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ORÍGENES DEL CRISTIANISMO - 10

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<strong>10</strong> <strong>ORÍGENES</strong> <strong>DEL</strong> <strong>CRISTIANISMO</strong><br />

Desde sus orígenes, y esto define uno de sus típicos rasgos<br />

fisonómicos, el cristianismo ha estado en muchos y no secundarios<br />

aspectos vinculado a la cultura de los diversos ambientes con<br />

los que fue entrando en contacto. Y se ha nutrido de ellos, no<br />

como un poste inerte, sino como una planta viva arraigada en<br />

tierra; como por osmosis, que es de por sí una señal de vida.<br />

Así, la semilla del evangelio prendió en la historia, primero<br />

sobre el suelo judío, después en el ancho campo de la sociedad<br />

grecorromana, justamente porque anidó profundamente en su<br />

terreno. Y no es que se trate de un mero resultado de factores<br />

histórico-culturales. El cristianismo siempre ha alentado una<br />

polémica contra el ambiente, o mejor, una crítica respecto a él.<br />

Lo que no nos puede impedir constatar cómo, sin dejar de<br />

marcar las debidas distancias, siempre ha asumido y compartido<br />

muchas cosas de esos ambientes, no sólo en el ámbito del lenguaje.<br />

Entre el cristianismo y la historia se da, pues, una relación<br />

dialéctica. Pero una relación que, de cualquier modo, no ha<br />

surgido ni se ha desarrrollado en tierra de nadie, sino inculturándose<br />

en momentos y espacios precisos, preñados de antiguos<br />

y nobles ideales heredados.<br />

De ahí que no se pueda conocer a fondo el cristianismo si<br />

no se conocen la tierra, la atmósfera, los horizontes de sus<br />

primeros pasos, que equivale a decir de su infancia. Y, como<br />

advierte Cesare Pavese, «Todo está ya en la infancia, también<br />

la fascinación futura, que sólo entonces se vive como un impacto<br />

maravilloso» (11 mestiere di vivere, 13 de febrero de 1949). Pero<br />

ahí no queda todo. La inculturación del cristianismo, si quiere<br />

avanzar con el hombre aun permaneciendo fiel a sí mismo, no<br />

debe reducirse a una experiencia de los orígenes. De otro modo<br />

el Evangelio acabaría por convertirse en un cuerpo extraño al<br />

organismo de la historia y por sufrir el lógico rechazo. Hacerse<br />

«todo a todos» (1 Co 9, 22), —vale decir: compartir de lleno<br />

situaciones, culturas, estilos de vida—, sigue siendo un típico<br />

programa apostólico «para salvar a toda costa a algunos» (ib.);<br />

y este pronombre indefinido señala el resultado mínimo de una<br />

praxis de inculturación, ¡que si no se diera no se alcanzaría ni<br />

ese mínimo!<br />

El presente libro pretende ofrecer cumplida documentación<br />

sobre el ambiente «cultural» que, no sólo vio nacer al cristianismo,<br />

INTRODUCCIÓN 11<br />

sino que, en cierta medida, lo llevó en sus brazos y lo amamantó.<br />

El adjetivo «cultural» engloba los más variados ámbitos de la<br />

expresividad humana: desde la política hasta la filosofía y la<br />

religión. No se trata tanto de una descripción —el lector italiano<br />

cuenta con otras a su disposición— cuanto del elenco de una<br />

serie de textos con el fin de documentar directamente la situación<br />

objetiva de aquel ambiente, así como de favorecer un conocimiento<br />

de primera mano y un parangón inmediato y personal<br />

con los escritos cristianos (que se suponen ya conocidos). En<br />

Italia no se había dado hasta ahora semejante intento, mientras<br />

en Alemania y en el área anglófona cuentan con más de uno.<br />

En aras de una rigurosa selección metodológica, el arco<br />

temporal que se ha fijado va de fines del siglo TV a.C, esto es,<br />

desde el inicio de la época helenista, hasta finales del siglo II<br />

d.C. Quedan al margen, por tanto: del lado griego, tanto el<br />

período de la época clásica o propiamente helénica (y de la edad<br />

romana correspondiente), como el de los más tardíos desarrollos<br />

neoplatónicos y de la crisis del Imperio a partir del siglo III<br />

d.C; uno y otro distantes en exceso del cristianismo naciente.<br />

Del lado judío se ha excluido cualquier texto o versión bíblica,<br />

limitándonos exclusivamente al judaismo extrabíblico: comenzando<br />

por las secciones más antiguas del Henoc etíope y concluyendo<br />

con la redacción de la Misnah; de las posteriores<br />

redacciones del Targum, del Midras y del Talmud se aducen tan<br />

sólo materiales que se remontan a los siglos I-II d.C. Por lo<br />

que a la literatura cristiana se refiere, ha sido excluida por<br />

completo (exceptuando solamente cuatro textos gnósticos: n os<br />

<strong>10</strong>2-<strong>10</strong>5, y uno judeo-cristiano: n" 160).<br />

Se da voz, pues, sólo al ambiente cultural de aquel tiempo.<br />

Las numerosas referencias que se hacen a cada paso tanto a los<br />

escritos apostólicos como a los subapostólicos permitirán, no<br />

obstante, captar y ponderar adecuadamente los parecidos y las<br />

desemejanzas entre ambos interlocutores. Ahora bien, la originalidad<br />

y —eso espero— la utilidad de este volumen estriban<br />

también en su Segunda Parte, donde afloran fundamentales<br />

puntos de contacto con el ambiente en los tres géneros literarios<br />

mayores utilizados por los escritos cristianos canónicos. Ofrecemos<br />

así, de entre los muchos posibles, un elocuente ejemplo<br />

de inculturación de la Palabra de Dios.

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