />
la tarde antes de que aquellos dos desconocidos guardianes me esposaran,<br />
sacaran de mi celda, me condujeran hasta el minúsculo carro celular y me<br />
trasladaran, <strong>sin</strong> que yo supiera, hasta mi nuevo destino de prisión. Un cangrejo<br />
trastabilleante y feo se me acercó con intenciones de compartir mi soledad, pero<br />
para macho, yo. Obturé con un pomo plástico el hueco del retrete por donde<br />
había aparecido embadurnado de sustancias bien reconocibles y lo privé de su<br />
acceso a mis aposentos. La comida del penal que antes obsequiaba a Yenima,<br />
ahora se la brindaba a Yan José Alzola, el negro más comilón y simple que he<br />
conocido en mi vida.<br />
Yan, indudablemente submental, pasaba más tiempo en las celdas de<br />
castigo que en los destacamentos donde lo asignaban. No bien salía de una<br />
penitencia, entraba en otra. Siempre poseía un arma rústica, de fabricación<br />
carcelaria, y siempre le era descubierta por los guardianes. Cada vez que<br />
esto ocurría Yan iba a carenar a las celdas de castigo. Al principio me resultó<br />
repulsivo. No le veía la menor norma de buena conducta social. Supuse que<br />
podría resultar peligroso. Desconocía el respeto, la cortesía, los hábitos más<br />
elementales de la convivencia. Lo distancié lo más que pude. Con el paso de<br />
los días caí en la cuenta de que no merecía la exclusión, que no era el culpable<br />
de su deformación moral. Sus desvíos conductuales tenían origen en la mala<br />
educación que recibió en la infancia. Su entorno familiar había sido hostil.<br />
Carecía del más mínimo sentimiento de afecto. No había seguido ningún pa-<br />
trón que definiera su carácter ni desarrollara sus aptitudes y capacidades. Era<br />
el resultado de la anarquía que caracteriza al niño <strong>sin</strong> disciplina ni estructuras<br />
familiares estables. Huérfano, analfabeto, con la autosuficiencia propia de<br />
la independencia precoz en un barrio de mala reputación, Yan no conseguía<br />
siquiera contemporizar con los demás. Era un arma él mismo, y contra él<br />
mismo. No sobrepasaba los 19 años y poseía una complexión de atleta de alto<br />
rendimiento. Fornido de cuerpo y raquítico de pensamiento pronto se convirtió<br />
en la diana de todas las burlas y todos los retos. De celda a celda comencé a<br />
hablar con él para ejercer alguna influencia que lo mejorara. Rebatía todos<br />
mis argumentos, no aceptaba razonamiento alguno. Tenía una concepción<br />
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