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<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />
“Y<br />
así llegamos al 4 de abril de 2003, -cuenta Yolanda- día en<br />
que Manuel y otros tres acusados fueron juzgados. Ese día<br />
Xiomara y yo nos levantamos muy temprano y alrededor<br />
de las 6:30A.M llegamos al tribunal de 100 y 33, donde se celebraría la<br />
vista. En la calle de entrada al edificio había un carro patrullero. Nosotras<br />
cogimos por la acera de enfrente y, encomendándonos sólo a Dios, entra-<br />
mos hasta el portal del tribunal. Ya había, a esa hora, muchos hombres<br />
vestidos de civil pero con wolkie-talkies. Después fueron llegando más<br />
policías, oficiales del MININT y algunos que supuse serían agentes de la<br />
Seguridad. También llegó un teniente coronel, que me pareció que era el<br />
que daba las órdenes afuera. Desde donde estábamos sentadas se veía,<br />
en el paseo de la calle 100, a un grupo de personas que supongo era el<br />
resto de los familiares de los acusados. Recuerdo que uno de los oficiales<br />
le preguntó quiénes éramos nosotras y el aludido respondió bajando la<br />
voz “familiares”. Me dio la impresión de que no estábamos en el lugar<br />
adecuado. Sentadas desde nuestro banco en el pórtico del tribunal, vimos<br />
traer a los prisioneros, cada uno en un carro de policías custodiados por<br />
dos guardias y el chofer. Venían esposados como criminales de alta peli-<br />
grosidad. Desde allí pude enviar un beso a Manuel que me respondió con<br />
una sonrisa. El juicio debía comenzar a las 8:30A.M. pero debido a que los<br />
abogados llegaron atrasados (¡estos camellos!) empezó mucho más tarde.<br />
A la sala donde se celebró, nos entraron primero a los familiares, madres,<br />
esposas, hijos, hermanas y hermanos y después llegaron unos grupos de<br />
personas que no conocíamos y se llenaron los bancos. Yo me alarmé porque<br />
sabía que otras dos hermanas de Manuel venían en camino desde Morón<br />
para presenciar el juicio y salí a decirle al acomodador de las personas de<br />
la sala que faltaban dos familiares de mi esposo. Primero interpelé a un<br />
joven alto con wolki-tolkie, me miró con cara de pocos amigos y me pre-<br />
gunto: “¿Pero ellas están en la lista?” Yo me sorprendí y le pregunté a mi<br />
vez: “¿Qué lista?” Entonces no me respondió y me indicó: “Vaya a ver a<br />
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