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Escrito sin permiso - Cadal

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<strong>Escrito</strong> <strong>sin</strong> PErmiso<br />

gobierno que lo represente realmente, <strong>sin</strong> que ningún sector de la ciudadanía<br />

–ya minoritario o mayoritario- quede excluido, una política exterior <strong>sin</strong>toniza-<br />

da con la tendencia mundial de paz y desarrollo sostenible, celo por el medio<br />

ambiente, respeto por la soberanía nacional, la autodeterminación y disfrute<br />

de la cultura local y universal, una política exterior que nos emparente con el<br />

resto del mundo, en condiciones de igualdad e intercambios favorables para<br />

ambas partes, <strong>sin</strong> que por ello se vea la nación subordinada a intereses espurios,<br />

y marche, con todos los hombres y todas las naciones, hacia un futuro de paz<br />

y plenitud. Un futuro en que el planeta todo sea la patria de la humanidad, y la<br />

especie humana logre por fin el derrumbe de todas la aprisionantes geografías e<br />

ideologías que mantienen al hombre actual en estrecho, convulso y frágil redil,<br />

por cuanta rapiña voraz y egoísta nace del miserable afán de preponderancia,<br />

ya personal, étnico o nacional, que se imagine elegido para regir el destino de<br />

todos.<br />

¿Quién puede asegurar, con seguridad apostólica, que el paraíso prometido<br />

por Dios es un mínimo jardín ubicado en una longitud determinada de la tierra,<br />

no será todo el planeta el Edén prometido? ¿Por qué creer que el templo sagrado<br />

debe ser erigido en un sitio limitado, no será Jerusalén uno de los tantos sím-<br />

bolos de la parábola divina, y el Jerusalén verdadero sea el planeta todo, desde<br />

el cual debemos aprestarnos a glorificar a Dios? ¿Y cuál es la mejor manera de<br />

glorificar a Dios <strong>sin</strong>o cuidando de sus criaturas preferidas: los hombres?<br />

Como ves, Puchita mía, mi celda no es una madriguera turbia de rencores<br />

y propósitos de venganza, no es el emporio donde se incuban resquemores,<br />

lamentos, pretensiones banales, ajustes de cuenta sanguinarios, no es el cubil<br />

donde germinan crueldades, egoismos, represiones; es la sementera donde nacen<br />

–me nacen- cada día más ansias de libertad y justicia, más afanes de –en mi<br />

modesta capacidad- contribuir a la plenitud del hombre –todos los hombres- y<br />

salvaguardar ese jardín que Dios nos regalara para que, leales a su mandato,<br />

podamos ser merecedores del vergel eterno. Allí nos encontraremos para seguir<br />

amándonos. No tenemos otro sendero.<br />

Tuyo,<br />

Yo.<br />

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