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<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />
Más tarde, ya fuera de ese lóbrego sitio, me contaron cómo había<br />
sido la supervisión de la jaba. Cuando entraron cargados con los pesados<br />
bultos de nuestros víveres, uno de los guardias les espetó que sólo eran 30<br />
libras de peso y 48 cajas de cigarros. Que no se podía pasar ningún tipo<br />
de proteína, ni aromatizante, ni repelente para los insectos ni siquiera<br />
una bajara que habíamos llevado (supongo que pensarían que Manuel es<br />
cartomántico y podría adivinarles el futuro). Mi hijastro le preguntó al<br />
“jefe supervisor” qué respaldaba estas medidas con presos a los que se les<br />
llevaban provisiones cada tres meses. El “jefe” contestó que eran órdenes<br />
superiores. Entonces Manolo le dijo: “Usted tiene que tener un documento<br />
que lo respalde”. Sin responder, el guardia salió y trajo un papel que no<br />
le permitieron leer pero que Manolo pudo atisbar que estaba encabeza-<br />
do ANEXO DOS PARA EL PROCEDIMIENTO EN LA OPERACIÓN<br />
OFENSIVA DOS.<br />
A las 11:50 nos entraron al lugar en que se efectuaría la visita, que<br />
consistía en una especie de salón de reuniones pequeño con una mesa oval<br />
en el centro, rodeada de algunas sillas. A mi cuñada no la dejaron ver a su<br />
hermano (ley: dos adultos y tres hijos menores) y la obligaron a permanecer<br />
de pié en un pequeño cuarto, <strong>sin</strong> poder salir de la cárcel durante el tiempo<br />
que duró la visita.<br />
Cuando pudimos abrazar a Manuel ya le habían quitado las esposas.<br />
Comenzamos a hablar de esos temas de que hablamos los que tenemos la<br />
desdicha de tener a un ser amado alejado y sometido a los rigores desen-<br />
frenados propios de la venganza política del que detenta el poder.<br />
Me contó de los desmanes que cometen con los presos en la prisión.<br />
Dice que a Emni Echavarría, un preso común que llevaba cantando<br />
corridos mexicanos tres días, lo encerraron con uno de los perros en-<br />
trenados y después que éste lo desgüazó lo llevaron a coser sus heridas<br />
al hospital y lo devolvieron a la cárcel. Otro preso, Gabriel Felimón, el<br />
cual estaba en huelga de hambre debido a las pésimas condiciones de la<br />
comida del penal, cuando ya estaba deshidratado, le pusieron un suero<br />
para reanimarlo. Este preso se cosió los labios con fibras de nylon para<br />
no comer. También Rolando Iglesias, quien desde tiempo atrás estaba<br />
solicitando atención médica psiquiatrica, se embarró todo el cuerpo<br />
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