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Escrito sin permiso - Cadal

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manuEl VázquEz Portal<br />

166<br />

La gota que faltaba. La torpeza padre. Mensaje de la contrainteligencia.<br />

La violencia es su mundo. Han hecho creer a la población que los héroes se<br />

fabrican de sustancias violentas únicamente. Y, cuando “enganchan” al primer<br />

estúpido que puede serles útil, y como no les interesa más que su soplonería,<br />

no los preparan adecuadamente, y estos la primera idea que conciben, bajo el<br />

influjo de tanta propaganda partisana, es la de la violencia porque con eso creen<br />

ganarse la confianza de su objeto de vigilancia.<br />

“Alberto Delgado, cará, tu eres del G-2 o trabajas p’al G-2”, recordé la se-<br />

cuencia más lograda del viejo film El Hombre de Mai<strong>sin</strong>icú, donde ese versátil<br />

y gran actor cubano que es Reynaldo Miravalles acabó con la fama de buen<br />

actor de Sergio Corrieri, en apenas unos segundos.<br />

Continué mi caminata con mi Alberto Delgado particular y cuando la avio-<br />

neta de correo sobrevoló la cárcel rumbo al aeropuerto de Santiago de Cuba<br />

me despedí de él con un abrazo fraternal convencido de que todo lo que yo<br />

quisiera hacerle saber a Ramiro no necesitaría sello postal.<br />

El primer intento de chequeo médico falló. Parece que el capitán Reyes no<br />

había hecho las coordinaciones necesarias. El Tigre, más otro oficial de pésima<br />

reputación – por represivo- entre los presos, me acompañaron hasta la clínica del<br />

Ministerio del Interior en el ex elegante barrio de Vista Alegre, en Santiago de<br />

Cuba. Era 3 de diciembre. Bajé del camión gazz soviético disfrazado de ómnibus<br />

en que me habían trasladado hasta la ciudad, y respiré el aire de la civilización<br />

con ansias de náufrago. Desde el 19 de marzo no veía un niño jugando a la<br />

pelota, desarrapado y jubiloso, en medio de la calle, ni una mulatona esteato-<br />

pígica (esteato: grasa; sito pigio: posaderas, nalgas, culo; realmente hubiera<br />

podido decir mulata culona, pero cansado del lenguaje barato, quise gastarme<br />

una palabra de cinco dólares; ah, para más información, la esteatopigia es una<br />

enfermedad que ataca a las mujeres en el África meridional y les pone el culo<br />

del tamaño de una mochila de soldado en campaña) contoneando sus anchas<br />

caderas bajo la sombra de los laureles de la acera. Trabajosamente, con mis<br />

manos esposadas, extraje de un bolsillo mis cigarrillos y convencí al Tigre que<br />

me brindara un café callejero que vendían en un ventorrillo aledaño a la clínica.<br />

El otro oficial, el represivo, que había penetrado en el local médico a nuestra<br />

llegada, volvió con cara de pocos amigos. Malhumorado. Rezongando por lo<br />

bajo. No quería que escucháramos o entendiéramos lo que despotricaba contra

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