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Escrito sin permiso - Cadal

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<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />

que es el correo. Sobrevuela la prisión más o menos a la misma hora, todos los<br />

días. Unos minutos después estoy de vuelta a mi celda. Si hay agua, un baño.<br />

Si el agua escasea, a veces lo hace hasta por seis días, una enjugadita de gato:<br />

carapataygüevo. ¡Hombre nuevo! ¿Será ese el “hombre nuevo” a que aspiraba<br />

Che Guevara? Yo tenía siete años cuando tomaron el poder. Debía serlo. ¿Qué<br />

ocurrió con “la arcilla fundamental” que yo representaba? Nada, casi seguro<br />

me concibieron mudo; y yo tengo lengua, y peor aún, la uso. ¡A estos teóricos<br />

del igualitarismo se les ocurre cada cosa! Hitler también quería un ario puro,<br />

un ser nuevo, perfecto, y para ello por poco deja al mundo <strong>sin</strong> gente. Detrás del<br />

baño o la enjugadita, según sea el caso, otro poco de lectura hasta el anochecer.<br />

Dentro de la celda no tengo luz y el equipo de infrarrojos que me prometió<br />

Ramiro para que depusiera la huelga no me lo han traído todavía. Si hambre<br />

de nuevo, una meriendita ligera. No se puede abusar de la jaba, es cada tres<br />

meses. Así es mi día en la cárcel. Así son todos mis días, excepto aquellos en<br />

que una bronca, una golpiza, una autoagresión, un motín los anima un poco.<br />

Cuchillita y Yorgenis son unas de las mejores distracciones. Cuchillita se<br />

llama en realidad Wilfredo Landas. Tiene los brazos y el abdomen como si fueran<br />

de pana. Los costurones de infinitas cuchilladas, unas junto a las otras, le dan<br />

a su piel un aspecto como de tierra surcada. Totalmente desquiciado se tasajea<br />

<strong>sin</strong> clemencia. Llega a las celdas de castigo sangrante y excitadísimo. Lo único<br />

que grita es Abajo fidel abaojofidelabajofidelabajofidel hasta que enronquece,<br />

como si se le consumieran las baterías y entonces sólo se escucha un aliento<br />

casi inaudible que repite abajofidelabajofidelabajofidel mientras, agarrado con<br />

ambas manos de los barrotes, se balancea como un endemoniado. Su función<br />

puede durar horas y hasta días. Si se prolonga mucho, lo esposan, lo llevan a la<br />

enfermería y lo sedan para que duerna. Yorgenis no. Es más racional, si a eso<br />

se le puede llamar racional. Cuando se aburre de estar encerrado planea unas<br />

vacaciones en el hospital. Uno o dos días antes comienza a anunciar que se<br />

picará. Y como no le hacen caso, se pica. Es especialista en cercenarse el tendón<br />

del talón de Aquiles. De un tajo limpio, preciso lo segmenta. Tiene más de ocho<br />

cicatrices en cada talón. Cuando regresa del hospital cuenta sobre la belleza de<br />

las enfermeras y de sus aventuras eróticas con ellas. Posee una imaginación<br />

desbordante. Si se le creyeran sus anécdotas habría que considerarlo un Don<br />

Juan de altos quilates. Los presos no se lo creen pero él los entretiene.<br />

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