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<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />
puede ser demasiado ostensible. El equilibrio del carácter, para con todos, <strong>sin</strong><br />
excepción y <strong>sin</strong> exclusión, es la clave de una convivencia cercana a lo sosegado,<br />
si es que el sosiego puede alcanzarse en este lugar.<br />
En cuanto a las conversaciones de corte político, la cautela hay que redo-<br />
blarla. Sólo se topa a personas de pensamiento muy poco cultivado, fabricado<br />
a fuerza de consignas banales; si algunos se expresan contra el gobierno, no<br />
lo hacen por convicciones, <strong>sin</strong>o porque, en última instancia, todo recluso<br />
rechaza al sistema que lo encarcela; la libertad es tan sagrada – a pesar de<br />
ser la palabra más emputecida, y la categoría filosófica más pretendidamente<br />
explicada- que hasta los hombres más pedestres quieren solapar sus culpas,<br />
sus crímenes tras el biombo de las culpas, los crímenes, lo reaccionario de<br />
los gobiernos. Por otro lado son muy volubles, tan pronto los escuchas des-<br />
potricando contra el sistema, como a la menor prebenda los oyes alabándolo<br />
con frenesí de bestias obnubiladas. El preso cubano – no sé como será en otra<br />
parte- está lastrado por un sentido de provisionalidad muy acentuado. Cree<br />
sólo en el ahora y en el aquí. No tiene el menor sentido de futuro, su proyec-<br />
ción hacia el mañana no existe. Está tan engañado, tan mondongueado por<br />
las autoridades penitenciarias, y por tanto tiempo y tan constantemente que<br />
no espera nada de nadie. Su sentido de reafirmación individual se mueve en<br />
el estrecho carril del día que discurre. La esperanza para ellos es una entele-<br />
quia. Su confianza en los demás es sólo una máscara de seudo agradecimiento<br />
cuando se les satisface una perentoriedad: el obsequio de una galleta o un<br />
cigarrillo. Después son capaces de destriparte, denunciarte o, en el mejor de<br />
los casos, ignorarte. Tienen –como consecuencia de la política que se ejerce<br />
sobre ellos- el sentido de colectividad inhibido, cuando no totalmente anu-<br />
lado. De ahí que sea imposible un motín, una rebelión organizada contra los<br />
desmanes humanos y civiles que cometen cotidianamente las autoridades<br />
penitenciarias. Y es cuando –aplastados por esa trampa infernal- optan por la<br />
auto agresión física (se incendian, se acuchillan, se enceguecen, se mutilan)<br />
o van a la huelga de hambre como único modo de llamar la atención de las<br />
autoridades sobre ellos. Y ni con ello alcanzan un tratamiento más humano.<br />
El desmembramiento, la desarticulación, la atomización de la conciencia<br />
colectiva, el sentimiento de solidaridad entre iguales, son las armas más<br />
eficientes del sistema penitenciario cubano.<br />
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